Juguetes rotos
Leo en EXPANSIÓN este lunes que Elon Musk, accionista mayoritario de dos grandes empresas, Tesla, coches eléctricos, y Space X, viajes espaciales, ha sido demandado por el paquete de compensación que Tesla aprobó para él en 2018: ¡un total de 56.000 millones de dólares! El accionista demandante, Richard Tornetta, denuncia además que Musk no tenía dedicación plena a Tesla, y que diseñó él mismo esa remuneración para poder financiar otros proyectos personales. Entre otros, Twitter, por la que ha pagado después de una ardua y difícil negociación la friolera de 44.000 millones de dólares.
Ya como dueño de la controvertida plataforma digital, ha despedido a la mitad de la plantilla, a muchos con un simple y frío correo electrónico. Su estilo de dirección, su escaso celo por la moderación de los contenidos, ha provocado una sensible fuga de anunciantes. Veremos qué dicta el Tribunal especializado del Estado de Delaware, encargado del caso. También se ha significado por su prohibición a los empleados de teletrabajar. En un correo al que ha tenido acceso Financial Times dice textualmente que “no se permite el trabajo a distancia, a menos que se tenga un permiso específico. Los empleados deben cumplir con su trabajo presencial de 40 horas semanales salvo impedimentos físicos para trasladarse u obligaciones personales críticas”. Menudo angelito, pienso para mis adentros. Tú te forras de manera sospechosa mientras mandas a la calle a miles de hombres y mujeres sin ningún miramiento.
El caballero despierta mi curiosidad, por lo que me intereso por la crónica de Pablo Pardo en El Mundo del 6 de noviembre, sobre este empresario de 51 años, de nacionalidad estadounidense, canadiense y sudafricana. Padre de 10 hijos con tres mujeres diferentes, en su Sudáfrica natal desgraciadamente sufrió bullying, una tragedia creciente en una sociedad insensible y torpe que ignora o minimiza el sufrimiento de sus víctimas. Siempre interesado por la intrahistoria personal de aclamados personajes públicos, estudioso de puntos de inflexión existenciales en la construcción de sus inestables personalidades, me doy de bruces con una experiencia transformadora, y, si no se supera, limitante. Trauma doloroso, agresión injustificable, drama íntimo, inefable, el silencio envuelve un hecho donde las palabras son incapaces de explicar su alcance y significado. Todo lo que no sea sentir y expresar empatía, respeto, por vivencia tan violenta, me resulta repugnante, injustificable.
Dicho esto, según declaraciones del mismo Musk, por su temor a la soledad, se prometió a sí mismo que nunca estaría solo, de ahí su interés por una red social alternativa. No es el primero que busca refugio en la red ante la dificultad de desarrollar relaciones enriquecedoras en la vida real. Juguetes rotos, frágiles, inseguros,
Musk, por su temor a la soledad, se prometió que nunca estaría solo, de ahí su interés por Twitter
desconfiados, pueden llegar a alcanzar un protagonismo singular en la vida económica-social de sus países. Interesante paradoja, Musk no sería el único que desde su inseguridad proyecta un aire de superioridad. Ego desmedido, quebradizo, ¿qué le mueve, qué sentido tiene lo que hace? Sospecho, salvo prueba en contrario que celebraría gustoso, que el poder, el dinero, ser el hombre más rico del mundo, el estatus, la fama, jugar con las personas como si fueran peones de ajedrez.
Repercusión pública
Curiosamente, una quiebra personal, íntima, alcanza con el tiempo una enorme repercusión pública. Personas heridas, faltos de una sólida brújula interior, intelectual, afectiva, moral, los demás son un mero medio para colmar sus apetitos. La idea de servir, de crear comunidad, de ayudar al prójimo, soñar y protagonizar un mundo mejor, les es ajena, desconocida.
Desgraciadamente, en el ámbito de la política esta aparente contradicción encuentra multitud de ejemplos. Observas el comportamiento del expresidente norteamericano Donald Trump y te preguntas qué pasó en su infancia y juventud. ¿Raíces, causas explicativas de los aires de fanfarrón adolescente que se da? Amenaza con volver, ningún juguete tan atractivo como el despacho oval. Sigues a otro personaje histriónico, el expresidente brasileño Bolsonaro, y sospechas de su madurez y actitud para la dignidad del puesto. El caso de Putin es más dramático y obvio. Comunista amargado, su visión utópica del mundo derivó en un sistema totalitario, espía del KGB cuando cayó el muro de Berlín, exuda resentimiento, aires de venganza, aderezado con su pasión por el poder y el dinero. No olvidemos que es uno de los hombres más ricos del mundo, líder “ejemplar”, mientras el pueblo ruso sufre todo tipo de penalidades.
Para ponerles en evidencia y desmontar su pobre liderazgo, más que inteligencia se necesita carácter, y de ese músculo moral esta sociedad anda bien escasa. Pero no desespero, el auge de la mediocridad es tan descarado que la excelencia empieza a despertar. Aún estamos a tiempo.