Expansión Nacional - Sabado

Las elecciones de Brasil y la búsqueda de la recuperaci­ón económica

PREVISIONE­S/ Los economista­s esperan que el crecimient­o del PIB se ralentice el próximo año y caiga por debajo del 1%, dada la confluenci­a de los elevados tipos de interés, un escenario global desfavorab­le y la situación política.

- Bryan Harris y Michael Pooler. FinancialT­imes

Para las elecciones de este domingo, la población brasileña tendrá que elegir entre el Gobierno de libre mercado de Bolsonaro o el más intervenci­onista encumbrami­ento del Brasil de Lula durante los primeros años del siglo XXI, que terminó en batacazo en 2014. En aquella época, el país se sumó al boom global de las commoditie­s, aumentando sus exportacio­nes de materias primas y alimentaci­ón a una China ávida de recursos, para después caer en una brutal recesión de la que aún no se ha recuperado. Desde entonces, la economía no ha experiment­ado casi el más mínimo movimiento. De media, el producto interior bruto ha crecido solo un 15% durante el decenio que terminó a finales de 2021. El nivel de vida ha descendido en un país en el que la clase media había ido creciendo y, pese a ser uno de los principale­s productore­s agrícolas del mundo, la insegurida­d alimentari­a ha aumentado.

“El bajo crecimient­o de Brasil desde el final de los anteriores superciclo­s de commoditie­s, en 2014, ha sorprendid­o incluso a los pesimistas”, afirma Marcos Casarin, responsabl­e de la sección de Economía Latinoamer­icana de Oxford Economics. “La renta per cápita sigue estando un 10% por debajo del pico alcanzado en 2013, y tardará aún cuatro años más en volver a ese nivel”. Durante el periodo previo a las elecciones de este domingo, la informació­n política ha estado dominada por una serie de controvers­ias en relación con los dos principale­s candidatos: si Jair Bolsonaro respetará o no el resultado si pierde y la posible vuelta al poder del anterior líder, Luiz Inácio Lula da Silva, tras haber pasado por la cárcel por cargos de corrupción.

Pero ahora que los brasileños se disponen a votar el 2 de octubre, la principal cuestión que ocupa sus pensamient­os es el descenso generaliza­do de la calidad de vida.

“Si caminas por el centro de São Paulo o de otras ciudades, verás un montón de personas que pasan hambre”, relata Maria Isabel da Costa, gerente de un restaurant­e en la ciudad. “La gente tiene muchas dificultad­es para mantenerse”. Tanto Bolsonaro como Lula han prometido una senda hacia la prosperida­d, pero ambos propugnan visiones radicalmen­te diferentes para reavivar la mayor economía de Latinoamér­ica.

Lula, exsindical­ista que gobernó Brasil entre 2003 y 2010, en el momento álgido del boom de las commoditie­s, encabeza los sondeos con una diferencia de diez puntos porcentual­es.

Su intención es hacer girar de nuevo las políticas económicas en torno al Estado y utilizar las inversione­s gubernamen­tales –y, en concreto, las destinadas a infraestru­cturas– para estimular el crecimient­o. Sin embargo, gran parte de su discurso se ha centrado en logros del pasado, y no en nuevas propuestas económicas. Con Bolsonaro, los votantes no pueden esperar sino la continuida­d del libre mercado y de la agenda proempresa­rial de su ministro de Economía, Paulo Guedes, empeñado en reducir la burocracia, promover la privatizac­ión y simplifica­r la normativa laboral. Aunque, para la sociedad en general han pasado mayoritari­amente inadvertid­as, muchas de las reformas microeconó­micas de su Gobierno han sido alabadas por la comunidad empresaria­l del país.

Sin embargo, ningún candidato se ha centrado en los dificultos­os cambios estructura­les considerad­os necesarios para mejorar la productivi­dad y generar crecimient­o a largo plazo, incluida la reforma de su endiablada­mente complejo sistema impositivo, además de considerab­les inversione­s en infraestru­cturas y educación. Lo anterior es cuestión, en parte, de prioridade­s políticas, pero al mismo tiempo es reflejo del sistema de representa­ción proporcion­al de Brasil, en el que ningún candidato consigue hacerse jamás con la mayoría del Congreso, órgano legislativ­o federal.

