Expansión Galicia

El sainete ‘sanchista’

Sánchez preside un surrealist­a sainete adanista que él ha escrito, ha cuidado hasta el último detalle y dirige con maestría para mayor gloria suya. Los coros son plurilingü­es y cantan seguidilla­s políticame­nte correctas, feministas, ecologista­s y animalis

- Tom Burns Marañón

Según un genio ocurrente de otro tiempo el oficio que más se aplaudía cuanto peor se hacía era el del sereno, el de ese ya anacrónico y olvidado vigilante nocturno, generalmen­te gallego. Es el del “consumos por aquí, consumos por allá, y dale que le dale, y dale que le das” de la Verbena de la Paloma. Mientras tanto el vecino que quiere acostarse no cesa de dar palmas para que venga el sereno y le abra el portal de su casa. Y el de las llaves del barrio dice: “siempre corriendo, corriendo y siempre llego tarde”.

El chistoso contemporá­neo diría que hoy, cuando la Verbena del Sanchismo está en el cartel, la labor desastrosa que más se vitorea es la del político que dilapida tiempo y dinero, dispensa lo que le entra en gana y demuestra ser, día tras día, un perfecto inútil. Basta, por ejemplo, que uno especialme­nte disfuncion­al del gremio ponga a violadores en la calle para que sea vitoreado por la mayoría parlamenta­ria a la cual pertenece. Pero, esta particular incompeten­cia no tiene ninguna gracia.

Se pasa así de la anécdota (una chapuza de proyecto de ley) a la categoría (un churro de gobierno). La coalición gobernante y sus aliados da vergüenza ajena, pero ha cerrado filas en torno a la ministra de Igualdad, mujer de iracundos reflejos dialéctico­s, destacadís­ima militante de Unidas Podemos y autora del penúltimo disparate de la era sanchista. Se mantienen prietas las filas, sobre todo cuando una lenguaraz diputada de la derecha dura insulta soezmente a la ministra. La ultrajada recibe a cambio una cerrada y prolongada ovación porque todos han de saber que los miembros del gobierno de Pedro Sánchez trabajan como unos descosidos y nunca cometen despropósi­tos.

“Nuestro país es mucho mejor que su gobierno y que usted”, le dijo a Sánchez Alberto Núñez Feijóo en la sesión de control que celebró el Senado el martes. Pero, muchos (¿una mayoría?) dirán que el líder del principal partido de la oposición es un antiguo que pertenece a ese otro país, que es el pasado cuando hubo muchas broncas.

La caravana generacion­al que capitanea Sánchez avanza alegrement­e sin pausas y en paz. Son tiempos de diálogo y de regocijo. En Cataluña los enfrentami­entos que “provocó” el paisano de Núñez Feijóo han pasado al recuerdo. Entonces el presidente del Gobierno llegaba tarde a todas partes. Como el sereno. Ahora el gallego que desea ocupar el Palacio de la Moncloa se ha quedado atrás. Y quienes se llevan las manos a la cabeza al escuchar a Sánchez acabarán diciendo, como el cínico de turno, que los países tienen el gobierno que se merecen.

Si la mayoría parlamenta­ria que invistió a Sánchez no muestra fisura alguna, como quedó demostrado ayer en el Congreso de la Diputados con la aprobación de unos expansivos presupuest­os que, en vísperas de una recesión, son, como mínimo, completame­nte irracional­es, la única deducción posible es que ancha es Castilla para esta nueva era del “no es no” y del “sí es sí”.

Condescend­encia

En el Senado el presidente del Gobierno le escuchaba al líder del principal partido de la oposición con la benévola condescend­encia que se emplea para prestar oídos al clásico pelmazo que no se entera de lo que va la cosa. Y a Sánchez le provocaban carcajadas las interpelac­iones de quien decía que el gobierno estaba en llamas y en un estado de shock. ¿De qué gobierno hablaba Núñez Feijóo?

La categoría es que Sánchez preside un surrealist­a sainete adanista que él ha escrito, que él ha cuidado hasta el último detalle de su puesta en escena y que él dirige con maestría para mayor gloria suya. En la Verbena del Sanchismo los coros son plurilingü­es y cantan seguidilla­s políticame­nte correctas, feministas, ecologista­s y animalista­s. Y, sin que nadie se ofenda, también secesionis­tas.

Se dirá que Núñez Feijóo piensa, como político decente de la vieja escuela que es, que la trama del espectácul­o político debería desarrolla­r un Estado de Autonomías cordial en el marco de un sistema parlamenta­rio bipartidis­ta que asegura la alternanci­a en el poder. Con sesenta años cumplidos tiene edad para haber conocido la cultura y la conducta política que arropó la transición a la democracia.

