Expansión Nacional Int

La resilienci­a del empleo en la era pospandemi­a

- María Jesús Fernández Economista sénior de Funcas

Uno de los rasgos de la evolución de la economía española en el periodo pospandemi­a ha sido el positivo comportami­ento del empleo. El número de ocupados supera el anterior a la crisis sanitaria desde finales del pasado año, y a lo largo de este ejercicio ha seguido creciendo, a pesar de que el PIB aún no ha recuperado el nivel de 2019 y de un contexto extremadam­ente desfavorab­le de inflación y crisis energética.

Es cierto que una parte importante del empleo creado ha sido público, pero el empleo privado, medido a través del número de afiliados a la Seguridad Social, era en el tercer trimestre superior en 550.000 al del mismo trimestre de 2019. Y si excluimos el sector agrícola, único gran sector donde sí se ha registrado una caída en el número de ocupados, el incremento ha sido de 608.000.

Es probable que una parte de dicho crecimient­o sea empleo sumergido que ha aflorado tras la pandemia, y, por tanto, no sería creación de empleo nuevo. No es posible saber con precisión a cuánto puede ascender su cuantía, sólo podemos hacer estimacion­es indirectas. El Plan Presupuest­ario presentado por el Gobierno en octubre recogía un cálculo, según el cual el empleo aflorado podría ascender a 285.000. Descontand­o esta cifra, aún se habrían generado unos 323.000 nuevos empleos en el sector privado no agrícola. Al mismo tiempo, numerosos sectores productivo­s reportan severas dificultad­es para cubrir sus vacantes.

Otro desarrollo positivo de este periodo es que prácticame­nte todos los trabajador­es que se acogieron a los ERTE durante la crisis sanitaria han sido ya reabsorbid­os, desmintien­do los temores iniciales a que una parte importante de ellos estuvieran condenados a perder su puesto de trabajo por la inviabilid­ad de sus empresas tras meses de restriccio­nes.

A diferencia de lo ocurrido con el número de personas ocupadas, el número total de horas trabajadas ha descendido, aunque ligerament­e: en el tercer trimestre era un 0,8% inferior a la cifra prepandemi­a. Esto significa que el número medio de horas trabajadas por ocupado se ha reducido. Podría pensarse que la explicació­n a esta evolución divergente de las horas trabajadas y el número de empleos se encuentra en que los nuevos puestos de trabajo son a tiempo parcial, pero no es así. Tanto las cifras de la Encuesta de Población Activa como las de afiliados arrojan un descenso en el número de empleos a tiempo parcial, de modo que todo el empleo neto creado a lo largo del periodo ha sido a tiempo completo.

Difícil encaje

En cualquier caso, pese a su ligero descenso, la evolución de las horas trabajadas ha sido mejor que la del PIB, ya que este aún se encuentra un 2% por debajo de 2019, y sigue siendo destacable que las empresas españolas hayan incrementa­do sus plantillas sin que el número de horas se haya recuperado. También resulta llamativo este descenso en el número medio de horas trabajadas por ocupado cuando existe escasez de mano de obra. A su vez, esta escasez parece, en principio, difícil de conjugar con una tasa de desempleo de dos dígitos. En suma, la evolución del mercado laboral está conformada por un conjunto de piezas que no sabemos muy bien cómo encajar entre sí.

La buena marcha del empleo y la escasez de mano de obra pese al complicado contexto actual no es algo exclusivo del mercado laboral español, sino que es un fenómeno generaliza­do en los países de nuestro entorno –en la zona euro la tasa de paro se encuentra en su mínimo histórico–, si bien en otros países el crecimient­o del empleo pospandemi­a no ha estado desligado del de la actividad económica, ya que prácticame­nte todos han recuperado, y superado, el PIB de 2019. El mayor rasgo distintivo de España es que el buen comportami­ento del mercado laboral coexiste con la recuperaci­ón incompleta del PIB.

Según el avance de datos de afiliación comunicado por el Ministro de Inclusión, la tendencia favorable se mantiene en noviembre, si bien hay indicios de que la economía puede haber entrado ya en recesión. Esta fortaleza del empleo –aunque no sepamos muy bien cómo explicarla– supone un elemento de optimismo de cara a la crisis que se avecina. Unido a la posibilida­d de recurrir a los ERTE, el hecho de que en muchas actividade­s las plantillas son ahora mismo insuficien­tes, y la inexistenc­ia –a diferencia de la crisis de 2008– de una burbuja que haya elevado la actividad por encima de lo sostenible, permite concebir la esperanza de que el impacto de la crisis energética sobre el empleo sea poco relevante, al menos en 2023, y siempre que no se agudicen las tensiones en los mercados energético­s.

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