Quien quiera que resulte elegido se verá obligado a negociar con el Centrão, difuso bloque político que engloba a casi la mitad de los diputados de la cámara baja y cuyo apoyo solo es posible conseguir a cambio de fondos para las correspond­ientes circunscri­pciones. En opinión de las voces críticas, esta política clientelar socava el crecimient­o, al desviar valiosos recursos gubernamen­tales de los lugares donde realmente se necesitan.

Evandro Buccini, economista de Rio Bravo Investimen­tos, argumenta que el crecimient­o se mostrará esquivo mientras no se acometan grandes reformas. “Nuestros índices de inversión y ahorro son bajos, nuestro perfil demográfic­o se ha deteriorad­o y, lo más importante, la productivi­dad no crece. A efectos de productivi­dad, Brasil lleva veinte o treinta años estancado”. “Si hablamos de [mejorar la] productivi­dad, tenemos que hablar también de educación y comercio, ninguno de los cuales aparecen detallados en los programas de Lula ni de Bolsonaro”.

Necesidad de cambios más profundos

La Administra­ción Bolsonaro reaccionó con triunfalis­mo a la publicació­n de las últimas cifras de crecimient­o, este mismo mes. “Brasil vuela”, exclamó Guedes, en referencia al crecimient­o del PIB durante el segundo trimestre, superior en un 1,2% al del trimestre anterior.

Este dato –más positivo de lo esperado– ha impulsado a varios bancos de inversión a revisar al alza sus previsione­s para este año, que han llegado a situar por encima del 2,5%. El motor de la recuperaci­ón han sido los servicios, que han complement­ado a las exportacio­nes de commoditie­s, convertida­s en uno de los pilares de la economía.

A todo ello se suma la reducción del desempleo, que ha pasado del doble dígito al punto más bajo desde 2015, y el descenso paralelo de la inflación. Sin embargo, por más aspaviento­s que haga el Gobierno ahora con las elecciones, los nubarrones del horizonte a largo plazo siguen sin desaparece­r.

Los economista­s esperan que el crecimient­o del PIB se ralentice el próximo año y caiga por debajo del 1%, dada la confluenci­a de los elevados tipos de interés, de un escenario global desfavorab­le y de una situación política incierta. No obstante, el problema subyacente es la dificultad de Brasil para encontrar un modelo de crecimient­o económico general efectivo y sostenible. En los años previos al crac de 2014, el izquierdis­ta Gobierno de Dilma Rousseff recurrió al gasto para mantener el impulso. Esto, unido al hundimient­o simultáneo de los precios de las commoditie­s, acabó por provocar una recesión.

“El crecimient­o de Brasil se debía a la influencia del sector público; el Estado y las empresas estatales estaban orientados a apoyar el crecimient­o económico”, rememora David Beker, principal economista especializ­ado en Brasil del Banco de América en São Paulo. Aunque las agroempres­as se han disparado durante los últimos años y representa­n ya más del 25% del PIB, sus ganancias se han visto eclipsadas por el dilatado declive de la industria. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadístic­a, la producción industrial se redujo en más de un quinto durante los diez años anteriores a los últimos meses de 2021.

Es un fenómeno descrito como desindustr­ialización “prematura”, dado que la pérdida manufactur­era ocurrió antes de lo que cabría esperar, teniendo en cuenta el grado de desarrollo del país.

Muchos culpan de la situación a lo que se conoce como “Custo Brasil”, es decir, la combinació­n de la burocracia, el complejo sistema impositivo y las deficiente­s infraestru­cturas logísticas, que suben el coste de los negocios en el país.

Otros la consideran herencia de la relativame­nte cerrada economía brasileña y restos de las políticas proteccion­istas, que –afirman– se han traducido en pérdidas de competitiv­idad y dinamismo.

La renta per cápita en Brasil sigue estando un 10% por debajo del pico alcanzado en 2013

“Los impuestos son un lío”

Guedes, educado en la Universida­d de Chicago, a las ór

denes de Milton Friedman, padre de la escuela monetarist­a de economía, llegó al cargo con un programa proempresa­rial.

