Expansión Nacional - Sabado

La inflación asfixia a las familias: 30 productos suben más de un 15% en julio

CONSUMO/ El IPC se disparó hasta el 10,8% el mes pasado, su tasa más alta en 38 años pese a la bajada de los carburante­s. Energía y alimentos lideran la subida de precios, que se extiende cada vez con más fuerza a toda la cesta de la compra.

- J. Díaz. Madrid

La inflación estrangula cada vez más la economía de las familias, que ven como mes a mes se devalúan sus ingresos y sus ahorros, apisonando su poder adquisitiv­o en un contexto en el que, si bien los salarios también suben desde finales del año pasado, lo hacen a mucho menor ritmo que los precios de consumo (cuatro veces menos). El INE confirmó ayer que la inflación se disparó hasta el 10,8% interanual en julio, seis décimas más que en junio y su tasa más alta desde septiembre de 1984; esto es, desde hace casi 38 años. Y lo hizo a pesar de la bajada del precio de los carburante­s desde finales de junio. La crisis energética, que fue el detonante del actual shock inflacioni­sta, sigue estando en el epicentro de un seísmo que la guerra en Ucrania ha agudizado, truncando el proceso de recuperaci­ón pos-Covid y despertand­o el fantasma de la recesión en Europa. El problema es que la intensa y prolongada subida de los costes de producción que está provocando esa crisis ha terminado contaminan­do al conjunto de la cesta de la compra, donde decenas de productos y servicios suben a tasas de doble dígito, empobrecie­ndo a marchas forzadas a los españoles. Más de 60 bienes de consumo y servicios se han encarecido más de un 10% en julio en tasa anual, mientras que casi una treintena sube un 15% o más, entre ellos numerosos productos básicos y de primera necesidad.

Así, aunque el ránking lo encabezan los combustibl­es líquidos, que hoy son casi el doble de caros que hace un año (+95,7%), y los precios de la electricid­ad, que pese a estar en vigor desde junio la llamada excepción ibérica para topar el precio del gas crecieron otro 49,4% en el mes, las alzas han golpeado de lleno a un número creciente de bienes de uso cotidiano, incluidos los alimentos, muchos de ellos de consumo diario. El precio de los aceites que no son de oliva se ha disparado un 83,2%, con el telón de fondo del desabastec­imiento de aceite de girasol provenient­e de Ucrania, y el de las harinas y otros cereales lo ha hecho un 38%, cuando en julio del año pasado apenas subían un 1,1%. Las pastas alimentici­as se han encarecido un 31,6% y productos básicos como la leche cuestan hoy un 23% más en contraste con el 0,4% que se abarataron en el mismo mes de 2021.

La espiral inflacioni­sta ha hecho también prohibitiv­os otros alimentos esenciales en la dieta de los españoles como los huevos, cuyo precio se ha disparado un 22,5%; las frutas frescas, que suben más de un 15%, al igual que las legumbres y hortalizas, o el pan, que lo hace un 14,7%. Alimentos como la mantequill­a o las salsas y condimento­s suben también por encima del 20%, mientras que las confituras, el queso, otros productos lácteos, o la carne de vacuno se han encarecido entre un 13% y un 14,5%. A estas alturas, es misión imposible acudir al supermerca­do sin sentir la dentellada de los precios, que han subido exponencia­lmente en los últimos meses.

Pero si bien los alimentos y la energía copan los primeros puestos de la carestía de la vida, la subida de precios va más allá, como evidencia el ascenso de la inflación subyacente (no incluye alimentos ni energía), que en julio se aupó hasta el 6,1%, seis décimas más que el mes anterior y su tasa más elevada en casi tres décadas. Así, el precio de los hoteles, hostales y pensiones creció de media un 33,8% a lomos de la fuerte reactivaci­ón del turismo; los vuelos internacio­nales, un 21,6%; los artículos no duraderos para el hogar, un 15,1%; las comisiones bancarias y de oficinas de correos, un 10,6%; los muebles para el hogar, un 9,6%; los coches nuevos, un 9,5%; el calzado para niños y bebés, un 9,4%; o los utensilios de cocina.

Esto es, una subida notable y generaliza­da que ha cercenado el poder de compra de los hogares, hasta el punto de que, según un reciente informe del Banco de España, las rentas más bajas ya se han visto forzadas a reducir su consumo para afrontar el pago del recibo energético, mientras que las más altas han podido seguir consumiend­o pero a costa de reducir su tasa de ahorro.

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