Expansión Catalunya

La espiral de precios comenzó en 2020

- Rubén García-Quismondo

Aunque ahora es la energía el factor principal de la escalada inflacioni­sta en la que nos encontramo­s inmersos, ésta en realidad se inició a mediados de 2020. Uno de los elementos determinan­tes fue la política monetaria de los bancos centrales, que decidieron sostener la demanda a través de la máquina de emisión de dinero, que, a su vez, mantenía el inmenso déficit público que financiaba ayudas a las familias, los ERTE, ayudas a fondo perdido a empresas (en España casi nada), préstamos avalados, etc. Todo ello se llevó a cabo mediante la compra por el BCE del 85% de la deuda española, tanto la renovación de la vencida como la nueva deuda emitida para financiar ese déficit, manteniend­o así los tipos de la deuda bajos, fuera del mercado, que habría demandado tipos superiores.

La espiral comenzó con el incremento del coste de los fletes, que subieron en 2019 y mucho más en 2020. Esa demanda mantenida se desplazó desde los servicios tipo hostelería, restauraci­ón, ropa, cultura y espectácul­os hacia los bienes duraderos, y después llegaron los confinamie­ntos, cierres, limitacion­es de desplazami­entos y aforos provocados por el Covid. Estos bienes, que en buena medida se fabricaban en China, India, Bangladesh o Vietnam, generaron tensiones en sus fábricas, aunque los chinos no lo dijeran, por el Covid. Esta situación provocó que estos países no pudieran atender con normnalida­d la demanda, una demanda sostenida, debido a los problemas que se crearon con los contenedor­es, y consiguien­temente se aceleró el alza de precios de los fletes (entre otros aspectos, porque los marinos no podían ni desembarca­r), produciénd­ose los cuellos de botella en muchos productos y el alargamien­to de los plazos de entrega. Pero, sobre todo, tuvieron un efecto importante en los microchips que se producen en Taiwán y Corea, que representa­n el 80% de los minichips de 4-6 micras, que usan las tabletas, móviles, portátiles y televisore­s inteligent­es, muy diferentes tecnológic­amente respecto a los chips mayores de 12-20 micras, que son los utilizados para todo tipo de coches, electrodom­ésticos, etc.

No se hicieron esperar las subidas de precios por todos esos factores, bien para aprovechar el incremento de la demanda, ajustando la misma a la capacidad de producción (en particular en bienes como mascarilla­s, los EPI, respirador­es, pero también mobiliario de todo tipo, materiales de construcci­ón para reformas, bienes de consumo electrónic­o, tabletas, ordenadore­s, television­es), lo que se tradujo en una gran subida de precios a finales de 2020.

Retardo en la transmisió­n

Estos aumentos de los precios todavía no se reflejaban en los deflactore­s de precios y los IPC, normal o subyacente, por el “retardo” en su transmisió­n. En realidad, comenzaron a transmitir­se a la demanda y a los mercados a comienzos de 2021 (los dos primeros trimestres), pero continuó la compra masiva de deuda del BCE para sostener una demanda que ya empezaba a recuperars­e por sí sola en algunos países. Y después comenzó el alza del petróleo, que recuperaba la demanda después de que su precio estuvo anormalmen­te bajo por los efectos de la pandemia, sobre todo durante los peores momentos de la misma, transmitie­ndo esa subida a otros hidrocarbu­ros y provocando los primeros problemas con los precios disparados de la electricid­ad.

Toda esta concatenac­ión de factores ha provocado que nos encontremo­s en medio de una espiral inflacioni­sta que se traduce en uno de los fenómenos más complejos y dañinos para la economía, que va mutando a medida que se va integrando en las cadenas de producción y distribuci­ón, llegando finalmente a los salarios públicos y privados, en sucesivas fases, las llamadas segundas rondas, pero que son, en verdad, sucesivas rondas de extensión, de integració­n del aumento de precios en el sistema económico.

La realidad nos ha vuelto a demostrar que la emisión de dinero, el incremento del balance de los bancos centrales, genera de forma mucho más indirecta un incremento de los precios, al no permitir ajustes de la economía y alterar su comportami­ento. Por ello, los gobiernos deberán poner encima de la mesa reduccione­s del déficit público que conlleven la normalizac­ión de las emisiones de deuda, y los bancos deberán vender el stock acumulado de deuda pública, en el medio y largo plazo, devolviend­o a los mercados su labor de fijación de los precios, y por tanto de los tipos de interés que demandan para financiar la deuda pública; lo que supondrá una subida del diferencia­l de tipos, en particular del sur de Europa, respecto a los países de Centroeuro­pa. Socio director de Quabbala,

abogados y economista­s

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain