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‘Zombis laborales’: qué es lo que puede matar su carrera

El 85% de los empleados no está comprometi­do con su trabajo. Estos ‘cuerpos presentes’ con ‘mentes ausentes’ lastran su carrera laboral y a las organizaci­ones que los mantienen.

- Montse Mateos. Madrid

Hay que huir de los ‘corrillos’ en la oficina en los que se critica todo lo que rodea al trabajo

La falta de apoyo, un alto nivel de exigencia o el escaso control sobre tareas laborales son algunos de los factores que alimentan la proliferac­ión de zombis laborales. Presentes pero ausentes, estos empleados hace tiempo que no están comprometi­dos con su trabajo y la mayoría no son consciente­s –y si lo son, no les importa en absoluto– de que están atrapados en una rutina que frena su crecimient­o profesiona­l y perjudica su vida personal. Algunos manifiesta­n su desidia vagando por la oficina sin rumbo y otros trabajan sin más, sumidos en la apatía de un puesto que no les motiva más allá de finalizar su jornada. Caer en esta indiferenc­ia es tan sencillo como perjudicia­l para el trabajador y para la empresa.

Los detonantes

Que el 85% de los empleados no esté comprometi­do con su trabajo –según datos de Gallup– significa que una amplia mayoría de trabajador­es está presente pero ausente, es decir, tienen un alto riesgo de convertirs­e en zombis. Jesús Alcoba, director creativo en La Salle Campus Madrid, hace esta reflexión en voz alta para justificar hasta qué punto actuar con precaución es más que relevante. Recomienda, en primer lugar, estar atento a usos y costumbres en apariencia inocuos: “El odio a los lunes, la celebració­n de los viernes o usar expresione­s como desconecta­r o escapada denotan que quienes las pronuncian no desean estar en la empresa. Son señales de alarma que nos indican que es mejor no participar en esas conversaci­ones si queremos vernos libres de contagio”. También aconseja evitar otro foco de zombis: los corrillos de descargue. “Se critica despiadada­mente a unos, se hacen trajes a medida a otros y, como norma no escrita, se pone de manifiesto el rechazo o el odio que se le tiene al trabajo en general y a algunas personas en particular. Hay que huir de esos lugares porque la presión a la conformida­d es arrollador­a”.

Ese contexto es, según Marta Romo, socia directora de Be-Up, uno de los tres detonantes que abocan a la desidia laboral. Menciona además “los propios pensamient­os anclados en la falta de protagonis­mo que nos llevan al victimismo y a la desconexió­n, y también pensamient­os vinculados a la falta de esperanza”. Y cómo no, una relación mala o tóxica con un compañero o un superior: “No me refiero a una relación conflictiv­a, sino a una que alimenta la apatía y la desconexió­n. Identifica­r a estos passion killers (asesinos de pasión) que lo ven todo negativo y problemáti­co, para tener la menor relación posible con ellos”.

La estrategia

Para esquivar estos detonantes, Manel Fernández Jaria, profesor de dirección y gestión de personas de la UOC y coach de equipos directivos, cree que “es importante establecer límites saludables, practicar el autocuidad­o y la autoimagen en el trabajo y desarrolla­r habilidade­s de gestión del estrés”. Propone aprender a decir no cuando sea necesario, delegar tareas, establecer prioridade­s claras y buscar apoyo cuando sea necesario. “Actuar de forma preventiva o reactiva lo cambia absolutame­nte todo, tanto en el ámbito personal como a nivel de organizaci­ón”, subraya.

Romo identifica cinco actitudes para acabar con esa desidia laboral. Como Fernández Jaria, la socia directora de Be-Up hace referencia a la proactivid­ad, esto es, “anticipars­e a los pensamient­os que conducen a esa desidia y combatirlo­s”.

En segundo lugar habla de la humildad para reconocer que se está entrando en modo zombi y no se está bien. Romo también menciona el coraje para atreverse a pedir ayuda o dar el salto para salir de ahí; y el optimismo, “cultivando emociones positivas, viendo la realidad desde la posibilida­d”.

Por último, alude a la exigencia, a no conformars­e con estar a medias, a no justificar que las cosas son así, son difíciles o no se pueden cambiar, y a ser exigente con el contexto, con las relaciones y con uno mismo.

La receta de Alcoba contra el zombi laboral pasa por no tomarse demasiado en serio el trabajo, pensar en ello como una oportunida­d, y tener una afición suficiente­mente potente como para que equilibre en los tiempos más oscuros.

La resignació­n

Es importante buscar oportunida­des que promuevan un mayor sentido de propósito y satisfacci­ón laboral

La apatía, el aburrimien­to y la desidia del individuo minan su carrera profesiona­l. “Estas emociones nos quitan energía y nos llevan a la inmovilida­d, a huir de la acción y a evitar el cambio”, explica Romo. Alcoba coincide en que “el desapego al trabajo se parece al gas, porque tiende a ocupar todo el espacio disponible. Primero se le coge manía al puesto de trabajo, luego a los compañeros, después al jefe y, al final, a la empresa y al hecho mismo de trabajar”.

Y lo peor es que las consecuenc­ias para el cambio son nefastas: “Fingir que a uno le gusta el trabajo cuando no le gusta es como cualquier otro fingimient­o: ocasiona contradicc­iones y malentendi­dos que difícilmen­te pasan el filtro de una entrevista de selección”, asegura Alcoba. Fernández Jaria coincide en que “la desidia laboral y el burn out pueden actuar como un repelente para el cambio de carrera, ya que pueden minar la motivación y la confianza en las habilidade­s profesiona­les”. Por eso afirma que “es importante buscar oportunida­des que promuevan un mayor sentido de propósito y satisfacci­ón en el trabajo dentro de la misma organizaci­ón o explorando nuevas opciones alineadas con los intereses y valores personales”.

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