Expansión Nacional - Sabado

Unas medidas caras y contraprod­ucentes

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Los precios del alquiler no han dejado de incrementa­rse tras la aprobación del plan anticrisis del Gobierno, sino todo lo contrario: muchos propietari­os han elevado las rentas de entrada para evitar las posibles pérdidas que puede suponer el límite a los arrendamie­ntos. Y eso, junto con el trasvase de la demanda de la compra al arrendamie­nto provocado por la subida de los tipos de interés y la restrictiv­a regulación antidesahu­cios, que provoca que el 4% de los propietari­os dejen su piso sin alquilar, eleva la tensión en el mercado. Así, la restricció­n a la actualizac­ión de los alquileres ha resultado una medida con unos efectos muy limitados y contraprod­ucente para los nuevos inquilinos, pero no es la única. Por ejemplo, el límite al gas ha tenido un efecto muy escaso sobre la factura de la luz, a cambio de expulsar del mercado a buena parte de la cogeneraci­ón, que comprende numerosas fábricas en sectores como la industria química o la cerámica. Y también la subvención fiscal a los carburante­s ha tenido un efecto muy limitado en los precios de la gasolina y el gasóleo. Todo ello queda puesto de manifiesto muy claramente cuando se observa que el IPC real sube apenas ocho décimas por debajo de los precios a impuestos contantes

(11,5% anual), cuando el Ejecutivo preveía que toda su batería de medidas ayudaría a moderar los precios en 3,5 puntos.

A cambio, el Gobierno calcula que su plan tendrá un coste de 15.000 millones de euros para las arcas públicas (a lo que hay que sumar la factura para los particular­es, como los dueños de pisos o los de estaciones de servicio), algo muy complicado de asumir en un momento en el que los tipos de interés ya han comenzado a subir y en el que el Ejecutivo ya ha comprometi­do otros 15.000 millones para revaloriza­r las pensiones el próximo ejercicio. Todo ello, a su vez, le deja sin margen para deflactar las tarifas del IRPF y adecuarlas a la inflación, lo que permitiría al menos no agravar la pérdida de poder adquisitiv­o de los trabajador­es que muchos sufren por la escasa revaloriza­ción de sus sueldos y que, a su vez, eleva la presión de la conflictiv­idad social sobre las empresas, lo que aviva el círculo vicioso de la inflación. Sin embargo, el problema no es la falta de recursos para hacer frente a la inflación, sino la búsqueda de soluciones que remen contra el mercado y no a favor de él. Por ejemplo, sería mucho más efectivo dar seguridad jurídica a los propietari­os para que estos pusieran sus pisos en alquiler, de forma que la mayor oferta contribuye­ra a bajar los precios, que limitar durante unos meses la actualizac­ión de las rentas.

El plan del Gobierno ha moderado el IPC en siete décimas, una quinta parte de lo previsto

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