La disyuntiva de Brasil ante la recesión global
La dura confrontación electoral entre el actual presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y su antecesor de izquierdas, Lula da Silva, configura dos modelos opuestos frente al frenazo económico global. Bolsonaro ofrece mantener las políticas de apoyo a la iniciativa privada, retomar las privatizaciones e intensificar las rebajas fiscales. Además, exhibe como gran logro el recorte del paro al nivel más bajo desde 2015 a pesar del débil crecimiento del PIB brasileño en la última década. Pero el descontento social por el impacto de la pandemia y la elevada inflación, así como la popularidad de Lula, incluso tras su paso por la cárcel condenado por corrupción, minan sus opciones de victoria electoral. El exlíder sindical apuesta en el que sería su tercer mandato por una mayor intervención del Estado en la economía, elevar la inversión en obras públicas, más gasto social y un férreo control de empresas estratégicas como Petrobras. Una política económica similar a la que llevó a Brasil a la recesión en 2014 tras el final del boom de las materias primas, que podría reavivar la escalada inflacionista justo cuando los precios han comenzado a moderarse gracias a la política monetaria del Banco de Brasil, el primero en subir los tipos en marzo de 2021 para combatir la galopante inflación. Lula ha elegido al centrista Geraldo Alckmin como candidato a vicepresidente para apaciguar la desconfianza de inversores y empresarios a sus planes. El elevado grado de deuda pública y déficit fiscal por el abultado coste de los salarios públicos y las pensiones pese a la reforma de 2019 dejarán poco margen de maniobra al próximo gobierno.