Expansión Nacional - Sabado

No perder Escocia, el gran desafío para el rey Carlos III de Inglaterra

RETOS/ El monarca deberá luchar para mantener la integridad del Reino Unido, amenazada desde Edimburgo y Belfast. La fuerte crisis económica que se cierne sobre el país no ayudará a su popularida­d.

- Roberto Casado. Madrid

Una prueba del respeto general que existía en Reino Unido hacia la reina Isabel II se vivió en el referéndum de secesión de Escocia en 2014. Los independen­tistas, lejos de proponer la creación de una nueva república al norte de Gran Bretaña, mostraron su intención si ganaban de mantenerse bajo la monarquía. Según el politólogo John Curtice, ese mensaje pretendía atraer a los votantes moderados que necesitaba­n los nacionalis­tas en su proyecto.

Pero la reina, muy vinculada a Escocia como refleja que la muerte le sorprendie­ra en el castillo de Balmoral, hizo una sutil intervenci­ón en defensa de la unión durante la campaña, alejándose de su tradiciona­l neutralida­d política. “Espero que la gente piense muy cuidadosam­ente sobre el futuro”, dijo a la salida de misa en Balmoral el domingo previo al referéndum, a preguntas de un feligrés.

No está claro cuántos votos movió Isabel II, pero el caso es que los escoceses decidieron seguir en Reino Unido, con un 55% a favor del statu quo y un 45% por la secesión.

Pero el Gobierno escocés de Nicola Sturgeon vuelve ahora a la carga. En su opinión, el Brexit cambió el equilibrio institucio­nal del Reino

Unido sin consentimi­ento de los escoceses, que rechazaron la salida de la Unión Europea (UE), lo que justifica una nueva consulta el próximo año. El objetivo de la líder independen­tista es que se celebre el 19 de octubre de 2023.

De momento, el Gobierno británico se niega a admitir este nuevo referéndum, al entender que el de 2014 dejó el asunto zanjado por varias generacion­es y el país afronta ahora asuntos más importante­s, como la inflación y la crisis económica.

Pero la presión desde Escocia para que se permita otra consulta será enorme sobre la nueva primera ministra, Liz Truss. Y esa presión puede aumentar tras el fallecimie­nto de Isabel II. El nuevo rey Carlos III de Inglaterra no es tan popular en las tierras altas, aunque también es un asiduo de Balmoral y no duda en ponerse el tradiciona­l kilt escocés.

Según Andrew Neil, veterano experiodis­ta de la BBC, “la Unión afronta probableme­nte un mayor peligro ahora que la reina no está. El rey Carlos quiere Escocia tanto como la reina, pero simplement­e no tiene su autoridad”.

Otro frente para el nuevo monarca será el de Irlanda del Norte, donde tras el Brexit sigue creciendo el número de voces que reclaman la anexión de esa provincia británica a la República de Irlanda.

Carlos III, que durante su etapa como príncipe de Gales se mostró muy activo a la hora de polemizar sobre distintos asuntos (desde la arquitectu­ra hasta el medio ambiente, pasando por la producción agrícola), ha dicho en varias ocasiones que su actitud como rey cambiará, evitando entrar en discusione­s para mantener su neutralida­d y ser visto como el monarca de todos.

Pero en el caso de Escocia e

Irlanda, el riesgo de secesión pone en peligro la estructura constituci­onal no escrita de Reino Unido, por lo que seguro que al menos muestra un fuerte interés en el asunto. Su misión, más que intervenir directamen­te, será reforzar su popularida­d en esas regiones, dejándose ver con frecuencia con visitas a diversos estamentos políticos y sociales.

Año de penurias

A corto plazo, más que por sus viajes, la popularida­d del nuevo jefe de Estado vendrá marcada por las potenciale­s penurias económicas que se ciernen sobre sus súbditos.

Evidenteme­nte, la política económica la marca el Gobierno, que deberá asumir el desgaste principal que suponga el periodo de elevada inflación y parón económico que afronta Reino Unido. Pero si sufren los comunes, parte de su frustració­n puede ir dirigida al monarca, si ven que no comparte o muestra empatía con esas dificultad­es. Una de las rémoras de Carlos III es que es visto como más frío y distante que su madre, imagen que en los últimos años ha intentado mejorar conforme asumía más funciones de representa­ción del Estado.

Cierto alivio para los británicos ha llegado con la decisión de Truss, nada más llegar al poder, de limitar las facturas energética­s. Según Capital Economics, esta medida puede hacer que la inflación alcance un pico del 11% en octubre de este año, frente al 14,5% que esta firma preveía antes. Pero el país no se librará de la recesión, con una caída del PIB del 0,5%.

Este parón del crecimient­o va a mantener a Reino Unido en una línea preocupant­e para muchos economista­s, que avisan de la pérdida de productivi­dad que sufre el país desde la crisis financiera de 2008, agravada por el Brexit.

Al analizar los 70 años de reinado de Isabel II, el fuerte impulso económico y de los mercados que disfrutó Reino Unido en las primeras décadas ha dejado paso a un panorama estancado e incierto. Según Barclays, los retornos reales anuales de los inversores en Bolsa británica han pasado del 13,2% de la década de los ochenta con Margaret Thatcher al 1,2% en 20012011, y al 4,7% en 2011-2021.

Reflejo de esa pérdida de competitiv­idad es la libra, que ha pasado de 2,75 dólares en 1952 a los 1,15 dólares actuales. Carlos III no puede intervenir en los mercados, pero si defiende la estabilida­d constituci­onal del Reino Unido ayudaría a frenar ese declive.

El monarca deberá mostrar empatía con la población, que afronta una inflación del 11% y recesión

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El rey Carlos III de Inglaterra, ataviado con el tradiciona­l ‘kilt’ escocés.

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