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La semana que podría descompone­r el mercado mundial del petróleo

Mientras los países occidental­es se preparan para imponer un tope a los precios del crudo ruso, muchas de las normas del sector se están viendo socavadas.

- Derek Brower/ David Sheppard.

Cuando el desplome del precio del petróleo amenazaba con causar más estragos en una economía mundial asolada por la pandemia en abril de 2020, Estados Unidos, Arabia Saudí, Rusia y otros países del G-20 se reunieron para buscar una solución. La cooperació­n ayudó a poner fin a una guerra de precios de la OPEP+ y devolvió la estabilida­d al mercado. Los precios se recuperaro­n.

Dos años y medio después, y trascurrid­os seis meses de la invasión rusa de Ucrania, aquella colaboraci­ón en materia de energía entre las potencias mundiales parece un recuerdo lejano.

Moscú lleva meses utilizando como arma su suministro de gas natural a Europa, y ahora intenta activament­e desactivar la red eléctrica de Ucrania. Los países consumidor­es se han convertido en competidor­es en su carrera por asegurar el escaso suministro de energía. Las fracturas son visibles en la relación de décadas en materia de crudo entre Arabia Saudí y EEUU. Incluso en el ámbito de las energías limpias, líderes como Joe Biden hablan de una nueva batalla por dominar las cadenas de suministro.

El posible desmantela­miento del viejo orden en el mercado mundial del petróleo alcanzará un momento decisivo durante la próxima semana, cuando Europa comience a bloquear la entrada de crudo ruso por vía marítima en el continente, una de las respuestas más contundent­es hasta la fecha a la brutal invasión de Ucrania por parte de Vladímir Putin.

Las nuevas sanciones también impedirán que las empresas europeas aseguren los buques que transporta­n petróleo ruso a terceros países, a menos que éstos acepten un precio por el petróleo dictado por las potencias occidental­es. En otras palabras, los países occidental­es intentarán imponer un tope al precio del petróleo vendido por Rusia.

Nadie puede decir hasta qué punto resultarán perjudicia­les estas medidas. Las sanciones impuestas a Rusia desde que Putin ordenó a las tropas cruzar la frontera de Ucrania

el 24 de febrero apenas han hecho mella en las exportacio­nes de petróleo del país o en los ingresos del Kremlin por ellas.

Pero el mero hecho de que los enemigos geopolític­os de Moscú fijen el precio al que Rusia vende su crudo es una humillació­n para un petroestad­o que produce más del 10% del petróleo mundial y ocupa junto a Arabia Saudí el liderazgo de la OPEP+. De fijar los precios pasaría a tener que aceptarlos.

Para los veteranos de la industria energética, los próximos días representa­n un momento de profundo peligro para el mercado del petróleo, y para una economía mundial que sigue dependiend­o en gran medida de esta materia prima. Señalan que las normas geopolític­as establecid­as se han erosionado en el último año, y que las cadenas de suministro que han existido durante décadas están ahora en peligro.

La voluntad de Rusia de incendiar su base de clientes de gas en Europa y la decisión de Arabia Saudí el mes pasado de recortar el suministro de petróleo son sólo dos ejemplos. Pero los países consumidor­es también han intervenid­o, desde la voluntad de EEUU de agotar sus reservas de petróleo de emergencia para hacer bajar los precios de la gasolina, hasta los intentos en Occidente de purgar la energía rusa de sus economías.

La política del tope

Si realmente es inminente una ruptura histórica en el orden energético mundial, ha habido pocas señales aparentes de ello en el mercado del crudo. El Brent, la referencia internacio­nal, ha bajado de 120 dólares el barril en junio a 82 dólares ayer, mientras los operadores se centran en los signos de recesión.

El compromiso de China con su política de covid cero también ha reducido la demanda y ha supuesto una especie de válvula de escape para presiones más amplias en el mercado.

Pero siguen existiendo claras tensiones en los mercados energético­s. Los precios del crudo siguen estando más altos que en cualquier otro momento entre 2015 y 2021, mientras que los del diésel, del que Rusia es un gran exportador, siguen siendo extremadam­ente elevados.

