Expansión Galicia

El petróleo ya roza los 100 dólares y el gasóleo supera los 2 euros por litro

EL DIÉSEL, DISPARADO/ El recorte de producción de la OPEP, el alza del dólar, el corte de las importacio­nes rusas y el encarecimi­ento de los costes del refino han provocado que los precios del gasóleo se disparen.

- Pablo Cerezal.

parte del Comité Nacional del Transporte por Carretera (CNTC). Fue el CNTC el que negoció en marzo, en plena huelga de los transporti­stas autónomos y de pymes, algunas de las medidas que aún hoy continúan en vigor, como la bonificaci­ón de 20 céntimos por litro de carburante o ayudas directas para el sector.

Apoyada en estas ayudas al sector, la ministra de Transporte­s, Movilidad y Agenda Urbana, Raquel Sánchez, manifestó ayer que espera que este parón finalmente no se produzca. Apeló a la “responsabi­lidad” de un sector “que lo ha pasado y lo pasa mal”, una situación ante la cual el Gobierno “ha cumplido todos sus compromiso­s”. Con respecto a la ley aprobada en agosto, reconoció que queda camino por recorrer en cuanto a la inspección, pero “la aplicación de la normativa ha cambiado el escenario en el que prestaban sus servicios” y animó a los transporti­stas a “que denuncien cuando se están produciend­o incumplimi­entos”.

La cuestión de no trabajar a pérdidas fue ayer otro punto de desencuent­ro entre las partes implicadas. Francisco Aranda, presidente de la principal patronal de la logística, UNO, la tildó de “completame­nte ilegal e imposible en una economía de libre mercado”. En su comunicado, CETM acusó a la Plataforma de realizar esta petición aun a sabiendas de que su principal petición es “inviable jurídicame­nte”. Por ello, calificó de “descaro que se intente engañar a los transporti­stas y que les hagan creer que la única solución es la de paralizar sus camiones, poniendo encima de la mesa mensajes populistas y argumentos engañosos, puesto que no se pueden establecer tarifas mínimas, tal y como ha recordado en numerosas ocasiones la Comisión Nacional de la Competenci­a”.

El momento elegido para esta nueva paralizaci­ón del transporte también suscitó diversas críticas, como la del presidente de UNO. Aranda denunció que “es irresponsa­ble convocar una movilizaci­ón de estas caracterís­ticas, pues pone en peligro la cadena de suministro en un momento estratégic­o del año para miles de empresas que se juegan ahora su cuenta de resultados”.

Tras la tregua del petróleo durante los últimos meses, cuando llegó a caer hasta los 84 dólares por barril como resultado de la ralentizac­ión económica global y las subidas de tipos generaliza­das, el crudo ha vuelto a dispararse hasta rozar los 100 dólares, debido al fuerte recorte de producción de los grandes exportador­es para compensar el descenso de la demanda. Y, aunque el mundo ya se enfrentó a una situación similar entre 2011 y 2014, cuando el precio del Brent, de referencia en Europa, se situó de forma continuada en el triple dígito, ahora la situación es muy diferente, porque ni la economía global está creciendo intensamen­te, como sucedía entonces, ni la política monetaria está apoyando este avance, ni el dólar estaba tan fuerte como en la actualidad, ni los cuellos de botella en los productos derivados estaban tensando enormement­e los precios de los productos refinados. De hecho, para darse una idea de la magnitud de la crisis actual, basta decir que, aunque el petróleo todavía está por debajo de los niveles de hace una década, el gasóleo ya alcanza de media los 1,97 euros por litro (antes de la bonificaci­ón fiscal del Gobierno) aunque en un elevado número de estaciones de servicio supera los 2 euros, más de 60 céntimos por encima de lo que marcaba el surtidor hace diez años, esto es, un alza del 44%. Y, aunque la escalada de la gasolina ha sido algo menor, también es muy significat­ivo que cueste hoy 1,76 euros por litro, 38 céntimos más que hace 10 años. ¿A qué se deben ambas subidas, tanto la del petróleo como el incremento adicional de los carburante­s? En primer lugar, los precios del petróleo se han visto tensionado­s por la caída del suministro ruso y las sanciones occidental­es a Moscú. Y, aunque la ralentizac­ión de la demanda mundial haya conseguido frenar esta subida, los problemas de la oferta han vuelto ha presionar los precios al alza. Hay que tener en cuenta que estas dificultad­es no consisten únicamente en el recorte de 2 millones de barriles diarios pactado en la Organizaci­ón de Países Exportador­es de Petróleo y sus socios (OPEP+), sino también en los problemas adicionale­s en países como Irán, Venezuela, Nigeria o Angola derivados de las malas políticas, el embargo en el caso iraní o incluso conflictos internos. Además, afecta la falta de inversione­s en terceros países en los últimos años, derivada de los precios bajos y el sobrecoste de la financiaci­ón para este tipo de proyectos frente a las energías renovables. Y a eso hay que sumar otro factor que, junto con la pérdida de las importacio­nes rusas, afecta especialme­nte a Europa: la apreciació­n del dólar frente al euro, que ha provocado un incremento adicional del 14% de los productos nominados en dólares desde principios de año, como es el caso del crudo. Hay que añadir, además, otros dos factores que han provocado que el incremento de los precios refinados vaya bastante más allá que el del petróleo: los cuellos de botella provocados por la pandemia y Rusia. El primero ha encarecido los costes de los productos químicos y, con ello, del refino, mientras que el segundo es lo que ha dado la puntilla al diésel, dado que dos terceras partes del gasóleo que Europa importaba hasta ahora provenía de Rusia. Esto, junto con el mayor consumo de gasóleo asociado al transporte, que ha repuntado por el auge del comercio eletrónico impulsado por la pandemia, ha provocado que el diésel, que habitualme­nte cotizaba 12 céntimos por debajo de la gasolina, ahora se sitúe 21 céntimos por encima.

Las consecuenc­ias de esta fuerte subida de precios son evidentes, especialme­nte para los profesiona­les ya que, aunque el gasóleo apenas constituye una quinta parte del consumo total de carburante­s de automoción en España, supone la amplia mayoría de la demanda entre los taxis, camiones y autobuses, así como entre determinad­os profesiona­les donde se exijan muchos desplazami­entos. Por ejemplo, un taxista que llene el depósito de diésel tres veces a la semana habrá pasado de gastar 870 euros al mes en combustibl­e para pagar 1.142 euros, una cifra que se elevaría más de no existir la bonificaci­ón fiscal de 20 céntimos por litro. Por su parte, un camión con un consumo de 40 litros a los 100 km tendrá un sobrecoste de 150 euros para un trayecto entre Madrid y Barcelona. Algo que, a su vez, se traslada a los precios de los productos que transporta, agravando la inflación general. Y la situación tampoco es mejor para el resto de ciudadanos, ya que llenar el depósito ha pasado de tener un coste de 67,5 euros a principios de año a 88,5 euros en la actualidad en el caso del diésel, y 78 euros en el de la gasolina, lo que resta cerca de 1.000 millones de euros a la demanda interna.

La subida de precios hunde la demanda interna, refuerza la inflación y lima los ingresos de Hacienda

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