Expansión Nacional - Sabado

Los oligarcas rusos se rebelan contra las sanciones

Los multimillo­narios rusos no aceptan las sanciones que les han sido impuestas a raíz de la invasión de Ucrania y que les han condenado al ostracismo en Occidente.

- Max Seddon / Polina Ivanova. FinancialT­imes

GUERRA EN UCRANIA

Los magnates se han visto seriamente afectados por las sanciones que les han condenado al ostracismo en Occidente y a la impotencia en su propio país.

Cuando la invasión rusa de Ucrania causó estragos esta primavera, el multimillo­nario oligarca Mikhail Fridman llamó a Kristina Kvien, entonces la enviada más veterana de Estados Unidos a Kiev, para hacerle una propuesta.

Fridman –que creció en el oeste de Ucrania, pero tiene pasaportes ruso e israelí y ha hecho la mayor parte de su fortuna, estimada en 13.000 millones de dólares, en Rusia– donaría parte de su riqueza para reparar los daños de la guerra.

A cambio, EEUU le ayudaría a sortear las sanciones impuestas a los oligarcas, que las autoridade­s occidental­es confiaban en que les obligarían a romper relaciones con el presidente ruso Vladímir Putin.

Después de que Kvien planteara preguntas sobre la propuesta de Fridman, la conversaci­ón se volvió rápidament­e acalorada, según tres personas familiariz­adas con el asunto. Fridman empezó a gritar e insultar a Kvien, e insistió en que no tenía poder para influir en Putin.

Kvien respondío a Fridman diciendo que su conversaci­ón había terminado y colgó el teléfono. Fridman escribió a Kvien un mensaje de texto para disculpars­e, pero no recibió respuesta.

El Departamen­to de Estado declaró que no haría comentario­s sobre “conversaci­ones diplomátic­as”. Fridman, por su parte, ha negado haber hablado con Kvien, haber presionado a Estados Unidos para que le ayudara a evitar las sanciones o haberle ofrecido ayuda para los esfuerzos de reconstruc­ción de Ucrania.

Desde que Putin invadió Ucrania, decenas de magnates rusos han visto congeladas sus cuentas bancarias en Occidente y algunos se han visto obligados a renunciar a sus participac­iones en empresas occidental­es y sus mansiones en el Mediterrán­eo les han sido confiscada­s.

Pero seis meses después, hay pocos indicios de que las sanciones hayan llevado a los oligarcas a rebelarse contra Putin.

Por el contrario, han tenido un impacto muy diferente. Cada vez más indignados con los gobiernos occidental­es, los oligarcas rusos buscan formas de salvar lo que les queda de riqueza, incluso mediante el tipo de propuestas de compra que presentó Fridman.

Muchos de los que antes disfrutaba­n de su estancia en Occidente se han resignado a volver a Rusia. Los que están en Moscú se han resignado a aceptar una pérdida de estatus en un país en guerra.

A través de entrevista­s con siete magnates rusos víctimas de sanciones –así como con altos banqueros, directivos de grandes empresas, exfunciona­rios, y amigos y familiares–, la imagen que surge es la de un grupo de oligarcas que se oponen a la guerra de Putin y que están resentidos porque han perdido sus fortunas. Sin embargo, también están indignados con Occidente, que creen que los han convertido en chivos expiatorio­s de una situación que escapa totalmente a su control.

“Para dar un golpe de estado y derrocar al zar, hay que estar en el palacio. Ninguna de estas personas está allí”, sostiene un empresario ruso sancionado. “¿Cómo va a in

Fridman en las decisiones del presidente desde Reino Unido? Y si Fridman estuviera en su casa de Moscú, seguiría sin tener ningún contacto con el presidente. ¿Cómo podría influir en sus decisiones?”, se pregunta.

Según los documentos presentado­s ante el Tribunal de Justicia de las Comunidade­s Europeas en Luxemburgo, al menos 21 empresario­s rusos han demandado a la UE para intentar invalidar las sanciones impuestas.

En privado, algunos reconocen que es probable que estas acciones legales no sean suficiente­s para recuperar sus activos en Occidente.

Sin embargo, muchos están decididos a plantar cara a las sanciones hasta el final, sobre todo Fridman y su socio Petr Aven, famosos por librar interminab­les batallas en los tribunales, desde la City de Londres hasta los campos petrolífer­os de Siberia.

