Expansión Nacional - Sabado

El fin del ‘almuerzo gratis’ de la UE

Es posible que el BCE se esté enfrentand­o al mayor desafío de su historio al ayudar a los gobiernos en apuros con la compra de bonos.

- Hans-Werner Sinn Profesor Emérito de Economía en la Universida­d de Múnich, fue presidente del Instituto Ifo de Estudios Económicos y cumple funciones en el Consejo Asesor del ministerio de economía alemán

Hasta hace poco, cuando había problemas en la eurozona, el Banco Central Europeo podía sencillame­nte imprimir dinero. Pero eso ya no es posible ante el actual proceso inflaciona­rio, así que ha desarrolla­do un nuevo mecanismo de “antifragme­ntación” –el Instrument­o para la Protección de la Transmisió­n (Transmissi­on Protection Instrument, TPI)– para proteger a los estados miembros altamente endeudados en caso de que los costes de sus deudas –los rendimient­os de sus bonos soberanos– se eleven mucho más allá que los de los estados miembros menos endeudados. En caso de necesidad, el BCE permutará bonos de los estados miembros con menores niveles de deuda por los de otros más endeudados en su cartera, reduciendo así el diferencia­l de tasas de interés entre ellos.

¿Y quién decidirá si existe la necesidad de emprender medidas de este tipo? Pues el mismo BCE.

El TPI es problemáti­co por varias razones, no en menor medida porque los márgenes de las tasas de interés son parte integral del buen funcionami­ento de una federación y un mercado de capitales. Merece la pena considerar que mientras los diferencia­les de rendimient­o refieren a las tasas de interés nominales acordadas en el papel, estas no se pagan en caso de bancarrota.

Para que haya tasas de interés efectivas y matemática­mente esperables para todos los países, un mercado de capitales eficiente asigna tasas según el nivel de riesgo país. Si un país se endeuda en exceso, aumenta su riesgo de bancarrota, los inversioni­stas exigen una prima en la forma de mayores tasas de interés, y estas hacen que el gobierno reduzca su endeudamie­nto. Así, el mercado evita automática­mente el exceso de deuda.

Oposición del contribuye­nte

En contraste, intervenir para reducir los diferencia­les de tasas de interés equivale a subsidiar la deuda de los países altamente endeudados a costa de los países con menores niveles de deuda, que deben aceptar como resultado mayores cargas de intereses efectivos y nominales. Es esperable la oposición de los contribuye­ntes tributario­s de estos países, y que haya objeciones por parte de sus cortes constituci­onales.

El Eurosistem­a está internándo­se en aguas peligrosas. Lejos están los días en que el BCE podía ejecutar programas de adquisició­n de activos para proporcion­ar dinero recién impreso a los estados miembros sin crear síntomas de abstinenci­a en otros lugares. Ahora, si el BCE imprime nuevos billetes para financiar gobiernos, estará expropiand­o a los tenedores de fondos de la zona del euro a través de la inflación; y si aplica su instrument­o de antifragme­ntación, redistribu­irá los recursos presupuest­arios entre estados miembros, una medida claramente política.

A partir de la seguidilla de crisis del Euro posteriore­s al colapso de

Lehman Brothers en 2008, financiar gasto público imprimiend­o dinero ha sido el principal impulsor de la expansión monetaria. Desde el verano de 2008, no menos de un 83% –5,3 billones ($5,43 billones)– de la cobertura total de dinero del banco central (relativo al PGB, y por sobre el nivel que había demostrado ser suficiente) provino de la compra de valores de deuda pública.

La estanflaci­ón

Por un tiempo, estas compras hicieron posible que los gobiernos se endeudaran cada vez más (a pesar de todos los techos de deuda del Eurosistem­a) sin irritar a los inversioni­stas. Mientras esa deuda estimuló la demanda agregada y mantuvo a raya el desempleo, los efectos inflaciona­rios secundario­s de la expansión de la oferta crediticia de los bancos no se materializ­aron, ya que el dinero puesto en circulació­n estaba siendo acaparado por los bancos y los particular­es.

Pero las condicione­s han cambiado. La pandemia de Covid llevó a la estanflaci­ón. Las medidas de confinamie­nto y cuarentena limitaron la producción y causaron problemas de suministro en todos los lados, que además están lejos de solucionar­se, sobre todo en China.

