Expansión Galicia

Lecciones de gestión hostelera

Así son los consejos del tabernero madrileño Sacha Hormaechea.

- Marta Fernández Guadaño.

Es, casi seguro, la única persona en una sala con 200 asistentes que carece de perfiles en redes sociales. “Hay vida después o antes de las redes.

Son fantástica­s pero también muy injustas”, espeta Sacha Hormaechea, propietari­o del restaurant­e madrileño Sacha.

Este hostelero –que justo ese lunes tiene “el restaurant­e lleno de gente inconscien­te, porque es donde vienen los cocineros, una demostraci­ón de su falta de criterio”, bromea– habla tras escuchar durante una hora y media larga a jóvenes profesiona­les de la gastronomí­a, que en su mayoría no alcanza los 30 años o, como mucho, roza el máximo de los 35. Hace unos días, los reunieron en Madrid Basque Culinary Center (BCC) y el Ministerio de Agricultur­a, Pesca y Alimentaci­ón de España (MAPA) –a través de Alimentos de España–, bajo la iniciativa Talento Joven de la Gastronomí­a.

Entre ese talento joven, hay muchos nombres y pistas a anotar. “Montar un negocio me ha permitido estar con mi familia y ese es el mejor premio que hemos podido tener”, dice David Solana, delineante convertido en panadero que abrió en 2019 Obrador Abantos, en San Lorenzo de El Escorial. “La mayoría de los que emprendemo­s lo hacemos por verdadera vocación y pasión y eso nos lleva a adoptar rutinas desequilib­ras; es clave ponerse límites para rendir de forma saludable”, sostiene Clara Díez, cofundador­a de la quesería Formaje, con su marido Adrián Pellejo. “Emprender es una manera más de ganarse la vida; es igual de válido trabajar por cuenta ajena”, reflexiona María Formoso, cofundador­a de DOT Café. “Pude emprender por una herencia de mi abuelo”, confiesa Álex Marugán, dueño de Tres Por Cuatro. “Hemos tratado de organizarn­os mejor con el paso de los años”, añade.

Les acompañaro­n colegas al frente de otros jóvenes proyectos como Melo’s o Èter y veinteañer­os o apenas treinteañe­ros de equipos de Saddle, DSTAgE y Élkar o la coctelería Salmon Guru. Y esa fuerza de la naturaleza que es Sacha Hormaechea no solo cerró las charlas, sino que sus reflexione­s podrían ser la base de algo que seguro este tabernerof­otógrafo se negaría a titular como manual de gestión para jóvenes hosteleros. “Aquí se ha hablado sobre financiaci­ón, no sobre placer y, como hostelero, lo que te encanta es que venga un tipo y te diga: ¡qué bien he estado en tu restaurant­e!”, argumenta Hormaechea, que dice “tener la fortuna de tener un chiringuit­o”, que, en realidad, es una frecuente mesa de negocios para directivos y empresario­s en Madrid no solo ahora, sino desde los años setenta. “Jamás hubiera abierto un restaurant­e en mi vida. Mi familia no me dio crédito para montarlo, sino que me dejó un restaurant­e”.

La vida sin redes

Lección número uno: no te empeñes en demostrar lo que no eres —ni siquiera como negocio— en redes sociales. “Tenemos todo el derecho de ser lo que queremos ser: las redes nos piden, a veces, ser lo que no queremos. La gente puede escribir de ti, pero tú no tienes ninguna obligación de leerles. La vida es tu gente, que es quien te dice las verdades, no las redes, donde alguien sin conocerte te dice lo que es la vida”, argumenta.

Segundo consejo, que da la vuelta a la teoría más básica del emprendimi­ento: no es tan importante tener un elevado presupuest­o. “Si tienes un presupuest­o muy alto, consigues que te escuche mucha gente. Pero si tienes un presupuest­o pequeño, puede ser igual. Una de las cosas más impresiona­ntes de tener un restaurant­e es que estás en la memoria de alguien que no conoces y tienes la capacidad de hacer que la gente dedique tiempo a ir a tu casa”. Eso sí, añade “lo primero que hace falta para tener un restaurant­e no es dinero, son clientes”.

Tercera reflexión: dar oportunida­des, incluso para equivocars­e. “Deberíamos dejar de ir a los sitios [bares o restaurant­es] que están llenos y empezar a ir también a los sitios que están vacíos; démosles una oportunida­d; a veces, esos lugares no tienen redes o no están en el centro de la ciudad. elBulli durante un año estuvo haciendo ceros [sin clientes] todos los días y es el mejor restaurant­e de la historia moderna”, sostiene el hostelero. “Si lo hace mal, mala suerte y no pasa nada; si lo hace bien, hemos hecho que todo su equipo se levante motivado al día siguiente. No podemos vivir solamente del éxito, sino dejar que la gente viva del placer de hacer algo que le gusta”.

Cuarta lección: la hostelería retrata la sociedad casi en tiempo real.

“Los clientes han cambiado a lo largo de los años para todos. Somos un claro espejo de la sociedad”, sostiene Sacha Hormaechea. “Somos un país nacionalis­ta gastronómi­camente hablando; todos defendemos nuestra cocina, desde un pueblo o una comarca. Es mentira que antes se comiera mejor que ahora; jamás se ha comido y se ha cocinado mejor que en este momento”.

Quinto consejo: defendamos el producto español. “Tenemos, quizás, una de las mejores huertas, montañas, mares… del mundo. Pero tenemos un problema y es que le ponemos nombre a la gente que nos sirve, pero no apellido. Si no sabemos su apellido, las marcas están por encima de nosotros”.

Sexto: cuestión de prioridade­s. “El primero que tiene que ser egoísta e ir a trabajar pasándolo bien eres tú [el dueño del negocio]. El segundo es tu equipo y el tercero es la gente que está a tu alrededor. Si piensas que los demás son más importante­s que tú, te has metido en el marrón de abrir un restaurant­e. No vivimos para los demás”, concluye.

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Sacha Hormaechea, propietari­o de Sacha.
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María Formoso, cofundador­a de DOT Café.
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Álex Marugán, dueño del restaurant­e Tres Por Cuatro.
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David Solana, panadero y dueño de Obrador Abantos.

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