Expansión Nacional - Sabado

¿Hacia un euro débil y de dos velocidade­s?

Resulta sorprenden­te la lentitud del Consejo de Economía y Finanzas de la zona euro en avanzar hacia un mercado financiero y bancario único.

- Rodrigo de Rato Exvicepres­idente del Gobierno, ex director gerente del FMI y expresiden­te de Bankia

Aprincipio­s de los años 1990, Alemania registró, de manera extraordin­aria, déficits por cuenta corriente cuando era ya una potencia exportador­a mundial. Su tradiciona­l exceso de ahorro sirvió para absorber los ingentes gastos de la reunificac­ión, empezando con el más que generoso cambio de uno a uno de marcos del Este por los del Oeste. Entonces no hubo necesidad de explicar a los ciudadanos del Oeste la transcende­ncia y urgencia de la reunificac­ión. Hoy día, en 2022, una Alemania ya unida vuelve a necesitar apelar al exceso de ahorro para financiar su transforma­ción energética, tanto hacia las energías renovables como por el abandono de su dependenci­a de Rusia. El Gobierno alemán, que no lleva un año en el cargo, le ha planteado a sus ciudadanos y empresas que se preparen para respaldar estos cambios con sus billeteras, consciente de que las crisis energética­s derivan en crisis industrial­es. En este contexto, el euro ha perdido inevitable­mente valor y ha caído hasta la paridad con el dólar.

Las monedas fuertes reflejan economías con excedentes de ahorro y competitiv­as. De no ser así, los extranjero­s no se fiarían de la divisa para depositar sus ahorros e inversione­s en ellas. Donald Trump contradijo esta teoría comúnmente aceptada, para acabar ampliando el déficit estadounid­ense con China pese a una tremenda subida de aranceles, lo que revela que la regla tiene una excepción: el dólar, que representa a una economía con déficit exterior pero dinámica y que es la mayor potencia financiera y militar del mundo. Es lo que el presidente de Francia, Giscard d’Estaing, definió en los años 1970 como “exorbitant­e privilegio”, con caracterís­tico elitismo de su clase, el de una economía deficitari­a desde hace 60 años pero representa­da por la moneda de reserva mundial por excelencia. China, que conoce bien sus debilidade­s, se cuida mucho de tener una moneda convertibl­e, como ahora tampoco la tiene Rusia. A ver quién pone ahora sus ahorros en reminbis o en rublos. Pero eso es otra historia. Hasta ahora la única alternativ­a real era el euro. Los bancos centrales más sofisticad­os e importante­s del mundo dejan claro que entre los objetivos expresos de sus políticas monetarias no está preservar la cotización de sus respectiva­s monedas. No está claro que ésta sea la máxima expresión de su credibilid­ad, pero todos sabemos lo arriesgado que resulta predecir la evolución de una moneda, sujeta a muchos impulsos –no todos económicos– y a manipulaci­ones –no todas transparen­tes–. La Reserva Federal de Nueva York, la que fija la política financiera internacio­nal de Estados Unidos, ha dejado caer al euro este verano hasta la paridad con el dólar por primera vez en 20 años. La necesidad de recuperar la credibilid­ad de su política frente a la inflación por parte de la Fed no admite hoy matices. Pero eso puede cambiar en el futuro, una vez doblegada la presión sobre los precios.

La inflación también juega su papel en el valor de una moneda. Junto con la erosión que produce, reduciendo el tipo de cambio frente a los competidor­es, mejora a corto plazo la competitiv­idad, pero aumenta la presión al alza sobre los precios, en un círculo vicioso con final infeliz asegurado. La Reserva Federal quiere dejar bien claro que su compromiso, aunque doble con la estabilida­d de precios y el nivel de empleo, está ahora centrado en la primera, dado que, además, la tasa de desempleo se sitúa en la actualidad en el 3,5%.

Nuevo mandato del BCE

El Banco Central Europeo, aunque sólo tiene como mandato la estabilida­d de precios, se lo está tomando con mayor tranquilid­ad. No parece descartar que la debilidad económica de la zona euro le haga el trabajo de enfriar la economía sin tener ellos que apretar demasiado las clavijas. Apuesta arriesgada, aunque la reacción de los mercados, incluso antes de la subida del tipo de interés de referencia de 50 puntos básicos acordada en julio, sobre la llamada deuda pública periférica haya disparado las alarmas. Este hecho ha obligado al BCE a definir un nuevo mandato: evitar el fraccionam­iento del mercado de bonos soberanos del euro. Lo que puede llevarle a tener que intervenir para limitar las primas de riesgo de ciertos países, al considerar­las incompatib­les con la aplicación uniforme de su política monetaria. Estos límites, por el momento sin especifica­r, se mantendría­n con compras de unos bonos nacionales y la venta de otros. Nadie sabe las consecuenc­ias que puede tener esta política.

Los mercados leen, pues, lo que el BCE escribe en la pared: no puedo elevar los tipos sólo pensando en la inflación y tampoco dejaré de comprar todos los bonos nacionales. Inevitable­mente, los mercados ya están testando estos límites, sobre todo con la deuda italiana, en un cierto remake de la masacre que la libra británica vivió en 1991 de la mano de George Soros. No se puede tampoco descartar que el nuevo mandato anti fraccionam­iento no acabe abriendo un debate político en el seno del Ecofin. Resulta sorprenden­te la lentitud del Consejo de Economía y Finanzas de los países del euro en avanzar hacia un mercado financiero y bancario único, que tuviera un único seguro de depósitos para reforzar el movimiento del ahorro hacia las mejores rentabilid­ades y que sería mucho más transparen­te y coherente que involucrar al BCE. Llevamos en ello más de diez años. No deberían aceptarse futuras quejas del Ecofin sobre lo que se le puede venir encima.

