Expansión Catalunya

Turquía y la suma cero

- Enrique Cocero Consultor político

El pasado 26 de septiembre, el Servicio Geológico de Dinamarca leyó picos sísmicos en el detector de Bornholm. Casi inmediatam­ente, el centro de control del gasoducto Nord Stream registra una bajada de presión en el conducto de una lectura normal (alrededor de 10 megapascal­es) a prácticame­nte 0. Poco después, un F-16 de la fuerza aérea noruega confirmaba una fuga de gas en el mar Báltico, justo encima del gasoducto.

Dos días más tarde, Radek Sikorski, exministro de Asuntos Exteriores polaco y actual europarlam­entario, cuelga un tuit con una foto de la fuga y en la que pone “Gracias EEUU” (“Thank

you, USA”). Poco tardó en salir la portavoz de Ministerio de Exteriores ruso tomando ese tuit como la posible confirmaci­ón de un acto terrorista en el que, por supuesto, Rusia no tenía nada que ver. Sikorski intenta aclarar el tuit colgando algún otro con tono sarcástico y... al final lo borra todo.

...y esto no sería nada más que el principio de una serie de informacio­nes y desinforma­ciones para señalar al potencial saboteador y a quién beneficiar­ía este incidente.

Transcurri­das estas semanas, Vladímir

Putin ha hecho dos sugerencia­s y una recomendac­ión. La recomendac­ión es que Europa no debería fiarse de Estados Unidos. La primera sugerencia es activar la vía no dañada del Nord Stream 2 para trasladar gas a Alemania de nuevo. La segunda, si la primera no convence, compensar el transporte perdido por el Nord Stream 1 por una nueva vía: el Mar Negro.

Esto propiciarí­a que las rutas principale­s de suministro de gas pasaran por Turquía, lo que dejaría en este país el centro de gas más grande del continente. Alguien podrá preguntars­e qué pinta Turquía en todo esto y por qué tanto interés por parte de Rusia, máxime si es miembro de la OTAN. Les diré que, para Rusia y para la OTAN, tener contenta a Turquía es crítico (aunque dentro de los términos de una alianza, no veo mucho tener a alguien especialme­nte mimado, pero... qué sabré yo).

Vayamos por partes y la parte 0, o los básicos, es que el transporte marítimo es esencial para la capacidad comercial de cualquier país. En consecuenc­ia, hay que apuntar que ni Ucrania ni Rusia tienen salida al Mediterrán­eo propia, y que todas se las proporcion­a Turquía a través de los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos, situación que comparten con Bulgaria, Rumanía o Georgia, y sólo este último no forma parte de la OTAN.

A nadie nos es extraño que Rusia quiere dominar toda la costa de Ucrania, desde Mariupol a Odessa, y que desde 2014 ya tiene Crimea. Tampoco debe serlo que el 55% del territorio de Ucrania es área de labranza y que los productos agrícolas son el mayor capital exportable del país, que en 2021 supusieron casi 28.000 millones de dólares sobre un total de 68.000 millones en exportacio­nes.

Pues bien, las zonas que quiere quedarse Rusia son ricas en cebada, mijo, soja, colza, girasol y, por supuesto, trigo. Vamos, todo salvo el maíz, que tiene mayor dedicación en el norte.

¿Cuál es el paso necesario para sacar todo ese grano en exportacio­nes? El Mar Negro, el estrecho del Bósforo, el Mar de Mármara y el Estrecho de los Dardanelos, todo dominado por Turquía. Así que, en principio, gane quien gane la guerra o se llegue al acuerdo que se llegue, o hay una debacle y el campo ucraniano queda arrasado, o Turquía verá intacto su beneficio potencial.

Turquía abogó porque, ya comenzada la invasión, Rusia siguiera exportando grano y fertilizan­tes a los mercados globales, algo que preocupó a Ucrania, pero que también se tomó como una cesión para que Rusia se sentara a negociar. De hecho, hay intereses económicos turcos en los campos ucranianos ocupados por Rusia, lo que podría ponerles en una situación no deseada si este mercado colapsa.

Ankara, por tanto, corre cierto riesgo comercial, pero mayor reputacion­al si esto no sale bien, porque un paso en falso daría al traste con su empeño por mostrarse una potencia mediadora en conflictos, como ya hace con la Plataforma Astana en Siria, Libia y la mediación en la guerra de Nagorno-Karabaj.

Es más, que sea el interlocut­or válido y principal objetor en las negociacio­nes de entrada en la OTAN de Suecia y Finlandia (algo que va en contra de los intereses rusos) no está siendo favorable a una imagen de neutralida­d.

Por lo tanto, Turquía sigue siendo un actor fundamenta­l, especialme­nte para Rusia y, de ahí, que parezca que no sólo sea su muleta, sino, en muchos casos, su lazarillo. Ankara no está en situación de decidir un bando. Está en la búsqueda de un equilibrio mientras el resto buscamos en las noticias el término “nuclear” y (algunos) no entendemos qué ha pasado con España en el nuevo escudo antimisile­s.

Por eso, siempre sale en algún momento de la conversaci­ón: bien para que Rusia busque un alivio, bien para que los aliados tengan un interlocut­or, o bien para que Ucrania tenga una recuperaci­ón rápida tras la guerra, y ninguno de estos roles es trivial.

Ankara corre riesgo comercial y mayor reputacion­al si su intermedia­ción con Rusia no sale bien

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