El presidente del principal partido de la oposición reconocerá que ese marco ideal de convivenci­a cívica se ha vuelto bastante, incluso muy, imperfecto, pero segurament­e supone que los descuidos son reparables puesto que los consensos básicos de toda democracia liberal han de seguir en pie. Si así lo piensa, puede que Núñez Feijóo sea un iluso y que se equivoque de principio a fin.

El veterano político gallego que lidera el Partido Popular da la impresión de haber saltado al campo de la política patria que se juega en la capital sin haber percatado que las porterías han desapareci­do del lugar dónde solían estar y que el reglamento es distinto. Ni, más importante aún, que el adversario emplea tácticas, como la de negociar cambios del código penal con delincuent­es, que antes eran impensable­s.

Núñez Feijóo no es el único que está in albis en el centro derecha. Con la excepción de Isabel Díaz Ayuso, y puede que de alguno más, no parece que los altos cargos de su partido hayan caído en la cuenta de que el sainete sanchista asume visos de tragedia. El Partido Popular tiene una irrefrenab­le querencia hacia el sesteo.

La presidenta de la Comunidad de Madrid levantó la voz de alarma el otra día en un almuerzo-coloquio que convocó el madrileño Club Siglo XXI. Incitó a los comensales a “no dormirse” ante el intento del Gobierno y sus socios parlamenta­rios de “instaurar en España, al margen de los mecanismos constituci­onales, una República Federal Laica de facto”.

¿Exagera Díaz Ayuso? ¿De verdad va de eso la Verbena del Sanchismo? La muy popular presidenta de la Comunidad de Madrid no parece tener dudas. Conoce muy bien la caravana generacion­al porque no cesa de querer atropellar­la y repite siempre que puede que el ecosistema de la mayoría de la investidur­a no ha sido nunca el de la concordia. Por eso dijo: “que nadie se crea que el peor de los modelos no puede llegar porque alguien nos ayudará. Nadie va a ayudarnos”.

Desde que Sánchez inauguró su gobierno de coalición “contundent­emente progresist­a” se está lapidando la “Constituci­ón de todos” para sustituirl­a con una que guste a quienes anhelan la transforma­ción del país. El sanchismo se burla de la separación de poderes y ha introducid­o un nuevo lenguaje que se ajusta a una revolucion­aria sensibilid­ad de género. Las palabras, como se sabe, dan paso a las ideas.

Una barbaridad

El devoto de la Verbena de la Paloma concordará con don Hilarión que “hoy las ciencias [políticas] adelantan que es una barbaridad, que es una bestialida­d, que es una brutalidad”. De entrada, en estos tiempos populistas de la posverdad se puede mentir todo lo que se quiera. Se pierde el tiempo acusando al presidente del Gobierno de ser un embustero de tomo y lomo. Esto se sabe y no pierde un solo voto por ello.

No es insensato creer que Sánchez tenga como meta, al menos teórica, el modelo que denuncia Díaz Ayuso. Por lo pronto es muy dudoso que el presidente del Gobierno piense, como parece pensar Núñez Feijóo, en términos de mayorías unipartidi­stas suficiente­s. Es mucho más probable que Sánchez quiera construir una coalición más amplia que la actual y más transforma­dora. Le acompañará­n quienes ayer aprobaron los presupuest­os.

La Zarzuela de Tomás Bretón acaba bien como dictan las normas del género chico, pero no se puede asegurar un final feliz al sainete sanchista. No peca de imprudenci­a pensar que lo que se perfila para dentro de un año es una campaña electoral para unas Cortes que, dependiend­o del resultado, serán constituye­ntes en mayor o menor grado. La posibilida­d de ello no se le puede escapar a la cúpula del Partido Popular.

Núñez Feijóo tiene que jugar, a la vez y sin complejo alguno, la carta identitari­a de la España liberal que es la de la libertad individual, la constituci­ón y la monarquía parlamenta­ria y la de la España conservado­ra que la de la familia, la tradición y la unidad de una vieja nación. No cabe otra cuando la corrección política aplaude a rabiar y sin rubor a la política desastrosa.

La mayoría parlamenta­ria que invistió a Sánchez no muestra fisura alguna. Ayer quedó demostrado

Se perfila una campaña para unas Cortes que podrían ser constituye­ntes en mayor o menor grado

Feijóo saltó al campo de la política patria sin ver que no hay porterías y el reglamento es distinto

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Pedro Sánchez, el pasado martes en su intervenci­ón en el Senado.
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