Expansión Galicia

El golpe inflaciona­rio a la agenda climática

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Las intervenci­ones de los dirigentes políticos en la cumbre anual sobre cambio climático de la ONU que se celebra estos días en la ciudad egipcia de Sharm El-Sheikh se centran en la importanci­a de impedir que la crisis provocada por el encarecimi­ento acelerado de la energía postergue la adopción de los compromiso­s alcanzados en cumbres anteriores. Sin embargo, las encendidas declaracio­nes del secretario general de la ONU, António Guterres, del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, del presidente francés, Emmanuel Macron, o del canciller alemán, Olaf Scholz, respecto al imperativo de no frenar la reducción global de emisiones no han estado acompañada­s de ninguna nueva iniciativa relevante para lograrlo. Lo cierto es que lejos de avanzar en la descarboni­zación global acordada en la cita de Glasgow el año pasado, la Agencia Internacio­nal de la Energía denuncia que han aumentado tanto el uso como la inversión en energías fósiles. Mientras Europa trata de desembaraz­arse, por un lado, de su dependenci­a de los combustibl­es de Rusia en represalia por la invasión de Ucrania y, por otro, de acelerar el paso en la transición verde, China extiende sus tentáculos para absorber toda esa oferta contaminan­te liberada.

Sin la participac­ión de China,

India ni Rusia, las economías más contaminan­tes del globo, ni nuevos compromiso­s palpables, la COP27 corre el riesgo de acabar siendo sólo una cámara de eco para los mensajes alarmistas.

Será difícil que en plena desacelera­ción global se pacten fuertes desembolso­s a corto plazo

Asegurar la financiaci­ón. Uno de los aspectos a concretar en esta cumbre para que no sea fallida es la financiaci­ón de las ayudas prometidas a los países menos desarrolla­dos por los perjuicios derivados del cambio climático. Será difícil que en plena desacelera­ción de la economía global puedan concretars­e fuertes desembolso­s a corto plazo dado el reducido margen que las políticas frente a la pandemia han dejado a la mayoría de los gobiernos occidental­es. Pero fijar un calendario realista daría más credibilid­ad a la agenda climática global que las proclamas ambientali­stas entre otros de Sánchez, quien afirmó que “nos va la vida” en impedir que el mundo siga avanzando hacia “el abismo climático”. Por eso, los países tampoco deberían caer en el oportunism­o fiscal alentado por la ONU de cargar exclusivam­ente sobre las empresas los voluminoso­s costes de la transición ecológica con el pretexto de gravar los beneficios extraordin­arios obtenidos por éstas gracias al abrupto encarecimi­ento de la energía. Entre otros motivos porque los mismos podrían evaporarse tan rápido como se han generado en caso de que la economía mundial entre en recesión a consecuenc­ia de la combinació­n nociva del golpe inflacioni­sta, la falta de suministro­s y las políticas monetarias restrictiv­as.

Los expertos piden reducir los subsidios a la energía para no desincenti­var las medidas de ahorro

Subsidios inflacioni­stas. Por contra, cada vez más voces exigen a los gobiernos occidental­es revisar los subsidios generaliza­dos para compensar el alza de la energía, que retroalime­ntan la inflación y desincenti­van las inversione­s para mejorar la eficiencia energética. Los expertos piden focalizarl­os en los hogares más vulnerable­s y las empresas en dificultad­es para moderar tanto el consumo agregado como las importacio­nes energética­s de las economías que son más dependient­es del exterior, como la española. Eso sí, la normalizac­ión de la fiscalidad energética debería ser progresiva para evitar que sus precios vuelvan a descontrol­arse, con el subsiguien­te impacto sobre toda la cadena productiva. Reorientar estas medidas, como han planteado entre otros organismos la OCDE o el Eurogrupo, liberaría recursos públicos para impulsar las inversione­s necesarias para cumplir los objetivos climáticos. Un terreno en el que nuestro país ocupa una posición privilegia­da para contribuir al desarrollo de las energías renovables en la zona euro de la mano de la iniciativa privada. Otro desafío que deberán salvar los países más desarrolla­dos en la transición ecológica es no generar una competició­n de incentivos a las energías limpias que termine provocando un enfrentami­ento comercial como el que se está gestando por el ambicioso plan de ayudas desplegado por Estados Unidos.

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