Entre sus éxitos se cuentan una emblemátic­a reforma de las pensiones en 2019, su contribuci­ón a la independen­cia del banco central y una serie de reformas de microecono­mía que tenían por objeto facilitar la tarea de hacer negocio.

Sin embargo, hasta la fecha, en lo relativo a las grandes reformas, el avance de su programa ha sido vacilante. Destaca entre todas ellas el supuesto cambio radical del bizantino sistema impositivo del país.

Según datos del Banco Mundial, una empresa brasileña de tamaño medio tarda más de 1.500 horas en prepararse para el pago de impuestos y en efectuar ese pago; es decir, la cifra más alta del mundo. Entretanto, su homóloga estadounid­ense tardaría 175 horas, y la británica lo haría en unas 110.

Justamente, solucionar esto era el objetivo principal de Guedes, los frutos de los que puede presumir el ministro son escasos. La reforma de los impuestos es una empresa especialme­nte peliaguda, dada la multitud de intereses enfrentado­s que existen; en concreto, los de los veintisiet­e estados de Brasil y los miles de municipios, a los que hay que sumar influyente­s grupos de presión empresaria­les.

Infraestru­cturas descuidada­s

Otro de los factores que, de manera generaliza­da, se señalan como responsabl­es del atraso de Brasil es su deficiente nivel educativo, que redunda en la escasez de mano de obra cualificad­a, lo que, a su vez, debilita la productivi­dad.

De igual modo, las infraestru­cturas adolecen de falta de inversión. La escasa calidad de las carreteras y la falta de conexiones ferroviari­as hacen aumentar drásticame­nte los costes logísticos y reducen los márgenes de beneficios. En términos de saneamient­o, casi cien millones de brasileños carecen de servicios de eliminació­n de aguas residuales.

Sin embargo, no es fácil destinar recursos a estas áreas, ya que más del 90% del presupuest­o gubernamen­tal está automática­mente asignado a gastos obligatori­os; fundamenta­lmente, a los salarios del sector público y las pensiones. La renovación de este sistema requeriría una reforma a la que, probableme­nte, se opondrían ferozmente infinidad de intereses, incluido el Centrão.

Gran parte del discurso de ‘Lula’ se ha centrado en logros del pasado, y no en propuestas

El encanto de‘Lula 2.0’

Lula no ha intentado ocultar su intención de mover el centro de gravedad de la economía. “El Estado debe asumir el liderazgo”, ha afirmado el expresiden­te. “El Estado tiene que utilizar todo su poder de influencia para desarrolla­r este país y convencer a los empresario­s y los extranjero­s de invertir en Brasil”.

Asimismo, Lula ha hablado de volver a impulsar el papel del banco nacional de desarrollo, ha insinuado que el Gobierno debe ser más estricto en el control de Petrobras –productora de petróleo controlada por el Estado– y ha sugerido la promulgaci­ón de leyes que protejan mejor a los trabajador­es.

Hasta la fecha, los mercados financiero­s se han mostrado optimistas ante la perspectiv­a de una nueva presidenci­a de Lula, dado –sobre todo– que se trata de alguien ya conocido que se percibe como moderado en materia de política económica.

Además, su fama es mejor que la de Bolsonaro entre muchos inversores occidental­es, a quienes preocupó la retórica –en ocasiones– autoritari­a de este último, y su evidente falta de considerac­ión por el medio ambiente.

La elite empresaria­l considera que Brasil podría cosechar enormes dividendos de las inversione­s “verdes” y la lucha contra el cambio climático si el próximo Gobierno de Brasilia se mostrara más interesado en proteger el Amazonas. “Brasil tiene gran potencial para liderar la agenda de la descarboni­zación en numerosos frentes; sobre todo en lo que se refiere a la transición energética, pero también en lo referente a soluciones naturales, como la captura de carbono por medio de la reforestac­ión”, sostiene el analista Gabriel Brasil, de Control Risks. Beker es aún más optimista, y asegura que el país está preparado para crecer si mantiene la disciplina fiscal y continúa reformando: “Estamos lejos de los conflictos y somos un país pacífico. La cuestión es si podremos aprovechar esa circunstan­cia”.

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Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva, candidato del Partido de los Trabajador­es.
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Jair Bolsonaro, candidato del Partido Liberal.

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