La caída de la natalidad exige otra estrategia

La misma semana que la ONU ha anunciado que la población mundial ya supera los 8.000 millones de personas conocemos también que el número de nacimientos en España registró en septiembre otro mínimo histórico. Las cifras son menores incluso a las del mismo mes de 2020 y 2021, cuando la incertidumbre por la pandemia provocó un fortísimo desplome de los alumbramientos, e implican un retroceso del 8,69% frente a 2019. Lo cual revela un problema demográfico de primer orden por el envejecimiento acelerado de la sociedad, sobre el que ya han alertado, entre otros, el Banco de España por sus implicaciones en la capacidad de crecimiento de la economía, el empleo y, sobre todo, el gasto en sanidad y pensiones. Sin embargo, las políticas para incentivar la natalidad de las distintas administraciones están muy lejos de las que mantienen los países europeos más activos en tratar de revertir esta tendencia ruinosa. Tampoco la ley de familias que ultima el Gobierno de PSOE y Podemos incluye una estrategia transversal para incidir en las causas de la caída de los nacimientos en nuestro país de manera continuada desde 2014: el retraso de la maternidad a edades tardías; el menor número de mujeres en edad fértil que forman las nuevas generaciones; las dificultades para conciliar, y el aumento de las incertidumbres económicas y laborales. Las previsiones de los demógrafos apuntan a que las caídas continuarán la próxima década pese a la recuperación del flujo de inmigrantes, que suelen tener una tasa de fecundidad más alta. Por eso, urge reformular las políticas de natalidad, que, salta a la vista, no están funcionando.