El viaje por Navarra del rey ‘Febo’
FRANCISCO I DE FOIX Pudo ser la causa de su muerte, pero con él se ganó el afecto de los navarros.
Francisco I de Foix (1469-1483), apodado Febo o Phoebus, fue rey de Navarra, conde de Foix –localidad francesa de la región de Occitania– y de Bigorra (se suele identificar con el actual departamento francés de Altos Pirineos, pero en la época de Carlomagno era un condado adscrito al Ducado de Gascuña). Febo era hijo de Gastón de Foix, príncipe de Viana y de Magdalena de Francia, hermana de Luis XI, y se convirtió en heredero al trono de Navarra tras morir su padre en 1470. Al ser menor de edad y tener sólo once años, su madre fue regente.
El nombramiento de Febo –apodo del dios Apolo cuyo significado original era brillante– como soberano fue apoyado por los agramontenses, pertenecientes al antiguo bando nobiliario de los Agramont, linaje de Navarra que se remontaba al siglo XII con el Rey Sancho VII el Fuerte. Frente a ellos estaban los beaumonteses, de la familia nobiliaria de los Beaumont-le-Roger, linaje creado por Carlos III el Noble, que eran partidarios de Fernando II de Aragón, el Rey Católico y tío paterno de Febo. Luis XI de Francia, su tío materno, al conocer la propuesta de Fernando el Católico, cuyo auxilio se había solicitado para crear un protectorado militar castellano sobre Navarra y evitar una intervención francesa, de unir en matrimonio a Juana la Loca, su segunda hija, con Febo, ideó una estrategia: prefería que se casase con la reina de Castilla Juana la Beltraneja, aunque había hecho unos votos firmes para su ingreso en el Monasterio de Santa Clara de Coimbra.
Ninguna boda llegó a celebrarse porque Febo murió de forma inesperada. Antes de fallecer había nombrado heredera del trono de Navarra a su hermana Catalina de Foix. Las crónicas imprecisas, y en algunos casos erróneas, atribuyeron la muerte del rey a un posible envenenamiento por orden de Fernando el Católico o de Luis de Beaumont, segundo conde de Lerín. Este último lideraba el bando beaumontés, junto con su tío Juan II de Aragón, que accedió a que Luis se casara en 1468 con su hija ilegítima Leonor de Aragón. El conde de Lerín apoyó a Fernando II de Aragón, por lo que la hermanastra de éste, Leonor de Foix, le declaró en rebeldía. Un médico pamplonés, el licenciado Maestre Juan de Elizondo, el doctor Maestre Pees Morgat y el cirujano Maestre Arnauguilhem de Betozeg cuidaron de Febo durante ese trance.
Gracias a la existencia de una cédula a él dirigida, conocemos las circunstancias de su muerte, que confirman la falsedad de su envenenamiento. En la Memoria del Archivo de Comptos se afirma que Febo entró en Pamplona, donde fue recibido por los hombres adinerados y los diputados, el miércoles 21 de noviembre de 1481. El sábado 8 de diciembre, día de la Concepción de Nuestra Señora, “hizo el rey su vigilia, conforme el Fuero manda”, en la Catedral, y fue coronado y ungido al día siguiente. El pueblo lo acogió como el pacificador deseado, y hasta los partidarios de Agramont y Beaumont, que habían tomado castillos y fortalezas del Reino de Navarra, cesaron en su enfrentamiento.
El nuevo monarca quiso ganarse el afecto de los navarros confirmando los privilegios de las villas y ciudades y visitando sus dominios. Después de las fiestas que siguieron a su coronación, partió hacia Tudela, donde juró los fueros y luego se dirigió a Olite, porque allí se celebraban las Cortes. Además, dispuso el traslado de los restos mortales de su abuela doña Leonor a Tafalla, para respetar su voluntad testamentaria.
Después de una visita acelerada a esa localidad, Febo se marchó, junto a su madre Magdalena, que residía en Bearne, región de Francia que corresponde al actual departamento de Pirineos Atlánticos. Existen pocos datos sobre los últimos meses de la vida de Febo, pero sabemos que el 24 de noviembre asistió a las Cortes celebradas en Pau, probablemente fue su último acto público, en la misma ciudad donde acabó sus días. Murió al amanecer del jueves 30 de enero y se ha afirmado que “a los pocos días de llegar a Bearne, tocando como solía una flauta, se sintió atacado por un fuerte veneno y, en muy corto tiempo, sin dar lugar a que los médicos preparasen sus antídotos, murió”.
Una cédula de los reyes don Juan y doña Catalina, fechada en Pau en 1489, cuya copia está depositada en el Archivo Municipal de Cintruénigo, afirma que otorgaron ciertas recompensas al Maestre Juan de Elizondo, por “los grandes trabajos que en su larga dolencia pasó, día y noche a no se le partir de costado”. El rey Febo murió tras una enfermedad que se prolongó varios meses, probablemente tuberculosis, como su abuelo Carlos VII y algunos hermanos de éste.
Pudo contribuir al desenlace que efectuó sus viajes por Navarra en lo más crudo del invierno de 1481 y 1482. Quizás el deterioro de su estado de salud pudo ser uno de los motivos de su regreso apresurado al Bearne. Falleció en el castillo de Pau y, aunque en su testamento manifestó su voluntad de ser enterrado en Pamplona, sus restos reposan en la catedral de Léscar (Bearn).
Febo fue vizconde de Bearne (1472-1483), pequeño estado que mantuvo su independencia durante siglos, sus fueros constituyen la más antigua legislación escrita de Francia y está ligado a la vida de Enrique II de Navarra y de su nieto Enrique III de Navarra y IV de Francia, que falleció el 14 de mayo de 1610, cuando volvía de visitar a su amigo Sully, su ministro de Finanzas que estaba enfermo. El carruaje atravesó una calle pequeña, en la que había dos carretas que le impedían el paso; de una de ellas salió el asesino, que le asestó dos puñaladas mortales. Pero Enrique III de Navarra podía haber sido envenenado, al tratarse del verdadero destinatario de un tósigo enviado por su suegra Catalina de Médicis, de la que era enemigo. Pero la víctima fue su cuñado, Carlos IX, célebre por haber ordenado la matanza de hugonotes (protestantes franceses) en París y otras ciudades francesas la noche del 24 de agosto de 1572, festividad de San Bartolomé.
El 27 de junio de 1574 Carlos IX murió como consecuencia de unas hemorragias subcutáneas. Algunos historiadores atribuyen el óbito a un “mal siamés” de origen tuberculoso, pero otros hablan de envenenamiento con arsénico. Afirma Alejandro Dumas en La reina Margot, que el monarca tomó una pócima mortal contenida en las hojas del Tratado de Cetrería de Castruccio Castracani, cuyas páginas habrían sido impregnadas de un líquido venenoso que fue penetrando en su boca al mojar con saliva el dedo que usaba para pasarlas. Pudo hallar el libro en los aposentos de su cuñado y lo hojeó por curiosidad.