Un freno que rebaja el riesgo de burbuja
El mercado de la vivienda sigue creciendo con fuerza, tanto en la compra como en el alquiler, si bien empiezan a aflorar señales de una progresiva ralentización antes de haberse recuperado por completo de la crisis del coronavirus. Esto se refleja en la evolución por zonas geográficas, con la mitad de las capitales con precios todavía un 20% por debajo de las cifras de 2019, y en los tipos de inmuebles, ya que la vivienda de segunda mano está penalizada frente a la nueva por las necesidades que se detectan en la demanda. Así, aunque los precios están subiendo al calor del aumento de las compras impulsadas por el aumento de los nuevos contratos indefinidos, ya se empiezan a notar los efectos de la subida de tipos de interés, que ha encarecido en buena medida las cuotas hipotecarias en los últimos meses. Eso está frenando, a su vez, la petición de visados de obra nueva, debido a que los promotores temen una ralentización del mercado en los próximos meses.
Con todo, el freno del sector no es algo necesariamente negativo, ya que también acota la posibilidad de que se produzca una nueva burbuja en el mercado.
Hay que tener en cuenta que los precios de las nuevas viviendas están creciendo con fuerza debido a la subida de los precios de los materiales y a los cuellos de botella por la falta de profesionales, con lo que una demanda vigorosa sostenida en el tiempo habría tensado enormemente los precios. Y más en un momento en el que la demanda apuesta por una tipología de viviendas muy escasa, con zonas más amplias, espacios al aire libre y buen aislamiento acústico y térmico para paliar la escalada de los precios energéticos. Esta pausa ofrece una oportunidad al mercado para rearmarse, y aquí el sector público puede jugar un papel fundamental. Por un lado, debe apostar por políticas de formación que capaciten a los desempleados de cara a las necesidades de las empresas. Y por otro lado, los ayuntamientos tienen que desbloquear el suelo para facilitar nuevas promociones y abaratar su coste, pensando más en los ingresos futuros que reportarán los nuevos vecinos que en el beneficio inmediato.
La moderación de la demanda de vivienda ofrece al sector un periodo para formar nuevos profesionales