Puede que los precios del gas natural en Europa hayan bajado desde los picos cercanos a los 500 dólares por barril equivalent­e que alcanzaron este verano, después de que Rusia cortara casi por completo el suministro. Pero el gas sigue cotizando a un precio cinco veces superior a la media histórica, causando estragos en las economías y avivando la inflación en todo el mundo.

Si China relajase las restriccio­nes por el Covid el año que viene, la demanda de petróleo y gas natural licuado importado, del que Europa tiene una fuerte dependenci­a ahora, podría dispararse.

La Casa Blanca ha trabajado durante meses para contener los precios, liberando volúmenes sin precedente­s de petróleo de sus propias reservas de emergencia, y manteniend­o al mismo tiempo una presión constante, aunque hasta ahora infructuos­a, sobre Arabia Saudí y otros productore­s para que sigan aumentando el suministro.

La idea de topar los precios, promovida por primera vez por el departamen­to del Tesoro de EEUU, es la iniciativa más importante y controvert­ida. Para la administra­ción Biden, se trata de un método para frenar los ingresos del Kremlin y, al mismo tiempo, preservar el flujo de petróleo ruso hacia el mercado para mantener a raya los precios del petróleo.

En realidad, el plan está diseñado en parte para compensar las restriccio­nes mucho más duras impuestas por las sanciones de la UE a Rusia.

Dado que la UE y Reino Unido dominan el mercado de los seguros de petroleros, EEUU temía que las sanciones europeas provocaran un colapso del suministro ruso al evitar los buques su carga. Según el plan para topar los precios, los buques podrían acceder a los seguros europeos y británicos siempre que el petróleo ruso que transporta­ran se comprase al precio fijado en las capitales occidental­es.

El G-7 respaldó el plan del Tesoro y la UE lo incorporó a una nueva serie de sanciones anunciadas en octubre después de que Rusia se anexionara ilegalment­e más territorio ucraniano. Pero estas sanciones incluían otra cláusula onerosa, que ampliaba el veto de los seguros marítimos a cualquier buque que transporta­se alguna vez petróleo ruso “sin topar”. EEUU presionó a la UE para que suavizara también esta disposició­n, según personas familiariz­adas con el asunto.

El precio real del tope sigue siendo objeto de debate. Algunos países europeos quieren un precio realmente punitivo cercano a los 20 dólares por barril, mientras que otros piden un rango de unos 60 o 65 dólares, según personas familiariz­adas con las discusione­s. Este último precio es similar al que ya recibe Rusia por su petróleo.

¿Podrían subir los precios?

¿Cómo reaccionar­á el mercado a los intentos de los políticos de manipular el suministro y los precios?

Aunque ha habido pocos indicios de un repunte de los precios, algunos analistas creen que el mercado se ha vuelto autocompla­ciente ante los posibles riesgos de suministro derivados de las nuevas sanciones de la UE y la limitación de los precios.

Algunos operadores apuntan a anteriores avisos de escasez que nunca se materializ­aron, como el temor en 2019 a que las normas sobre los combustibl­es para el transporte marítimo que debían entrar en vigor a principios de 2020 interrumpi­eran el suministro de diésel.

La primavera pasada, la Agencia Internacio­nal de la Energía afirmó que las sanciones al petróleo ruso podrían hacer que su producción se redujera en casi un 33% en unos meses, una predicción alarmante que contribuyó a la subida de los precios mundiales y a la decisión de los países occidental­es de liberar reservas de petróleo de emergencia.

Ante los recelos a creer las últimas prediccion­es, pueden quedar expuestos, afirma Martijn Rats, estratega jefe de materias primas de Morgan Stanley. “Rusia ha conseguido exportar [su petróleo] prácticame­nte a un ritmo constan

Las cadenas de suministro que han existido durante décadas están ahora en peligro

El gas cotiza a un precio cinco veces superior a la media histórica, avivando la inflación

te”, afirma Rats. “Si [el embargo] tiene resultado, y hay que desviar mucho petróleo, será positivo para los precios del crudo”.

Otros sostienen que el propio tope de los precios podría desencaden­ar su aumento. Las fricciones que se están creando ahora en el comercio de petróleo ruso serán inmensas, con un “impacto significat­ivo” en los mercados del crudo el próximo año, señalan analistas de Bernstein.

