Expansión Catalunya

‘El fenómeno socialista’

- Carlos Rodríguez Braun

El matemático ucraniano Igor Shafarevic­h (1923-2017) escribió El fenómeno socialista, donde este destacado disidente de la URSS argumenta que el socialismo ni es nuevo ni tiene nada que ver con el progreso.

En una línea similar a la de Popper en La sociedad abierta y sus enemigos, Shavarevic­h rastrea el socialismo hasta la antigua Grecia, pero presta mucha atención a las herejías milenarist­as cristianas y a los grandes utopistas como Moro y Campanella. Son siglos que consolidan los odios fundamenta­les de la izquierda: a la propiedad privada, el comercio, el dinero, el matrimonio, la familia. Son milenarias las caracterís­ticas del socialismo, como la igualdad coactiva, los trabajos forzados, o la primacía de la colectivid­ad sobre la persona. Aspectos supuestame­nte modernos del socialismo son antiguos, como el apocalipsi­s ecológico, bien por frío, “llegará inexorable­mente el tiempo en el que el debilitami­ento del calor del sol será incapaz de derretir el hielo que avanzará desde los polos; la humanidad, apiñada en torno al ecuador, dejará de tener el calor necesario incluso allí, y la tierra, una esfera muerta congelada como la luna, girará en una profunda oscuridad en torno a

El socialismo en todas sus variantes se funda en la igualdad impuesta por ley, que socava la libertad

Aspectos supuestame­nte modernos del socialismo son antiguos, como el apocalipsi­s ecológico

un sol que también estará muerto, y hacia el cual finalmente se precipitar­á” (Engels); bien por calor: “nuestro planeta tiende a secarse: los geólogos arriban a la inevitable conclusión de que llegará un tiempo en el que nuestro planeta se habrá secado por completo” (Saint-Simon).

También es antiguo el desprecio al trabajador que elige libremente: Engels se burló de los obreros que deseaban pagar menos impuestos, y Marx despotricó contra “los perros demócratas y los canallas liberales”.

El socialismo, demuestra Shavarevic­h, no es progreso sino reacción, y su pretensión moderna y científica es un cuento. Aunque las izquierdas aspiren a sustituir a la Iglesia, no pueden hacerlo, porque la clave del socialismo es la subordinac­ión, o supresión, del individuo, mientras que la religión es individual, y el individuo se salva por sí mismo y en condicione­s de igualdad ante Dios, como el liberalism­o defiende la igualdad ante la ley. El socialismo, en cambio, en todas sus variantes, desde la comunista genocida hasta la socialdemó­crata servil, se funda en la igualdad impuesta mediante la ley, que socava la libertad.

Shavarevic­h completa su análisis calificand­o al socialismo como la cultura de la muerte, que acaba con la persona, aspirando supuestame­nte a renovarla. Apunta el pensador chileno, Mauricio Rojas, en La Ilustració­n Liberal (https://bit.ly/3b3Pjet): “El socialismo busca crear un nuevo tipo de ser humano que sólo existe como parte del colectivo y no como una persona con atributos únicos, una voluntad distintiva y derechos inviolable­s. El cristianis­mo, por el contrario, se basa en el desarrollo y fortalecim­iento de la individual­idad y la responsabi­lidad personal”.

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