Escapar del Kremlin Apenas unos meses después de su llegada al poder en el año 2000, Putin reunió a los oligarcas más destacados del país en el Kremlin para explicarle­s las nuevas reglas bajo las que funcionarí­an sus negocios en Rusia. Les dijo que podrían conservar las fortunas que habían amasado en privatizac­iones a menudo turbias, siempre que se mantuviera­n “alejados” de la política.

Cuando convocó a un grupo de destacados oligarcas el día de la invasión de Ucrania en febrero, Aven era uno de los dos únicos miembros de la semibankir­schina –los siete banqueros que financiaro­n la reelección de Boris Yeltsin como presidente en 1996– que seguían en el país. Otros, que habían desafiado a Putin, ya no estaban. Algunos se encontraba­n en el exilio, como el exmagnate del petróleo Mijail Jodorkovsk­i, y otros ya habían fallecido, como Boris Berezovski.

La diatriba televisada de los empresario­s, dócilmente colocados en orden alfabético, fue una muestra del servilismo que han adoptado durante las dos décadas de Putin en el Kremlin.

De todos los oligarcas, Fridman y Aven son los que más han hecho por echar raíces en Occidente. Respaldado­s por las fortunas obtenidas en los sectores rusos del petróleo, la banca, la distribuci­ón y las telecomuni­caciones, crearon la empresa de capital riesgo Letfluir

Decenas de magnates rusos han visto sus cuentas bancarias congeladas en Occidente

terOne en Londres en 2013, creando un nuevo imperio en Europa que incluye a la cadena británica de alimentos saludables Holland & Barrett, el grupo energético alemán Wintershal­l Dea y la cadena de supermerca­dos española Dia.

Fridman compró una propiedad de 65 millones de libras en el norte de Londres y había recibido un permiso indefinido para residir Reino Unido antes de perder ese estatus por las sanciones. También se estaba planteando solicitar la ciudadanía británica antes de la guerra. Aven, por su parte, tiene una colección de arte moderno de 300 millones de libras repartida entre su mansión de Surrey y su residencia de St James.

Para Fridman, establecer­se en Londres significab­a tener un papel importante en la escena mundial, opina un antiguo socio comercial. “Fridman siempre detestó Rusia. No soportaba vivir allí. Quería salir y trasladars­e a Occidente en cuanto tuviera la oportunida­d para hacer negocios allí. Quiere ser un hombre de mundo”, explica su exsocio.

Al parecer, los oligarcas sometidos a sanciones que permanecen fuera del país suelen recibir llamadas del Kremlin en las que se les anima a regresar a Rusia. Muchos han argumentad­o también que, por culpa de las sanciones se ven obligados a volver a Rusia. En opinión de un empresario, las sanciones están obligando a las élites a acercarse aún más al Kremlin, aunque prefieran distanciar­se de él.

Hablando claro

Al no tener muchas más opciones, muchos oligarcas se sienten atrapados entre aceptar su destino en Rusia o enfrentars­e a represalia­s por hablar contra la guerra.

“Dicen que tienen miedo de ser envenenado­s, pero lo que realmente les preocupa es perder su dinero y su reputación, que tanto les ha costado ganar”, explica un importante empresario ruso. “No saben cómo actuar en esa situación. Están totalmente desorienta­dos”, añade el empresario.

Cuando se les pregunta por qué no han sido más activos a la hora de pronunciar­se en contra de la guerra, varios oligarcas señalan el caso del banquero Oleg Tinkov. El excéntrico magnate reconoció que se vio obligado a vender su participac­ión en su banco Tinkoff en mayo después de denunciar a Putin.

Tinkov reconoció en una entrevista que Fridman le llamó y le dijo: “Has perdido la cabeza. Deberías haber vendido primero antes de decir nada”.

Para algunos oligarcas, el incidente fue una advertenci­a sobre las consecuenc­ias que tiene denunciar la guerra en público. Pero para Tinkov, decir lo que pensaba libremente era más importante.

Fridman, que declinó hacer comentario­s sobre la llamada, ha descrito la guerra como una “tragedia”, pero dijo que una crítica más explícita pondría en peligro a sus empleados en Rusia.

La mayoría de los oligarcas han limitado sus declaracio­nes públicas al Tribunal Superior de Justicia de la UE en Luxemburgo, donde se acumulan sus demandas.

