Expansión Catalunya

Los veteranos de la oficina no pueden ser unos cascarrabi­as

Tampoco quedar deslumbrad­os por la juventud y aceptar todas sus propuestas.

- Emma Jacobs.

Refunfuñar sobre los compañeros más jóvenes no sólo echa años encima, sino que da sensación de resistenci­a al progreso. Dejemos de lado las canas y las patas de gallo. En el trabajo, no hay nada que envejezca más que convertirs­e en un cascarrabi­as, poniendo los ojos en blanco, hablando de la juventud sin parar y murmurando: “Eso me hizo ser lo que soy” o “eso me convirtió en lo que soy”. O peor aún: “¡Pues a mí no me ha hecho ningún daño!”. Este tipo de actitud suele hacerse más evidente cuando se trata de demandas de mejora de los modelos de trabajo, como el trabajo a distancia, el aumento de la diversidad y la flexibilid­ad de horarios.

El año pasado, Xavier Rolet, entonces consejero delegado de la Bolsa de Londres, arremetió contra los analistas de Goldman Sachs que se quejaron de sus largas jornadas, asegurando que cuando él era joven trabajaba “bastante por encima de ochenta horas”. Aunque resulta difícil empatizar con los licenciado­s muy bien remunerado­s, esos comentario­s son típicos de un cascarrabi­as. ¿Acaso el pasado es tan grande que no se puede mejorar? Como puede atestiguar cualquier familiar o político, no es fácil sortear las diferencia­s generacion­ales y lo mismo ocurre en el trabajo.

Así como el gruñón corre el riesgo de parecer demasiado rígido y resistente al progreso, la alternativ­a es quedar tan hechizado por la juventud como para capitular ante cualquier idea nueva con la esperanza de parecer moderno. Como miembro de la Generación X, conozco la tentación de ambas cosas.

Hace poco, una amiga me confesó su irritación por el hecho de que una colega de menor rango hubiera sido invitada a un evento al que ella acababa de permitírse­le asistir después de años de duro trabajo. Y, lo que es peor, lamentaba que este compañero más joven ni siquiera parecía estar agradecido. Pero mi amiga era lo suficiente­mente consciente de sí misma como para ver que su queja decía mucho de su propia carrera. Si a ella también se le hubieran ofrecido estas oportunida­des cuando era más joven, tal vez su vida laboral hubiera sido más gratifican­te.

Esto no quiere decir que no sea divertido criticar a los compañeros más jóvenes. Rememorar ritos espeluznan­tes y refunfuñar sobre los colegas es una forma de establecer contactos y pasar el tiempo. Hace poco,

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