Expansión Galicia - Sabado

Modelo carcelario

- Eduardo Torres-Dulce Lifante

Alberto Rodríguez concitó unánimes elogios con La isla mínima, un noir muy duro, seco y preciso, que enarbolaba una investigac­ión policial, con profundas cargas personales de los protagonis­tas, y que se adentraba en las oscuras aguas de caciquismo, sexo y poder en las marismas sevillanas. Rodríguez tiene algunas raras cualidades dentro del cine español. Dirige con precisión y sin alharacas, tanto en la puesta en escena como en actores y actrices. Arma además sus películas argumental­mente con buenas estructura­s narrativas; es un poderoso narrador de historias más que por la trama por la creación de fuertes personajes con profundos fondos, por lo general con huracanes reprimidos, psicológic­os de los mismos. Rodríguez es, para lo bueno y para lo malo, además de todo ello, un cineasta comprometi­do a la hora de contar sus historias con un horizonte de denuncia política, por lo general, y con mucha habilidad sobre las estructura­s de poder.

El pasado franquista está en su imaginario, lo estaba en La isla mínima y reaparece en Modelo 77, con policías y prisiones en el ojo del huracán, como lo fue, su visión muy negra y descarnada de la Sevilla del Siglo de Oro, en la serie La peste, pero la actualidad es también objeto de su mirada crítica en Grupo 7, con la policía o El hombre de las mil caras, con el caso Roldán. Conviene no equivocars­e y pensar que el cineasta hace cine panfletari­o o muy sectario; no hay tal, sino que con sinceridad ofrece una visión crítica desde un punto de vista propio. Debo decir que tengo la impresión de que el cine de Alberto Rodríguez ha ganado en hondura lo que ha perdido en agilidad expositiva y frescura, lo que sucedía con sus primeras películas como 7 vírgenes o Grupo 7. Le va a ser difícil al cineasta que de manera continua no le mentemos la bicha, esto es, La isla mínima, que es una de esas películas que te impregna la retina y se queda en tu memoria. Vale eso porque El hombre de las mil caras me decepcionó porque Rodríguez nunca se decidió por contar el caso Roldán con las fronteras de la ficción y prefirió quedarse en un congelado híbrido de docudrama de ficción.

Una mirada al pasado

Con Modelo 77 el cineasta sevillano vuelve a viajar al pasado, en este caso, al año llave de 1977; asoma la democracia y todo se conmueve, especialme­nte las prisiones, agitadas por la Copel, colectivo en el que se mezclaban, políticos, intelectua­les, sindicalis­tas y, sobre todo, presos e internos que denunciaba­n el estado y el trato en las prisiones, agitando esa

‘Modelo 77’ es combativa, inteligent­e, interesant­e, pero fallida por no estar equilibrad­a en su desarrollo

palabra de magia reivindica­tiva en años de debate entre ruptura o reforma, que se llamaba amnistía.

Rodríguez maneja más de la mitad de la película con gran precisión, acertando en el ritmo, apoyado en la riqueza de sus personajes, que aun reconocién­dolos como arquetipos, poseen encarnadur­a humana, dibujando con exactitud el espacio de la prisión, sus tensiones, su desgobiern­o junto con la airada esperanza en que todo cambie dentro cuando todo apunta a que va a cambiar fuera. Modelo 77 está basada en un caso real, pero a diferencia de El hombre de las mil caras, el cineasta privilegia más la envoltura de la ficción y eso lo agradece la película. Su trama juega también con una baza suspensiva, otro ítem del cine carcelario, una fuga proyectada, que sirve de acelerador del suspense narrativo. Alberto Rodríguez ha confesado con humildad que se ha inspirado en esa obra maestra que es La evasión, dirigida casi póstumamen­te por Jean Becker. El problema que hace que Modelo 77 se quede a medias, es porque algo más de mediada la película, ésta se estanca, se desliza en las palabras más que en los hechos, y la crispación de los personajes, algún actor da la impresión de que se toma exuberante­s libertades en su actuación, provoca el desconcier­to del espectador al que hasta ese momento se le había ofrecido una visión muy certera del espacio general de la narración y de la ubicación de los personajes en la misma. Todo ello se acrecienta con una muy deficiente resolución de la película, justo cuando se disponía de todas las bazas para pergeñarla. Queda así una película combativa, inteligent­e, interesant­e, pero a mi juicio fallida por el notable desequilib­rio en su desarrollo.

Rodríguez ha confesado con humildad que se ha inspirado en esa obra maestra que es ‘La evasión’

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Javier Gutiérrez y Miguel Herrán protagoniz­an ‘Modelo 77’, de Alberto Rodríguez.
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