¡Pobre ahorrador pobre!

El gobierno ultima un paquete de medidas para los “ricos” por las que empeora su tributación. “Incrementos del gravamen sobre los salarios más elevados y, ante todo, sobre los rendimientos del ahorro”.

Dibujan una reducción para lo que definen como “rentas medias y bajas”, ingresos por debajo de los 21.000 euros, donde dicen que está la percepción media de un trabajador español, cuantitativamente de escaso efecto para el peculio de los afectados y de cariz populista. Al tiempo se avisa sobre un impuesto (¿temporal?) bautizado como “de solidaridad” aplicable a patrimonios superiores a tres millones que busca compensar las bonificaciones de algunas CCAA, también de matices populistas al igual que el apartado referido a los impuestos sobre las rentas del ahorro, que subirán para quien ingrese más de 200.000 euros anuales por este concepto.

Sin averiguar si fue primero el huevo o la gallina, me gustaría exponer alguna consideración sobre la tributación del ahorro.

Con la constante de la precariedad de las pensiones públicas aderezada por una más que aviesa coyuntura en la que subyacen inflación, pobreza, realidades y amenazas bélicas, todo cimentado en una crisis económico-social de calado, nuestros gobernantes deberían cuidar al motor de la economía, la clase media. Pero la ningunean. En lugar de fomentar el ahorro largoplacista, lo penalizan, con un IPC de casi dos dígitos mantienen el coste fiscal de la clase que más aporta y así, un largo etcétera. El perjudicado es y seguirá siendo el ahorrador previsor de clase media por la carga que soportará por intentar aviar su futuro para sobrevivir. El rico seguirá siéndolo porque dispone de alternativas de bajo coste fiscal, pero esto lo dejamos para otra semana.