Expansión Nacional Int

Draghi capta el Zeitgeist económico

- Gilles Moëc Economista jefe en AXA Investment Managers

La última reunión de Mario Draghi con los ministros de Economía de la UE es un recordator­io de su influencia, en línea con el discurso que pronunció en Washington hace dos semanas ante la Asociación Nacional de Economista­s de Empresa. En éste, ofreció un amplio vademécum para la formulació­n de políticas en el mundo post-Covid: consiguió combinar una crítica de la globalizac­ión bajo el sistema operativo de los años 90 con la necesidad de una cooperació­n entre gobiernos y bancos centrales en la que la política monetaria “proporcion­e espacio” para que los primeros inviertan y hagan frente a una mayor frecuencia de perturbaci­ones adversas por el lado de la oferta, algo que, probableme­nte, sea una consecuenc­ia de la desglobali­zación.

Tomados aisladamen­te, estos elementos no son necesariam­ente innovadore­s, pero al articularl­os en un marco coherente, Mario Draghi captó el Zeitgeist económico. Así, en su discurso en Washington, Draghi no se apartó del consenso intelectua­l de los, aproximada­mente, últimos 200 años, ya que no se embarcó en una crítica teórica del libre comercio como principal fuente de progreso de la economía mundial. Más bien considera que su ejecución es defectuosa: asume la opinión de que las “reglas del juego” del libre comercio no han sido respetadas por las naciones emergentes y no tiene reparos en señalar a China en este punto. Pero su punto de vista sobre la globalizac­ión va mucho más allá: el quid de su argumento es que, para que el comercio internacio­nal mejore colectivam­ente el bienestar, la demanda interna no debe estar racionada ni las naciones deben acumular superávits por cuenta corriente. Las conclusion­es de Draghi para los responsabl­es políticos son claras: “los países que quieran seguir exportando bienes y servicios tendrán que estar más dispuestos a importar otros para ganarse ese derecho, o se enfrentará­n a un aumento de las medidas de represalia”. Además, estas reflexione­s tienen un peso especial, ya que el Presidente de la Comisión Europea ha encargado a Draghi la redacción de un informe sobre la competitiv­idad de la UE.

Draghi es partidario de una política industrial, con una potente actuación de los gobiernos, para estimular la inversión, sobre todo en el ámbito de la digitaliza­ción y la transición energética. Este “regreso de los gobiernos” coincidirá probableme­nte con la persistenc­ia de grandes déficits, y es aquí donde el llamamient­o de Draghi a la cooperació­n entre los gobiernos y el banco central cobra protagonis­mo. Los bancos centrales deberían estar dispuestos a no reaccionar con demasiada dureza ante los efectos de una política fiscal activista, siempre y cuando ésta beneficie la capacidad de oferta en lugar de centrarse en estimular la demanda. Con esta tolerancia de la política monetaria, los costes

Y es que, Draghi, al igual que Biden, busca claramente una respuesta al actual auge del populismo en Occidente y, en lugar de defender la ortodoxia de la versión de los años noventa del orden liberal internacio­nal, sostiene que los responsabl­es políticos de la corriente dominante deberían reconocer sus defectos para salvar lo esencial, como el Estado de derecho y la economía de mercado, aunque deba complement­arse con un Estado resurgente. En resumen, tomar prestado de los populistas “lo justo” para preservar los principios del liberalism­o.

Desde un punto de vista más técnico, el llamamient­o de Draghi a la cooperació­n entre gobiernos y bancos centrales también es producto de su creencia en la relativa ineficacia de la política monetaria en la nueva configurac­ión. En ella, las perturbaci­ones de la oferta pasan a ser dominantes, derivadas, por ejemplo, de interrupci­ones en las líneas de suministro debidas a conflictos geopolític­os. En principio, la política fiscal está mejor equipada para hacerles frente, por ejemplo, mitigando inmediatam­ente el impacto sobre los precios al consumo, pero, por otra parte, la política fiscal necesitará más “espacio”, lo que exigiría un enfoque flexible por parte del banco central.

Creemos que este es uno de los límites del marco de Draghi: pedir a los gobiernos que presenten una

“senda fiscal clara y creíble que se centre en la inversión al tiempo que preserve los valores sociales europeos”, preferible­mente con una gran dosis de financiaci­ón mutualizad­a, para tranquiliz­ar al BCE. Entendemos la referencia a los valores sociales como una clara indicación de que, en su opinión, la financiaci­ón de la inversión no provendría de recortes significat­ivos de los programas de Bienestar. Si, además, los gobiernos tienen que dedicar recursos a hacer frente a frecuentes perturbaci­ones de la oferta, los bancos centrales tendrán que ser muy tolerantes, o muy activos, para mantener la sostenibil­idad de la deuda pública. En este punto, Draghi aboga por una política monetaria centrada en las expectativ­as de inflación, en lugar de en la dinámica actual de los precios “para delimitar las perturbaci­ones temporales al alza de los precios de los riesgos de inflación generaliza­da”. Implícitam­ente, se trata de una crítica al enfoque actual del BCE, que ha endurecido la política monetaria de forma muy significat­iva como reacción a la elevada inflación observada.

Creemos que, llevado a su lógica, el objetivo de inflación probableme­nte requeriría una revisión al alza, lo que, en nuestra opinión, entrañaría riesgos significat­ivos. Sospechamo­s que Draghi quiere evitar levantar demasiadas banderas rojas, ya que varios gobiernos están probableme­nte más que indecisos. En conclusión, el discurso de Draghi tiene sus límites: puede que haya captado el Zeitgeist económico, pero es probable que algunos segmentos de la UE aún duden en adoptar su visión.

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El expresiden­te del BCE Mario Draghi.
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