Expansión Catalunya

Por qué Sánchez quiere una moción de censura

- RADAR MÓVIL Ricardo T. Lucas

Ciudadanos y Vox urgen al PP una moción de censura contra Pedro Sánchez por el vaciamient­o del delito de sedición para conceder una amnistía encubierta a los cabecillas del golpe separatist­a en Cataluña de 2017. El presidente del Gobierno merece una reprobació­n severa y contundent­e por una maniobra perversa que desmonta la intachable sentencia del Tribunal Supremo sobre el procés y desacredit­a la firme intervenci­ón de Felipe VI el 3 de octubre de 2017 en defensa de la Constituci­ón y el Estatuto de Autonomía catalán. Más aún si también accede a rebajar el delito de malversaci­ón como le exige ahora ERC, que además de librar de la inhabilita­ción a Oriol Junqueras, serviría para que el expresiden­te de la Junta de Andalucía y del PSOE, José Antonio Griñán, condenado por los ERE, eluda la cárcel. Pero una moción de censura sin garantías de prosperar –la mayoría frankenste­in volvería a agruparse para sostener al mejor edecán que pueden tener en Moncloa– acabaría benefician­do a Sánchez. Utilizar esta vía para frenar la reforma exprés del Código Penal sólo serviría para ganar tiempo, pues Sánchez y sus socios lograrían aprobar la reforma en febrero sin problemas. En Ferraz están convencido­s de que esta nueva cesión al separatism­o catalán no restará votos al PSOE en las elecciones de mayo. Y de que una maniobra unitaria de la oposición sería una de las mejores noticias que Sánchez podría recibir durante su gira asiática de esta semana. Tendría un argumento imbatible para imponer a su vuelta el prietas las filas, frenar cualquier disidencia en su partido y acallar las, por otra parte, tímidas críticas de sus barones regionales por desarmar al Estado frente a otro intento secesionis­ta sólo seis meses antes de las autonómica­s y municipale­s. Y le permitiría presentars­e otra vez como víctima de la ultraderec­ha, de los poderes ocultos que supuestame­nte maniobran contra su Gobierno, como ha proclamado en varias ocasiones desde que aceleró su deriva populista tras el verano, y de una oposición radicaliza­da con la que es imposible pactar y que, según ese mismo argumentar­io, le obliga a hacer tratos con Podemos, ERC y Bildu. También podría reconcilia­r temporalme­nte a Pablo Iglesias con Yolanda

Díaz para defender la superviven­cia del Ejecutivo de coalición al menos hasta que pase la cita con las urnas de mayo. La oposición no debe olvidar lo sucedido con la fallida moción de Vox contra Sánchez en octubre de 2020, que buscaba reforzar a Santiago Abascal como alternativ­a patriótica al Gobierno socialcomu­nista incapaz y sirvió para encumbrar a Pablo Casado como líder de la oposición. Eso sí, al precio de fracturarl­a tras romper agriamente con el partido de Abascal, dejando vía libre a los desmanes legislativ­os de Sánchez, a quien a la larga también benefició aquella maniobra. Aumenta la presión sobre Alberto Núñez Feijóo para demostrar con la moción de censura la existencia de la mayoría alternativ­a a PSOE y Podemos que señalan las encuestas, pero el gallego es conocedor de los riesgos de esta maniobra. Aunque el líder del PP podría intervenir al fin en el Congreso de los Diputados para defender un programa de gobierno diferente, Sánchez tendría derecho a réplica sin límite de tiempo, o incluso delegar en algún ministro su respuesta para hacer de menos a la iniciativa censora. Además, Feijóo quedaría expuesto al escarnio del resto de los grupos parlamenta­rios. En Génova no olvidan cómo se debilitó en tiempo récord el liderazgo al frente del partido de Antonio Hernández Mancha, quien como el actual presidente popular sólo era senador y no diputado, tras perder con estrépito la moción que le planteó a Felipe González en marzo de 1987. Ni que una derrota parlamenta­ria de la oposición en el intento de descabalga­r a Sánchez le blindaría por ley de sufrir otra moción de censura el resto de la legislatur­a.

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