Europa y la NASA aciertan al apuntar a las estrellas
El éxito de dos programas espaciales a la Luna no debe juzgarse sólo mediante criterios comerciales. ¿Qué tienen en común los planes de la NASA de lanzar uno de los cohetes más potentes del mundo el próximo lunes y las ambiciones europeas de construir fábricas de semiconductores de vanguardia?
Como mínimo, ambos son proyectos lunares, uno literalmente y el otro metafóricamente. Otras similitudes me llamaron la atención mientras escuchaba a un ejecutivo de Boeing la semana pasada hablar de los retos planteados por la construcción del primer sistema de cohetes diseñado para llevar a los humanos de vuelta a la Luna tras 50 años de ausencia.
Ambos proyectos han sido impulsados por la política y no por la industria; ambos requieren decenas de miles de millones de dólares de apoyo estatal; y ambos corren el riesgo de ofrecer resultados poco competitivos.
Por último, apuesto a que el plan de la UE para duplicar su cuota de fabricación de semiconductores a nivel mundial hasta el 20% en 2030, al igual que el sistema de lanzamiento espacial de la NASA, de 20.000 millones de dólares, se excederá y gastará de más.
Pero, ¿significa eso que ambos proyectos serán un desperdicio de dinero de los contribuyentes? No necesariamente. Dependerá en gran medida de cómo valoren los políticos y el público el potencial que se entregue.
Cuando Artemis 1 despegue el lunes para realizar su primer vuelo de prueba no tripulado, se anunciará como el lanzamiento de una nueva era de exploración espacial que podría llevar a los seres humanos más allá de la Luna hasta Marte.
Pero esa nunca fue la consideración clave cuando se anunció el sistema de lanzamiento espacial con un presupuesto de 6.000 millones de dólares hace una década, según Casey Dreier, asesor espacial sénior de The Planetary Society, una organización sin ánimo de lucro. En su lugar, los políticos querían preservar los miles de puestos de trabajo que estaban en riesgo cuando el programa del transbordador espacial terminó en 2011. “Está optimizado para una solución política más que técnica”, señala.
Contratistas como Boeing, que construye la fase central del cohete, han recibido críticas por los retrasos y la mala gestión. Pero hay otros factores que han contribuido a disparar los costes. Reconstruir una cadena de suministro que se deterioró cuando Estados Unidos abandonó las misiones lunares tripuladas en la década de 1970 no iba a resultar barato.
Y desde entonces ha surgido una tecnología que amenaza con hacer redundante el sistema de lanzamiento. Los cohetes reutilizables Falcon de Elon Musk han reducido los costes de lanzamiento. Su gigantesco cohete reutilizable, Starship, pretende reducirlos aún más.
Los críticos del programa de lanzamientos espaciales sugieren ahora que se abandone cuando Starship salga al mercado. Un regulador gubernamental ha advertido que las primeras misiones de Artemis podrían costar la desorbitada suma de 4.000 millones de dólares cada una.
Europa está recibiendo críticas similares, incluso antes de que conceda subvenciones para nuevas fábricas de chips. Puede que Bruselas haya cortejado a Intel con generosos incentivos, pero el fabricante de chips estadounidense está intentando alcanzar a sus rivales asiáticos TSMC y Samsung con una agresiva expansión. Esta estrategia sigue sin estar probada. Y a medida que la tecnología avanza, las necesidades de inversión aumentan.
ASML es la carta más fuerte de Europa en la carrera de los semiconductores, ya que domina el mercado de las máquinas de litografía avanzada. Sin embargo, incluso la empresa holandesa se mostró inicialmente recelosa del objetivo de la “autonomía estratégica” de Europa en la fabricación de chips avanzados. Calcula
que los costes operativos de una nueva instalación en Europa serían aproximadamente 2,5 veces superiores a los de Asia si no se conceden cuantiosas subvenciones.
Pero incluso con subvenciones, ¿serán suficientes los 43.000 millones de euros de inversión pública y privada de Europa? La consultora BCG calcula que Taiwán paga hasta un 25%-30% del coste total de propiedad de una nueva fábrica construida en el país durante 10 años. China aporta aún más. BCG calcula que EEUU y Europa sólo ofrecen un 10%-15%.
Entonces, ¿está Europa malgastando su dinero si los fabricantes de chips a los que apoya tienen dificultades para producir chips que puedan competir a nivel mundial?
El hecho es que ni las ambiciones de Europa en materia de chips ni el sistema de lanzamiento espacial de la NASA están totalmente impulsados por intereses comerciales. Por lo tanto, tal vez no deban juzgarse únicamente con criterios comerciales. Está claro que el despilfarro flagrante es inaceptable. Pero algunos rendimientos pueden ser menos visibles si se juzgan con métodos tradicionales: las semillas de una economía lunar en la que muchas empresas pueden llegar a participar, por ejemplo, o las habilidades y la innovación abiertas por las nuevas capacidades de los chips.
Tardaremos mucho en saber si los programas lunares satisfacen estos parámetros menos comerciales. Pero sí sabemos que si no alcanzamos las estrellas, nunca lo harán.
