Los veteranos de la oficina no pueden ser unos cascarrabias
Tampoco quedar deslumbrados por la juventud y aceptar todas sus propuestas.
Refunfuñar sobre los compañeros más jóvenes no sólo echa años encima, sino que da sensación de resistencia al progreso. Dejemos de lado las canas y las patas de gallo. En el trabajo, no hay nada que envejezca más que convertirse en un cascarrabias, poniendo los ojos en blanco, hablando de la juventud sin parar y murmurando: “Eso me hizo ser lo que soy” o “eso me convirtió en lo que soy”. O peor aún: “¡Pues a mí no me ha hecho ningún daño!”. Este tipo de actitud suele hacerse más evidente cuando se trata de demandas de mejora de los modelos de trabajo, como el trabajo a distancia, el aumento de la diversidad y la flexibilidad de horarios.
El año pasado, Xavier Rolet, entonces consejero delegado de la Bolsa de Londres, arremetió contra los analistas de Goldman Sachs que se quejaron de sus largas jornadas, asegurando que cuando él era joven trabajaba “bastante por encima de ochenta horas”. Aunque resulta difícil empatizar con los licenciados muy bien remunerados, esos comentarios son típicos de un cascarrabias. ¿Acaso el pasado es tan grande que no se puede mejorar? Como puede atestiguar cualquier familiar o político, no es fácil sortear las diferencias generacionales y lo mismo ocurre en el trabajo.
Así como el gruñón corre el riesgo de parecer demasiado rígido y resistente al progreso, la alternativa es quedar tan hechizado por la juventud como para capitular ante cualquier idea nueva con la esperanza de parecer moderno. Como miembro de la Generación X, conozco la tentación de ambas cosas.
Hace poco, una amiga me confesó su irritación por el hecho de que una colega de menor rango hubiera sido invitada a un evento al que ella acababa de permitírsele asistir después de años de duro trabajo. Y, lo que es peor, lamentaba que este compañero más joven ni siquiera parecía estar agradecido. Pero mi amiga era lo suficientemente consciente de sí misma como para ver que su queja decía mucho de su propia carrera. Si a ella también se le hubieran ofrecido estas oportunidades cuando era más joven, tal vez su vida laboral hubiera sido más gratificante.
Esto no quiere decir que no sea divertido criticar a los compañeros más jóvenes. Rememorar ritos espeluznantes y refunfuñar sobre los colegas es una forma de establecer contactos y pasar el tiempo. Hace poco,