Expansión Galicia - Sabado

El realismo y el wéstern

- Por Eduardo Torres-Dulce Lifante

André Bazine, gran crítico francés y padre espiritual de la nouvelle vague, argumentab­a que el wéstern debía compararse con los cantares de gesta medievales, porque en Estados Unidos no existió la Edad Media y esa era la manera de narrar mitos, epopeyas de frontera sobre los que se estaba construyen­do una nación. John Ford no opinaba de otro modo cuando hizo decir a un periodista en El hombre que mató a Liberty Valance que en el Oeste, cuando los hechos se convierten en leyenda, se imprime siempre la leyenda. Otro crítico francés, JeanLouis Rieupeyrou­t, definió al wéstern como el género cinematogr­áfico por excelencia.

El final de la época gloriosa de los grandes estudios, allá por los años 60, certificó la decadencia del género, aunque, de vez en cuando, apareciera­n y aparezcan wésterns. Curiosamen­te y mientras se desvanecía este género, renacía otro en Europa bajo la denominaci­ón spaghetti western liderado por Sergio Leone con éxito e influencia incluso en EEUU.

En los últimos tiempos, el género parece haber recibido un nuevo impulso. De hecho, ahora mismo aguarda turno en el Festival de Cannes, Horizon: An American Saga, un monumental y ambicioso wéstern producido, escrito y dirigido por Kevin Costner, cuyo estreno en España se anuncia para finales de junio, la primera parte y en agosto, la segunda. Costner consiguió el primer Óscar para el wéstern –Cimarron no era propiament­e uno–, con Bailando con lobos, al que siguió Clint Eastwood con Sin perdón. Costner tiene otro, Open Range, muy bueno. También son destacable­s Hostiles, dirigido por Scott Cooper, y Noticias del gran mundo, de Paul Greengrass.

Lo nuevo de Viggo Mortensen

Sentía curiosidad por el estreno de Hasta el fin del mundo, la segunda película dirigida por el actor Viggo Mortensen, por mucho que la primera, Falling, no me hubiera producido la impresión de que Mortensen, un tipo inteligent­e, culto y bastante cinéfilo, destacara a la hora de dirigir películas. Amén de ello, Hasta el fin del mundo se anunciaba como una mirada personal de Mortensen sobre lo más clásico del género con citas a Ford y Hawks. Que en le reparto además de Mortensen, que produce y escribe también la película, figure Vicky Krieps, que me fascinó en El hilo invisible, añadía más interés a la espera .

Sin paliativos, les confieso mi decepción con la película que no es un desastre pero que se deja todos los pelos de calidad en la gatera. Proba

Viggo Mortensen graba un ‘western’ que en realidad no lo es y que por eso no funciona

Vicky Krieps es lo único salvable, aunque su personaje protofemin­ista no es creíble para la época

blemente me tilden de purista y reaccionar­io, pero un wéstern debe contar una historia, narrar unos hechos que sólo se pueden ocurrir en el denominado Lejano Oeste. Naturalmen­te que Homero y su Odisea está en Centauros del desierto,y La canción de Roland en Fort Apache, y La Ilíada en Grupo Salvaje, pero esos modelos se insertan en un hábitat, en un milieu, estrictame­nte de género que comporta no sólo la imaginería, sino códigos de personajes, situacione­s, diálogos y ubicación en la historia.

Lo que cuenta Mortensen se podría contar perfectame­nte fuera del wéstern, en cualquier otro género. En realidad se trata de un melodrama con los ribetes del realismo social de un Emile Zola. Una historia desesperad­a de amor, desgarrada hasta la médula, entre dos solitarios, dos exiliados, dos emigrantes, en un mundo de violencia, injusticia y caciquismo. Lo que hace Mortensen es encajarla en el wéstern, y francament­e, no funciona, queda forastera al género.

No hay ni épica ni lírica. Tiene, además, un grave problema de guión, deslavazad­o, mal construido, sin personajes, quitando a los dos protagonis­tas, con sangre y fuego, lleno de convencion­es y maniqueísm­os y diálogos con frecuencia pedestres. Mortensen, que, probableme­nte, es consciente de lo poco que tiene que contar, altera la narración con saltos, por completo injustific­ados, de tiempo, que además distancian y confunden al espectador.

La película comienza con una secuencia mal rodada, tipo spaghetti western. Juega luego a La casa de la pradera, regresa a Leone, se insinúa con Sin perdón, interpreta y mima Mortensen su personaje en el espejo de Eastwood, lo salpica con secuencias oníricas con Juana de Arco de por medio y acaba con un duelo, niño incluido, inverosími­l y horribleme­nte filmado. Lo remata con un final supuestame­nte buenista e hiperromán­tico. Too much.

Vicky Krieps es lo único salvable de este elemental melodrama, aunque su personaje protofemin­ista, resulte inverosími­l, una granjera decente enrolándos­e como cantinera en un saloon burdel, presentado en envoltura wéstern, que confirma, ay, que Viggo Mortensen carece del don de saber dirigir películas.

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‘Hasta el fin del mundo’ es la segunda película dirigida por el actor Viggo Mortensen.
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