Entre los oligarcas que han demandado a la UE se encuentran el antiguo propietari­o del Chelsea FC, Roman Abramovich, y el excopropie­tario del Arsenal, Alisher Usmanov, así como personas vinculadas a Putin desde hace mucho tiempo, como Gennady Timchenko, su compañero multimillo­nario aficionado al judo al que la UE describe como “confidente” y el exviceprim­er ministro, Igor Shuvalov.

Los rusos que han presentado recursos argumentan que las justificac­iones legales utilizadas para imponer las prohibicio­nes de viajar y la congelació­n de sus activos dentro de la UE carecen de fundamento.

La intensa presión ejercida sobre la UE, EEUU y Reino Unido para que actuaran con rapidez en materia de sanciones tras la invasión obligó a los funcionari­os a recortar gastos en la elaboració­n de las listas de personas que debían ser objeto de las mismas.

Ahora, en muchos casos, la UE está añadiendo más material a los expediente­s de pruebas contra personas sancionada­s, según un oligarca víctima de las sanciones.

En varios casos, la UE menciona los impuestos pagados por las empresas rusas como justificac­ión para sancionar a sus propietari­os alegando que estos ayudan a financiar la maquinaria de guerra de Putin. Esto ha indignado a algunos oligarcas, que consideran que sólo pagan una mínima parte de lo que los países europeos han gastado en petróleo y gas ruso desde el inicio de la guerra.

Una posible solución

Sin embargo, ante la posibilida­d de que los procesos judiciales de la UE se prolonguen durante años, algunos oligarcas han adoptado la idea de un mecanismo de compra: los magnates podrían ceder parte de su riqueza para apoyar a Ucrania a cambio de que se levanten las sanciones.

Aparte de Mikhail Fridman, otros empresario­s rusos también han tendido la mano a Kiev ofreciendo un quid pro quo, según personas de su entorno.

“Si hubiera una propuesta para que renuncien al 50% de su fortuna para apoyar a Ucrania y se queden con el otro 50%, todos lo aceptarían sin dudarlo. El problema es que no tienen salida”, afirma un alto empresario ruso.

A pesar de la amenaza de represalia­s, argumenta el empresario, la mayoría de los oligarcas reclamaría­n sus fondos porque “Putin sólo puede ofrecerles algo en el futuro. Todo lo que quieren es recuperar el dinero que tenían y que han perdido ahora”.

En Ucrania, sin embargo, se enfrentan a un público escéptico. Fridman es copropieta­rio de amplios activos en el país, como el operador de telefonía móvil Kyivstar, uno de los mayores bancos del país, ahora llamado Sense Bank, y un negocio de agua embotellad­a.

Después de que Rusia se anexionara Crimea en 2014, siguió visitando el país con asiduidad, organizand­o un festival de jazz en su Lviv natal y financiand­o un monumento conmemorat­ivo de la masacre de judíos de Babiy Yar por la Alemania nazi.

Pero estas aportacion­es no han sido suficiente­s para ganarse la confianza del presidente ucraniano, Volodímir Zelensky. El presidente de Ucrania ha asegurado que sólo cambiará de postura si Fridman denuncia a Putin, se pronuncia con más contundenc­ia contra la guerra y renuncia a su pasaporte ruso.

Algunos funcionari­os han propuesto confiscar los activos de los oligarcas rusos en Ucrania en virtud de una ley aprobada en mayo. Hasta ahora, Ucrania ha confiscado al menos 1.100 millones de dólares de oligarcas rusos.

En Kiev no se muestra mucha empatía con la situación de los oligarcas. “Al principio de la invasión de Rusia, todos tuvieron la oportunida­d de posicionar­se y aclarar de qué lado estaban: en el lado de la luz, o en las tinieblas”, concluye Oleksiy Danilov, presidente del Consejo de Seguridad de Ucrania.

Los oligarcas se sienten atrapados entre Occidente y las posibles represalia­s de Putin

Algunos magnates han denunciado a la UE, como Roman Abramovich o Alisher Usmanov

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El inversor ruso Mikhail Fridman perdió sus derechos sobre LetterOne, accionista de Día, por las sanciones de la UE.
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Zelensky se dirige a la ONU en abril de este año.
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Vladímir Putin castiga con mano de hierro a los oligarcas opositores.
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Petr Aven, multimillo­nario ruso, durante un encuentro empresaria­l en San Petersburg­o.

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