Lula gana en Brasil y consolida la izquierda en los grandes
El triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Brasil consolida el dominio de la izquierda en las principales economías de Iberoamérica. México, Colombia, Argentina y Chile forman ya, junto al país carioca y otros estados más pequeños, un enorme poder en Centro y Suramérica y mandan un mensaje a las potencias mundiales de que frente a la caída de la socialdemocracia en Europa, al otro lado del Atlántico renace la izquierda, más o menos populista, en ese nuevo orden mundial que se avecina.
Los resultados de las elecciones en Brasil no han arrojado ninguna sorpresa. Aunque la ultraderecha de Jair Bolsonaro fue recuperando posiciones en los últimos días, no fue suficiente para derrotar al candidato izquierdista, que alcanzó los 60 millones de votos, la mayor cifra cosechada en la historia del país. Frente a él, 58 millones de su oponente, primer candidato que pierde en su intento de ser reelegido. La campaña electoral ha sido, sin duda, la más sucia de los últimos años, pero la democracia se ha impuesto a los intentos de deslegitimar unos comicios cruciales para acabar con una época siniestra y tóxica para los brasileños.
La nueva presidencia de Lula, que ya había gobernado entre 2003 y 2010 y que estuvo en prisión más de año y medio, plantea enormes retos, tanto en la política interna como en su papel internacional. El líder del Partido de los Trabajadores, que ha aglutinado en la segunda vuelta una coalición de nueve fuerzas políticas, tiene ante sí un enorme reto de luchar contra la pobreza (más de 33 de los 214 millones de brasileños están en situación de exclusión), y contra la polarización de un país partido en dos. Sus primeros objetivos deberán ser la reconstrucción nacional y la recuperación de una posición internacional acorde a su poder económico.
El próximo 1 de enero, Lula da Silva volverá por tercera vez al Palacio de la Alvorada, sede del Gobierno en Brasilia para formar un ejecutivo con participación de diversas fuerzas políticas. No hay que olvidar que el líder del PT eligió en campaña como candidato a vicepresidente al líder de centroderecha al que había derrotado en las presidenciales de 2006, Geraldo Alckmin. Asimismo, recibió el apoyo del expresidente socialdemócrata, Fernando Henrique Cardoso, y de diversos líderes a su derecha e izquierda. El nuevo Gobierno deberá contar con la participación de esas fuerzas política, con el objetivo común de recuperar la tradición democrática atacada durante el mandato de Bolsonaro y emprender una ofensiva clara contra el odio y la confrontación existente en Brasil. Frente a ellos, contará con el contrapeso de un Parlamento claramente conservador, dominado por el Partido Liberal del anterior presidente, que no le pondrá las cosas fá