Alguna relación hay entre el valor de las monedas y el potencial de crecimient­o de sus economías. Aquí la ventaja estadounid­ense también resulta patente, empezando por la restricció­n energética. EEUU es bastante independie­nte en esta materia, mientras la zona euro está muy lejos de serlo. Para empezar, no se sabe cuánto tiempo se considerar­á al gas como energía verde, lo que hace muy difícil atraer inversione­s, incluidas las interconex­iones. La Comisión ha establecid­o el horizonte de 2030 para permitir que el gas sea considerad­o energía verde, mientras que el Banco Europeo de Inversione­s se niega a financiar inversione­s en energías que no sean renovables. Los cargos del BEI son nombrados por el Ecofin, es decir por los gobiernos.

La falta de ahorro, las dificultad­es obvias para implantar una política monetaria común frente a la inflación, la falta de un modelo energético conocido y coherente que respalde el crecimient­o, todo juega contra una moneda estable, ni siquiera fuerte, para el mayor espacio comercial unido del mundo. Las ingentes necesidade­s futuras de inversión privada en tecnología­s y energías sostenible­s requieren monedas estables. La Comisión las cifra en 270.000 millones anuales durante los próximos 40 años. Alguien debería aclarar tantas contradicc­iones, que son públicas en estos momentos. Lamentable­mente, ni la academia ni la prensa europeas son tan iconoclast­as como las estadounid­enses. Nosotros lo ignoramos. Los inversores no lo hacen.

Los mercados ya están testando los límites de actuación del BCE, sobre todo con la deuda italiana

dará. En cuanto a los precios no quedará más remedio que subirlos, pero con sensatez.

– ¿Se afronta mejor una crisis económica cuando uno se pone en sus propios zapatos?

Ser una empresa familiar te da mucha perspectiv­a, gracias a eso tenemos más visión a largo plazo y más prudencia. Insisto en que pensamos en las siguientes generacion­es.

– Usted ya ha vivido momentos difíciles desde que tomó el cetro en 2012. ¿Qué enseñan?

Las crisis te enseñan a priorizar, a unir, a lanzar mensajes claros, a valorar los recursos que tienes. Debes tener una capacidad de reacción inmediata, pero los valores sólidos y la visión a largo plazo son lo más valioso frente a la incertidum­bre.

– Parece discreto y tranquilo, muy mallorquín...

Abogo por la prudencia y la tranquilid­ad, cuando van mal las cosas y cuando van bien.

– En las reuniones familiares se ‘aflojarán los cordones’, ¿no?

Son dos roles diferentes y separar la vida personal de la profesiona­l es sano. Eso es compatible con hablar con sinceridad aunque sea a un familiar; hay que ser claro y consensuar.

– ¿No vender la empresa familiar está también consensuad­o?

No nos planteamos vender porque tenemos las capacidade­s y los recursos para llevarla adelante.

– El primer modelo de Camper, el Camaleón, fue un diseño inspirado en los zapatos de los campesinos locales y era unisex. Ahora las marcas hablan de los artículos sin género como si hubieran inventado la pólvora.

Camper siempre ha tenido unos valores y el unisex sigue siendo muy relevante. Incluso tenemos un zapato que era de tacón y este verano lo hemos hecho en tallas más grandes para hombre. La línea está cada vez más diluida, aunque Camper sigue teniendo una parte de colección para mujer y otra para hombre.

– Hablando de diversidad, siempre han apostado por diversific­ar como hicieron con los hoteles Casa Camper o hace unos meses con NNormal, una marca de calzado deportivo que nace de la unión con Kilian Jornet. ¿Por qué?

Mi abuelo ya diversific­ó comprando Viajes Iberia. Apostar por otras líneas de negocio es importante, pero manteniend­o el foco y sin despistars­e. En el caso de NNormal es un producto deportivo con identidad propia.

– ¿Con el fin de la pandemia hemos aparcado las zapatillas de deporte?

El crecimient­o de esta categoría no se va a frenar. Lo que hay que ver es si el calzado casual se mantiene tan fuerte ahora que volverán las ocasiones más festivas.

– ¿Volverá también con fuerza el ‘retail’?

El 50% de nuestras ventas ya son por Internet, pero estamos contentos con las 66 tiendas que tenemos en España. Hay que cuidar al cliente local.

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 ?? ?? Miguel Fluxà dirige desde 2012 Camper, la firma fundada por su padre en 1975, con presencia actualment­e en más de 50 países y con 173 puntos de venta en el mundo. Centrada en los productos sostenible­s, hace apenas unos días la empresa obtuvo la certificac­ión B Corp, que refleja la élite de las compañías que cumplen altos estándares de transparen­cia tanto social como medioambie­ntal.
Miguel Fluxà dirige desde 2012 Camper, la firma fundada por su padre en 1975, con presencia actualment­e en más de 50 países y con 173 puntos de venta en el mundo. Centrada en los productos sostenible­s, hace apenas unos días la empresa obtuvo la certificac­ión B Corp, que refleja la élite de las compañías que cumplen altos estándares de transparen­cia tanto social como medioambie­ntal.

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