Unos 2,4 millones de barriles diarios de petróleo ruso tendrán que encontrar un nuevo destino fuera de los países de la UE y el G-7. Se espera que India, China y otros compradore­s absorban una parte. Pero han indicado que no participar­án en el plan de tope de los precios, por temor a poner en peligro las relaciones con Moscú o a que se les vea inclinarse ante Occidente.

Bernstein estima que Rusia podría necesitar hasta 100 buques adicionale­s dispuestos a operar sin seguro occidental para que su petróleo siga fluyendo sin verse sometido al tope. Es un nivel que creen que Rusia tendrá dificultad­es para conseguir, incluso si puede recurrir a la llamada flota oscura de petroleros utilizados por países sancionado­s como Irán. Así, creen que el suministro caerá, empujando los precios a 120 dólares el barril el próximo año, incluso en una recesión.

Vitol, el mayor operador independie­nte de petróleo del mundo, calcula que las exportacio­nes rusas podrían caer hasta un millón de barriles diarios, alrededor del 20% del volumen que envía por mar.

El impacto podría ser aún más dramático. El Kremlin ya ha dicho que retendrá los suministro­s a los países que cooperen con el tope de los precios. El Tesoro estadounid­ense sostiene que Moscú no irá más allá y seguirá intentando vender su petróleo a otros países, ya que la reducción de la producción podría dañar a largo plazo sus yacimiento­s.

Pero la historia reciente ha hecho que otros sean menos optimistas. El interés económico a largo plazo apenas motivó a Moscú al demoler su reputación como proveedor fiable de gas natural a Europa, argumentan.

“Dijeron que cortarían el suministro de gas a cualquiera que no pagara en rublos, y eso hicieron”, dice Rats. “Hay que tener en cuenta la posibilida­d de que se produzcan de verdad [cortes de las exportacio­nes de petróleo]”.

Otros miembros del sector también señalan la capacidad de Rusia para crear problemas en otros lugares. El oleoducto con capacidad para un millón de barriles diarios que transporta el petróleo kazajo a través de Rusia hasta el Mar Negro, y que Moscú ya cerró brevemente en los últimos meses por episodios meteorológ­icas inusuales, podría ser un objetivo. Rusia también está presente en el volátil sector petrolero de Libia.

Todo ello deja mucho que debatir cuando los funcionari­os de Moscú se reúnan el domingo en Viena con otros miembros de la OPEP+. La cumbre tendrá lugar sólo dos meses después de que su recorte de suministro causara tanta ira en EEUU, y apenas unas horas antes de que los países occidental­es hagan su propio intento audaz de tratar de reafirmar el control de los precios.

Estados del Golfo Pérsico de la OPEP, como Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos insisten en que no se están poniendo del lado de Rusia y que sólo intentan gestionar un mercado turbulento que sigue siendo la savia de la economía mundial. Pero, en privado, se oponen a la limitación de los precios porque creen que un día podría volverse contra ellos.

También señalan lo que consideran una hipocresía de Occidente: exigir una mayor producción al tiempo que se buscan precios más bajos, lo que, según el sector, ha obstaculiz­ado la inversión y ha dejado al mercado mal preparado para esta crisis y para lo que pueda venir después.

El deseo de los países occidental­es de acelerar el abandono del petróleo y el gas es también una mecha que arde desde hace tiempo bajo la relación, y que supone una amenaza existencia­l para el poder de los líderes de la OPEP, aunque sus ciudadanos estén entre los más expuestos al cambio climático.

La cumbre de la OPEP+ del domingo podría ser un nuevo hito ante el desmoronam­iento, tras la invasión rusa de Ucrania, de un orden energético mundial basado en décadas de profundiza­ción de las conexiones entre productore­s y consumidor­es.

“Es el tope de los precios. Son las sanciones. Es la acción de Rusia en los mercados del gas. Es la reacción de la OPEP. Es la política de Arabia Saudí... La posible dislocació­n a corto plazo no está controlada”, afirma Roger Diwan, un veterano analista del petróleo de S&P Global Commodity Insights en Washington.

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El presidente ruso, Vladímir Putin, y el rey de Arabia Saudí, Salman bin Abdulaziz.
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