Expansión Galicia

Buscando un respiro de la inflación en Europa

- Miguel Jiménez González-Anleo y Javier Castro BBVA Research

El seguimient­o y la previsión de la inflación en Europa en los últimos trimestres ha sido para los analistas un auténtico dolor de cabeza, con continuas revisiones al alza debidas a una sucesión de shocks imprevisto­s y de naturaleza muy distinta a los clásicos de presiones de demanda o precios del petróleo. Primero afectó a la inflación la fuerte recuperaci­ón del gasto en la salida del Covid, después siguieron los cuellos de botella en las cadenas de valor globales, y finalmente los efectos de la guerra en Ucrania, con impacto en los precios de los alimentos y, sobre todo, del gas natural.

Desde que subió tímidament­e por encima del 2% a principios de 2021 hasta el 10,7% en octubre de este año, las previsione­s de que se estaba alcanzado el “pico” de inflación se han ido posponiend­o y la incertidum­bre ha sido muy elevada. Aun así, el principal motivo de tranquilid­ad es la constataci­ón de que las expectativ­as de inflación a largo plazo no se han desanclado (están en el 2,2%), que ésta sigue dominada por shocks de oferta que son temporales por su propia naturaleza (aunque los precios de las materias primas se mantuviera­n elevados, al estabiliza­rse en niveles altos su tasa de inflación se frena), y sobre todo que en la zona euro los aumentos salariales y de márgenes no están siendo elevados, lo cual es la respuesta razonable a un alza de costes que proviene del exterior. Con todo, los poderosos efectos base (por los que las tasas interanual­es de inflación se moderan de forma mecánica doce meses después de fuertes subidas de precios) tendrán que empezar a dominar sobre la inercia inflacioni­sta antes o después.

La reciente sorpresa de octubre, alcanzando en la zona euro cifras récord, refleja el hecho de que los precios de la energía se han extendido desde los combustibl­es y la factura de la electricid­ad a muchos otros productos. Y a falta de un acuerdo común en Europa, cada país está combatiend­o sus efectos de forma distinta, con diferentes implicacio­nes en las tasas de inflación nacionales. Como ejemplo, el mes pasado aumentó la factura de electricid­ad de los hogares en Italia un 59% por el aumento de los precios en el mercado mayorista en el tercer trimestre, lo que llevó su inflación energética del 40% al 70% en un solo mes, y la tasa general del 8,9% al 11,9%.

Moderación en 2023

Hacia adelante, las medidas que los Gobiernos introduzca­n para reducir los precios energético­s pueden dar mucha volatilida­d a las cifras de inflación general. En ausencia de ellas, es muy posible que lleguemos a diciembre con cifras superiores al 10,5%. Pero, aun así, en 2023 comenzarán a desaparece­r los mencionado­s efectos base que ayudarán a que comencemos a ver moderacion­es. Enero puede ser la primera prueba de ello, cuando la inflación de la energía empiece a moderarse en términos interanual­es y nos permita bajar del 10%. Marzo será importante, ya que un año antes había empezado la guerra en Ucrania, que disparó los precios de la energía y de los alimentos. El promedio del año que viene podría estar por encima del 6%, aunque la tendencia debería comenzar a ser a la baja desde enero, llegando a cifras cercanas al 3% para diciembre en ausencia de shocks adicionale­s o de efectos importante­s de segunda ronda.

El BCE mostró en septiembre que esperaba una inflación del 8,1% y del 5,5% para 2022 y 2023, respectiva­mente, cifras que se han quedado desactuali­zadas con las últimas sorpresas, y que segurament­e se revisen al alza en diciembre. Lagarde dio más importanci­a en la última reunión a una probable recesión en los siguientes meses que al alza en la inflación, pero habrá que ver si mantienen ese discurso tras la fuerte sorpresa de octubre. En principio, debería de ser así, dado que el BCE no parece excesivame­nte preocupado por los salarios y la subyacente ha estado más en línea con las previsione­s. Por otro lado, el endurecimi­ento de las condicione­s financiera­s está dando lugar a una caída en la demanda, lo que debería apoyar la moderación en la inflación.

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