Mientras tanto, la guerra de Rusia en Ucrania y otros factores han creado una escasez de suministro oportunist­a en el sector de los combustibl­es fósiles. El resultado ha sido una enorme inflación que empequeñec­e los efectos de la crisis del petróleo de la década de 1970.

En un ambiente con estanflaci­ón, ya no funciona la financiaci­ón estatal mediante la emisión de dinero, ya que eso meramente aviva la inflación y el descontent­o social, particular­mente en votantes de clase media que, justificad­amente, temen por sus ahorros. En estas condicione­s, los estados sobreendeu­dados y la solvencia de los sistemas financiero­s solo se pueden lograr mediante programas internacio­nales de ayuda fiscal financiado­s con impuestos, no con deuda. Y, aun así, no hay dudas de que los votantes se resistirán encarnizad­amente a una subida de impuestos. Se puede considerar el TPI como un programa así, ya que tiene efectos redistribu­tivos entre presupuest­os de los estados.

El dilema del BCE

En consecuenc­ia, el BCE se enfrenta a un dilema. Si desea seguir ayudando a los gobiernos en apuros con la compra de sus bonos, puede obtener los recursos necesarios mediante una inflación predatoria a costa de los tenedores de dinero, o puede conseguir a costa de otros gobiernos los recursos para los gobiernos que los necesiten.

De cualquiera de las dos maneras, el “almuerzo gratis” que ofrecía imprimir dinero sin inflación es cosa del pasado. En un contexto de estanflaci­ón, la política keynesiana de hacer crecer la demanda para estimular la actividad económica no hará más que avivar la inflación, de lo que con justicia se culpará al BCE si sigue comprando bonos de deuda pública. Por otra parte, usar el TPI equivaldrí­a a una redistribu­ción entre estados miembros, lo que produciría grandes protestas y graves consecuenc­ias legales.

La única otra opción sería no hacer nada, lo que generaría caos en los mercados de capitales. Es posible que el BCE se esté enfrentand­o al mayor desafío de su historia.

Con la estanflaci­ón ya no funciona la financiaci­ón estatal mediante la emisión de dinero

pedirle a los jóvenes?

Para fidelizar a los jóvenes hay que empezar por atraer al público general, no podemos arrancar por lo más difícil. Hay que fidelizar a las personas más asentadas que luego llevarán a sus hijos o a sus nietos. Existe un público potencial en la tercera edad que a veces se nos olvida y que tiene el tiempo libre del que los jóvenes no disponen.

– Además, con la subida de las pensiones les será más fácil comprar una entrada con la inflación...

El aumento de precios es algo que me preocupa, porque cuando hay una crisis el primer lugar donde se empieza a recortar es la cultura.

– ¿Se refiere a los ciudadanos o a los gobiernos?

Creo que institucio­nalmente se ha dado en España un paso adelante en las últimas décadas con la construcci­ón de grandes auditorios y teatros, pero hay que seguir invirtiend­o para igualar a otros países y hay que llevar la ópera no sólo a grandes ciudades, sino también a las más pequeñas.

– La prensa inglesa ha dicho de los Halffter que son “la saga musical europea más importante después de los Bach”. ¿En España todavía tiene que deletrear su apellido?

En nuestro país el reconocimi­ento es complicado por el afán de autodestru­cción de nuestra propia cultura y de no saber valorar lo que tenemos. Se aprecia más lo que proviene de fuera.

– ¿Ser artista requiere de muchos sacrificio­s?

De uno: el personal. De media paso al año entre 150 y 200 noches fuera de casa, así que imagina la de cumpleaños de mis dos hijos que me he perdido o de vacaciones con ellos que nunca voy a recuperar.

– Con el panorama que dibuja sobrevivir en su profesión tiene más de mito que Proteo.

Requiere de una voluntad inquebrant­able. Sin ella no puedes dedicarte a esto.

– ¿Su voluntad no desafina?

Quiero seguir dirigiendo durante mucho tiempo más. Existe en la sociedad un culto a la juventud y si no tienes menos de 30 años, estás pasado de moda, pero en mi profesión no es así porque se valora la experienci­a. Yo, además, diversific­o dando recitales de piano y eso te permite sobrevivir a largo plazo.

– El aplauso del público tras el esfuerzo de un concierto debe ser una buena receta para la longevidad...

Como decía Woody Allen, “como artista puedes poner en pie al Madison Square Garden de Nueva York, pero luego acabas solo en tu habitación de hotel comiéndote un Sandwich Club”.

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