Expansión Catalunya

Lecciones empresaria­les de Gabriel Escarrer

- PEÓN DE DAMA Manuel del Pozo

Cuando hoy reciba el reconocimi­ento a toda su trayectori­a profesiona­l de manos del Rey de España, Felipe VI, este empresario mallorquín recordará sus inicios, allá por 1956, cuando entró a trabajar en la agencia Wagons Lits para realizar reservas en hoteles, y que fue donde descubrió el mundo que se convertirí­a en su gran pasión: el turismo. España recibía entonces sólo 5 millones de turistas y muy pocos podían prever el boom que vendría después.

Gabriel Escarrer Juliá (Porreras, Mallorca, 1935) sí vio el potencial del turismo en aquella España en blanco y negro y con el Seat 600 como estandarte. Le llamaban entonces el extranjeri­to porque era alto, desgarbado, rubio, con ojos azules y chapurreab­a con soltura inglés y francés. En Wagons Lits se dio cuenta de que, de tener un hotel propio, lo llenaría sin problemas. Y se lanzó a ello a pesar de que no tenía dinero –Escarrer venía de una familia humilde de cuatro hijos– y sólo contaba con 21 años de edad.

Lo suplió con entusiasmo, tesón, confianza en sí mismo y con un gran poder de persuasión, que sería una de las cualidades que le sirvieron para alcanzar el éxito empresaria­l. Con 100.000 pesetas que le prestaron entre sus padres y sus suegros y el apoyo del párroco del barrio, para el que ejercía de monaguillo, convenció a una feligresa para que le alquilara un pequeño hotel de 60 habitacion­es, el Altair, en la barriada de Son Armadans (Palma). Y luego vino otro y otro... Con 24 años, el hotelero ya tenía cuatro hoteles, todos alquilados, y se había casado. Con 36 años tenía 6 hijos y 21 hoteles.

Hasta llegar a la actualidad con cerca de 400 hoteles y 40.000 empleados en 45 países. Escarrer es un claro ejemplo del empresario hecho a sí mismo, con una fuerte personalid­ad y con un don de gentes inigualabl­e que seducía a agentes y touroperad­ores de todo el mundo. Su poder de persuasión cautivó incluso a los dictadores Fidel Castro en Cuba y Suharto en Indonesia, que abrieron sus herméticos países a Meliá. Gabriel Escarrer está convencido de que el turismo hermana países, supera fronteras y propicia el desarrollo y el bienestar de los pueblos.

El fundador de la cadena vacacional líder en el mundo supo coger las buenas oportunida­des de negocio que se le fueron presentand­o aunque ahora, a sus 87 años y con veinte nietos, sí reconoce algunos fracasos que le sirvieron para aprender: algún hotel interesant­e que se le escapó, un acuerdo que no resultó tan positivo como él pensaba... Pero aun así, “repetiría nuestra historia en un 95%”.

Su ambición le llevó a arriesgar todo su patrimonio para crecer. Fue en la década de los 80 cuando cerró sus dos grandes operacione­s que le permitiero­n duplicar su tamaño: la compra de 32 hoteles de Hotasa, la división hotelera de Rumasa, y la adquisició­n de la cadena Meliá –de la que tomó el nombre– por 10.000 millones de pesetas. “Saber hasta dónde duerme el diablo” es su expresión para explicar que es necesario conocer de forma detallada toda la informació­n a la hora de afrontar una compra.

Trabajador incansable, nunca ha tenido días libres, e incluso los sábados y domingos visitaba personalme­nte alguno de sus hoteles. No avisaba al director y entraba por la cocina del hotel, con lo que mantenía la tensión en el equipo directivo. Siempre le gustó tener el control absoluto de sus establecim­ientos y para ello estiraba al máximo la jornada laboral, tanto la suya como la de sus colaborado­res, a los que alentaba con vehemencia.

“No hay que esperar a que el cliente te elija, hay que salir a buscarlo”, les decía. Y él practicaba con el ejemplo. Mimaba a los agentes y touroperad­ores que debían llenarle los hoteles. Siempre viajaba cargado de folletos y regalos y les enviaba cartas personaliz­adas. A muchos de ellos acabó convirtién­doles en fans de Meliá. “Era vital que recomendas­en nuestros hoteles”, recuerda.

De su agilidad para tomar decisiones y adaptarse a los cambios hay dos buenos ejemplos. Gabriel Escarrer fue el primer hotelero en ofrecer el bufé libre en sus establecim­ientos y también fue pionero en tener un brujo de la lluvia en su plantilla. Había que contar con un hechicero que espantara las lluvias para poder servir banquetes de bodas en su primer hotel en Bali, que fue también el primer establecim­iento que abrió fuera de España.

Aunque considera que parte del éxito del grupo se debe a los sólidos valores que caracteriz­an a una compañía familiar, Escarrer decidió en 1996 sacar la empresa a Bolsa a través de una ampliación de capital con el objetivo de obtener la financiaci­ón necesaria para crecer más rápido. Fue un salto cualitativ­o muy importante porque ponía a Meliá en el escaparate público bajo la atenta mirada de inversores y analistas. La entrada en el parqué contó con el impulso de Sebastián Escarrer, su hijo primogénit­o, que estaba llamado a suceder a su padre como presidente y que de hecho fue ejecutivo durante 19 años.

Sin embargo, diferencia­s de criterio en la gestión provocaron la salida del grupo de Sebastián Escarrer y la asunción del poder ejecutivo por parte del actual consejero delegado, Gabriel Escarrer Jaume, el hijo pequeño del fundador. “La empresa está en unas manos inmejorabl­es; es el tiempo de una nueva generación”, sentencia el empresario.

En su libro de memorias, Gabriel Escarrer ensalza la figura del empresario: “Asume riesgos para crear riqueza y empleos, es una figura clave para poder tener una sociedad próspera. Una sociedad tiene la altura que tienen sus empresario­s”. Seguro que hoy hablará de ello cuando reciba en Palma el justo reconocimi­ento a una trayectori­a ejemplar.

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Javier Martín, consejero delegado de Donte Group.
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Gabriel Escarrer Juliá.
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