China acelera la supresión de restricciones tras la ola de protestas
por hidrógeno que cerraran la brecha que dejaran las energías eólica y solar. Pero para producir un hidrógeno barato, los electrolizadores necesitan un flujo estable y confiable de electricidad, algo que se supone tendrían que aportar ellos mismos. La solución a este dilema sigue sin encontrarse.
Una enfermedad distinta
La guerra de Ucrania ha expuesto de manera implacable las insuficiencias de la transición a la energía verde, obligando a países como Alemania a un experimento energético en tiempo real. Por ahora, no tienen más alternativa que comprar insumos extremadamente caros de gas natural licuado, importar y extraer más gas natural local, y depender de la energía nuclear, sea producida en el país o importada.
Hace veinte años, Alemania era llamada el enfermo de Europa, por su alto desempleo, la debilidad de su demanda interna y el lento crecimiento de su PIB. Hoy el país parece haber cogido otra enfermedad, esta vez por una política energética ambiciosa y poco realista. La recuperación será dolorosa.
Pekín ha pisado el acelerador en el levantamiento de las restricciones ligadas a la pandemia tras la ola de protestas que ha sacudido el país, cansado de la férrea política de Covid cero impuesta por el régimen y que va camino de cumplir tres años. Así, a lo largo del pasado fin de semana, grandes ciudades chinas como Cantón, Shenzhen, Chongqing o la propia capital del país, Pekín, continuaron relajando algunas restricciones después de que el Gobierno afirmara que “se dan las condiciones para ajustar medidas”. Esto hace concebir la esperanza de que Pekín podría estar cerca de poner fin a su rigurosa política antiCovid. El propio presidente chino, Xi Jinping, habría reconocido ante funcionarios de la UE el fuerte descontento popular, según informa Financial Times, que cita a dos funcionarios europeos conocedores del encuentro que tuvo lugar a puerta cerrada el jueves pasado.
A finales de noviembre, las principales ciudades chinas vivieron una riada de protestas y manifestaciones, con miles de ciudadanos chinos mostrando su frustración y hartazgo en las calles. Entonces, el Gobierno chino ordenó reprimir las manifestaciones y se produjeron numerosas detenciones. Ahora, la táctica empleada es diferente y pasa por una gradual supresión de las restricciones, pese a que las cifras de contagios, aunque mejoran, se encuentran todavía en tasas muy elevadas (31.824 casos detectados el sábado, aunque la mayoría asintomáticos). Así, por ejemplo, Pekín, que se enfrenta a un fuerte rebrote de las cifras de Covid, anunció el viernes que no será necesario mostrar un resultado negativo de PCR para usar el transporte público. Sin embargo, los residentes en la ciudad siguen viéndose obligados a realizar pruebas PCR para entrar en su oficina o comer en un restaurante, con la diferencia de que ahora se enfrentan a largas colas por la reducción del número de puntos de testeo. En Chongqing se permitirá que algunos contactos cercanos de contagiados hagan cuarentena en casa, lo que supone un giro considerable con respecto a la política vigente estos años.