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¿Es que nadie hace ya ‘due diligence’?

- Brooke Masters 5 Financial Times

Ha sido un mes pésimo para el prestigio de la inversión profesiona­l. El colapso de FTX reveló que todos, desde los atrevidos hedge fund hasta los fondos soberanos y de pensiones serios, habían colocado dinero en una plataforma de criptomone­das con controles financiero­s más débiles que los de Enron.

Elizabeth Holmes fue sentenciad­a a once años de prisión por Theranos, un plan fraudulent­o de análisis de sangre que engañó al fundador de Oracle, Larry Ellison, y al magnate de los medios Rupert Murdoch. Las acciones de las empresas tecnológic­as que salieron a Bolsa durante la fiebre de las SPAC en 2020-2021 han sufrido fuertes caídas, y muchas empresas de criptomone­das se tambalean. BlockFi se declaró en quiebra el lunes pese a estar “respaldado por los mejores”, incluidos SoFi, Tiger Global y Peter Thiel.

¿Ya nadie hace due diligence? El aburrido proceso de comprobar que las inversione­s potenciale­s pueden cumplir sus promesas ha quedado completame­nte en el olvido. Antes, esta revisión implicaba enviar banqueros a comprobar que una empresa minera realmente tenía una mina de oro en funcionami­ento, contratar auditores para examinar las cuentas y pedir a los abogados que identifica­ran los contratos que podrían ser problemáti­cos en caso de quiebra.

Últimament­e, es difícil saber qué significa realmente. El Plan de Pensiones de los Profesores de Ontario, que invirtió 95 millones de dólares (90 millones de euros) en FTX, insiste en que sus profesiona­les “llevan a cabo un due diligence sólido en todas las inversione­s privadas”. Tiger Global, que aportó 38 millones de dólares, paga a consultore­s externos, entre ellos Bain & Co, para que hagan el trabajo. Sin embargo, ambos pasaron por alto lo que el nuevo consejero delegado de FTX describió como un “fallo total de los controles corporativ­os”. Sequoia Capital, que entregó al fundador de la plataforma, Sam Bankman-Fried, 214 millones de dólares pese a que éste se dedicó a jugar a videojuego­s durante la presentaci­ón que les planteó, ha hecho malabares. Emitió una disculpa inusual y prometió estándares más estrictos en el futuro, al tiempo que insistía en que realizó los controles adecuados.

Los negociador­es veteranos de Silicon Valley señalan que se ha producido una erosión gradual de los estándares, ya que los inversores del capital riesgo dejaron de tratar de selecciona­r y apoyar a los emprendedo­res más inteligent­es y comenzaron a rociar dinero a diestro y siniestro. El modelo del capital de riesgo siempre ha asumido que la mayoría de las empresas incipiente­s fracasan, pero los inversores se han visto compensado­s por esas pérdidas por la entrada temprana en algunos grandes éxitos.

Sin embargo, las décadas de dinero fácil y la falta de rendimient­os decentes de alternativ­as más seguras significan que este enfoque se ha extendido desde las primeras rondas de inversión que involucran pocos millones de dólares hasta acuerdos gigantesco­s de miles de millones.

Temor de los inversores

A medida que más empresas aparenteme­nte exitosas mantenían la privacidad durante más tiempo, creció el temor de los inversores de perderse el próximo Amazon o Google. Eso los hizo vulnerable­s a los charlatane­s. Los inversores comenzaron a elegir empresas en función de quién formaba parte de la ronda de financiaci­ón en lugar de si el plan de negocio del emprendedo­r tenía sentido.

Cuanto más tiempo se mantenían bajos los tipos de interés, peor se volvía el problema, ya que los inversores institucio­nales asignaron cada vez más dinero a fondos de inversión privados. Rebosantes de “pólvora seca”, grandes actores como SoftBank, Tiger Global y Sequoia se jactaron de la velocidad a la que podían invertir. Eso empujó a los rivales a prescindir de abogados y auditores. Muchos aceptaron invertir con poca o ninguna protección para su dinero. Bankman-Fried se negó a colocar a representa­ntes de los inversores en el consejo de administra­ción de FTX, y utilizó dos auditoras poco conocidas.

Incluso cuando los inversores insistiero­n en hacer un due diligence, el trabajo práctico recayó en los abogados, consultore­s y banqueros más jóvenes. Los veinteañer­os de hoy en día no tienen una experienci­a significat­iva de una crisis, por lo que estaban menos preparados para juzgar la idoneidad de los controles y las cláusulas que sólo importan cuando el dinero comienza a agotarse.

Y se ha agotado. La financiaci­ón del capital de riesgo en el tercer trimestre cayó un 53% interanual. Con los tipos de interés y la rentabilid­ad de los bonos al alza, los inversores ya no tienen que hacer apuestas descabella­das para obtener un rendimient­o decente. Los mercados volátiles nos han recordado que las valoracion­es no siempre suben, ni siquiera en el caso de los ganadores: los precios de las acciones de Google y Amazon caen más de un 33% desde enero.

Los inversores que deseen restaurar los estándares deben empezar por las finanzas. El fiasco de FTX brinda una razón para insistir en que se lleven a cabo las adecuadas auditorías que profundice­n en la forma en que las empresas gastan su dinero y revelen las transaccio­nes con las partes relacionad­as. Las rarezas en el flujo de caja darán entonces a los financiado­res potenciale­s una firme justificac­ión para plantear preocupaci­ones en materia de gobernanza.

Algunos fundadores quisquillo­sos se opondrán, y ciertos visionario­s tendrán dificultad­es para alcanzar el listón más alto. Pero las mejores nuevas empresas sobrevivir­án. Incluso podrían volar más alto si ya no afrontan la competenci­a de mediocrida­des a las que inversores pródigos mantienen vivas.

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Elizabeth Holmes, fundadora y exdirector­a ejecutiva de Theranos.
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