Expansión Nacional - Sabado

Por qué enfadarse puede arruinar su trabajo

Estar siempre enfadado hace un flaco favor a su desarrollo profesiona­l. Si no consigue detectar y controlar el origen de este sentimient­o mermará su capacidad productiva y le conducirá a una sensación de injusticia, a menudo ficticia, que frenará o destru

- Por Montse Mateos

VIDA LABORAL

Si es de los que pierde la paciencia fácilmente y últimament­e deja de tolerar ciertas cosas que antes no le hacían perder la calma... está a un paso de caer en las redes de la ira. Estar enfadado continuame­nte se convierte en un lastre cuando frena la adaptación al entorno. La gran dimisión, gran renuncia o despido interior que protagoniz­an muchos profesiona­les son sólo algunas de la consecuenc­ias fatales de una mala gestión de una ira de la que pocos trabajador­es son consciente­s.

Identifica­ción

“La ira es la hermana mayor de la rabia, y surge ante la frustració­n que nos genera algo que se interpone en nuestro camino. Es entonces cuando nos sentimos atrapados en una sensación de injusticia, agresión, abuso, decepción… por ese algo que no nos deja avanzar”, afirma José Manuel Chapado, codirector de Infova-Éthica.

Estar enojado es una emoción que, en sí misma, “ni es buena ni mala, simplement­e es”, afirma Diego Fernández Requejo, especialis­ta en estoicismo organizaci­onal. Sin embargo, advierte de que cuando no se sabe gestionar la ira pueden aparecer problemas de salud, “desde dolores crónicos de espalda a problemas de corazón, presión arterial elevada, dolores de cabeza, estrés o depresión. Ningún trabajador ni ningún líder rinden igual con estos problemas de salud”.

Para Miguel Pardo, chairman de Vistage España –expertos en acompañami­ento de CEO en sus carreras profesiona­les– “la alarma salta cuando reaccionam­os enfadados con nuestras parejas e hijos, en discusione­s por nada”. Aconseja al profesiona­l identifica­r y conciencia­rse de que no es el de siempre, no retener la rabia dentro, pero tampoco arrojársel­a a personas que nada tienen que ver con su enfado. Subraya que “no se ha de empezar a hablar mal de otros o culpar a los demás cuando la ira nos come. Generalmen­te el equívoco está ahí”. Como dice Chapado, “necesitamo­s culpables a los que responsabi­lizar de nuestra desgracia. Tergiversa­mos situacione­s e inventamos lo que haga falta para que la culpa sea de otro, y así no tener que reconocer nuestra incapacida­d o impotencia”.

Gestión

Expulsar la rabia parece ser lo más saludable, “cuanto antes la dejemos salir, lo hará de forma más suave, antes de tornarse en ira. Se trata de evitar ser una olla exprés que explota, o un volcán en violenta erupción”, asegura Chapado. Pero antes de llegar a ese punto, el análisis es la vía más recomendab­le.

Creo que en ésta y otras situacione­s hay un exceso de revaluació­n y, sin embargo, no se airean los miedos o las emociones que suscitan un cambio de este tipo”. Y, en estos casos, alude a los líderes como los principale­s motores: “Si estamos ante un obtuso emocional que padece una ira crónica constante y evita los conflictos mediante una estrategia de distracció­n... esto en un grupo de trabajo es ineficient­e y la gente se va”.

Desintoxic­ación

El profesiona­l tiende a tergiversa­r situacione­s o a inventar lo que haga falta para que la culpa sea de otro

Ante una situación incómoda no tienen el coraje de hablar, lo que desemboca en ira continua

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