Turismo español: ¿resurgimiento sostenible o espejismo?
Los datos del turismo hasta finales de agosto demuestran la capacidad de esta importante industria española para recuperarse (casi diríamos que para “resucitar”) después de la mayor debacle de su historia, provocada por la pandemia. Según Exceltur, nuestro país habrá recuperado en 2022 el 98% de la producción turística previa a la pandemia, estimada en más de 150.000 millones de euros. Como afirma el World Economic Forum, el desarrollo sostenible y resiliente del turismo en un país es resultado de un conjunto de factores y políticas que incluyen el entorno de negocio, las infraestructuras, las políticas públicas, los recursos naturales y culturales como propulsores de la demanda, y la sostenibilidad medioambiental y socioeconómica. Y si algo ha demostrado el éxito turístico español en el complejo verano de 2022 es que las fortalezas y atractivos naturales, culturales y geopolíticos que ofrecemos, junto con la excelencia de nuestras empresas y profesionales del sector, y el esfuerzo compartido con las comunidades y destinos turísticos del país, componen una fórmula competitiva única y extraordinaria. Una fórmula que, como indica el propio Foro Mundial, debe complementarse con las adecuadas políticas públicas, y que estará inevitablemente influenciada por la situación económica general, tanto nacional como internacional.
A nivel internacional, las previsiones de organismos como el World Travel & Tourism Council (WTTC) son optimistas, estimando que nuestra industria habrá recuperado ya en 2022 los niveles de 2019, y al igual que ha hecho en los últimos 50 años, continuará creciendo por encima del PIB global general durante la próxima década, demostrando que no es una industria madura, sino en constante expansión. Comparto igualmente la visión del CEO de la mayor hotelera del mundo, Marriot International, quien recordaba hace tan solo tres meses la “increíble” resiliencia de la demanda de viajes, especialmente de ocio, y calificaba de “brillante” el futuro del turismo, aunque la recuperación podría verse ralentizada por las consecuencias de una posible prolongación del conflicto en Ucrania.
La volatilidad
Volviendo a nuestro país, y admitiendo que no tenemos una “bola de cristal” que reduzca lo que el Banco Central Europeo califica ya como “la gran volatilidad”, ¿qué evolución podemos estimar para el turismo en los próximos meses, a medida que se diluya la temporada de verano y se vaya normalizando la desenfrenada demanda de vacaciones que siguió a la pandemia?
Según nuestras previsiones, el mes de septiembre será excelente y similar en ocupación y resultados al mismo mes de 2019, manteniendo los principales mercados internacionales la fortaleza de la demanda hacia nuestro país, y con vistas al cuarto trimestre vislumbramos un repunte sólido de la demanda corporativa, sobre todo para hoteles urbanos, que constituye una magnífica noticia. La visibilidad es menor para el año 2023, aunque según organismos como Eurocontrol, la demanda aérea en el sur y oeste de Europa recuperaría el 100% del nivel de 2019, bajando en el este del continente por el efecto de la guerra, y por su parte, IATA afirmaba en su previsión de junio que la guerra no descarrilaría la recuperación de los viajes en Europa y que el continente habrá recuperado en 2022 el 90% de la capacidad aérea previa a la pandemia. Otra buena noticia para nuestro país en el año 23 es el fuerte retorno esperado de los viajes de ocio desde Norteamérica a las grandes capitales europeas, tras años de estancamiento, vinculado a la fortaleza del dólar.
No puedo dejar de referirme a las insistentes alertas de una nueva crisis para el turismo que muchos ya estarían proclamando, augurios que no compartimos y que nos parecen infundados e incluso imprudentes; es cierto que la actual volatilidad geopolítica y macroeconómica añade incertidumbre y reduce nuestra visibilidad, pero nunca ha sido posible hacer previsiones rigurosas sobre la futura temporada hasta el último mes del año, y por otra parte, la resiliencia demostrada por el turismo español frente a la pandemia y la posterior crisis inflacionista deberían infundirnos un justificado optimismo.
A pesar de ello, como decíamos, la evolución del sector turístico no es ajena a su entorno social y económico, y a las políticas públicas que le afectan; por ello, no obviaré nuestra firme esperanza en que nuestro país afronte con valentía los principales déficits estructurales que lastran nuestra competitividad, reformando una política energética pensada para otro contexto histórico y que compromete hoy no sólo el crecimiento sino el nivel de bienestar, o concluyendo el tan necesario pacto de rentas, que apelando al siempre positivo diálogo reequilibre la relación entre los agentes sociales, genere estabilidad y ayude a contener la inflación.
Y tampoco omitiré, para finalizar, la reivindicación, liderada por Exceltur en representación de las mayores empresas del sector, de que el Gobierno español no “olvide” al turismo, un sector responsable de más del 12% del PIB y del 11% del empleo del país, máxime en tiempos de turbulencia en los que el turismo se vuelve a reafirmar como la gran palanca de recuperación de la economía española. Un sector que ha sido un ejemplo, a pesar de haber sufrido más que ningún otro debido al Covid, y que viene reclamando, infructuosamente, un trato cuando menos, similar al que otras industrias han recibido en el reparto de los fondos europeos de reconstrucción y transformación. Vicepresidente Ejecutivo y CEO de Meliá Hotels International.
Presidente de Exceltur
Vislumbramos un repunte sólido de la demanda corporativa en el cuarto trimestre