La sostenibilidad se ha convertido en un requisito indispensable en las empresas, y el consumidor demanda productos respetuosos con el planeta. La industria cosmética, que movió cerca de 228.000 millones de euros a nivel mundial en 2021, un 8,2% más que el año anterior, se adapta, no sólo a las nuevas tendencias del mercado, sino también a un consumidor más exigente, preocupado por el impacto que los productos cosméticos y perfumes que compra tienen en su salud y el medio ambiente. Una encuesta de la Asociación Nacional de Perfumería y Cosmética (Stanpa), apuntaba que el medio ambiente es la principal razón por la que el 62% de los clientes prefiere la cosmética natural y sostenible. Para cumplir estos requisitos, el sector ha adaptado sus procesos en la búsqueda de productos más responsables, actuando en la producción desde el diseño a todo su ciclo de vida útil.
El ecodiseño contempla el desarrollo de fórmulas eficaces y texturas que ofrezcan experiencias satisfactorias al cliente, pero también tiene en cuenta sus potenciales riesgos químicos, microbiológicos y ambientales, tanto del propio producto como del embalaje.
Trazabilidad
Las compañías analizan la trazabilidad de los cosméticos y perfumes, examinando y testando el impacto social, la biodegradabilidad y la huella ambiental desde el origen y extracción de las materias primas empleadas, seleccionando cuidadosamente los ingredientes y empleando aquellos producidos de forma ecológica, que potencien el comercio justo y la producción y el comercio local.
La cosmética elaborada a partir de ingredientes naturales o de origen vegetal, animal o mineral se ha convertido en un motor de crecimiento de la industria. Los productos naturales, procedentes de la agricultura ecológica, vegetales, e incluso veganos, ganan adeptos. Según Stanpa, suponen cerca del 15% del mercado, destacando sobre todo los de higiene y aseo (jabones, geles o champús).
Muchas compañías han lanzado sus propias líneas con fórmulas ecológicas, o veganas, al tiempo que se han marcado metas para que la mayoría de sus gamas de productos tenga un componente mayoritariamente de origen biológico. Una transición necesaria para reducir su huella, ya que parte de las partículas contaminantes en los océanos procede de los cosméticos. La legislación europea prohíbe usar micropartículas plásticas en los cosméticos, una decisión que la industria decidió cumplir con antelación.
Los procesos de elaboración también aplican criterios de sostenibilidad. El mejor aprovechamiento de la materia prima para reducir el desperdicio, el empleo de energía limpia procedente de fuentes renovables y el uso eficiente del agua, monitorizando su consumo para una menor huella hídrica, así como la correcta gestión de los residuos que genera la fábrica, se han integrado en la producción. Sin olvidar el envase.
Las 3R sostenibles
Las empresas han aplicado la regla de las 3R (reducir, reutilizar y reciclar) a los embalajes. El packaging sostenible, caracterizado por envases fabricados con elementos reciclados o biodegradables, y que sean reciclables o reutilizables, se extiende sin perder de vista la seguridad del producto terminado. La tendencia a suprimir los plásticos, sobre todo vírgenes, es una prioridad en la industria, avanzando en la economía circular y buscando el vertido cero.
El diseño de las cajas de cartón minimiza el uso de materiales y, por ejemplo, tiende a eliminar los prospectos en papel. Las cajas incorporan las indicaciones de uso o incluyen códigos que remiten a las páginas web. Pero las marcas se decantan también por otras alternativas como el vidrio 100% reciclable o el aluminio (que se puede reciclar infinitamente), y por los envases recargables.
En esta línea, los objetivos para 2025 del sector están claros. Los envases de Love Beauty & Planet (LBP) son de plástico íntegramente reciclados y reciclables, y las botellas de Dove están hechas con un 50% de material reciclado, dentro de la estrategia de su dueño, Unilever, de repensar todos sus embalajes y rebajar a la mitad el uso del plástico. En esa fecha, el 100% de los envases de las enseñas de L’Oréal serán recargables, reutilizables, reciclables y compostables. Desde finales de 2020, todos los de la gama Elvive son de plástico totalmente reciclado y reciclable y sin celofán protector. Además, los clientes pueden devolverlos para darles un nuevo uso. Garnier ha retirado el celofán y en tres años sus botes no tendrán plástico virgen y serán compostables y reutilizables.
Los envases de marcas como Beiersdorf (Nivea), Estée Lauder o Neutrogena (J&J) serán reciclables y reutilizables en 2025, mientras que Shiseido está comprometida con el uso de envases recargables que se pueden reciclar.
Para reafirmar estos compromisos, varias empresas ya han desarrollado una metodología propia, que se puede encontrar en sus artículos y los clasifica en función de su huella social y ecológica, revisando el abastecimiento solidario, los principios laborales de los ODS, las emisiones de CO2, escasez de agua, acidificación de los océanos o su efecto en la biodiversidad.
Herramienta de impacto Pero el consorcio EcoBeautyScore –formado por cerca de 50 empresas de cosmética y cuidado personal como Beiersdorf, Clarins, Coty, Estée Lauder, J&J, Kering, L’Oréal, LVMH, Natura, P&G, Puig, Shiseido o Unilever, entre otras, y asociaciones profesionales– trabaja en un sistema que valorará y puntuará la huella medioambiental de los productos.
Esta herramienta medirá los impactos siguiendo la metodología de la UE. Además, contará con una base de datos de ingredientes y materias primas empleadas en las fórmulas y envases; con una herramienta para evaluar la huella ambiental de cada producto de forma individual; y con un sistema de calificación para que las empresas informen voluntariamente sobre el impacto de sus productos.
El ecodiseño se ha convertido en una herramienta fundamental para la sostenibilidad
Todas las grandes empresas del sector se han fijado metas para integrar la economía circular