El cambio como alternativa de vida
Topar con personas que parecen enfadadas con el mundo es cada vez más habitual. Gustavo G. Díez, director de Nirakara Lab e investigador, cree que el motivo puede ser un modo de vida que no les satisface, “lo que les hace sentir una injusticia profunda que lleva a la falacia de que no se pueden hacer cambios, cuando no es así. Vivimos en una sociedad que ofrece la posibilidad de cambiar y acceder a una forma de vida que sintamos provechosa. Hay mucha gente que vive en ira continua y se cuece en su propia bilis, porque hay algo que perciben que les hace sentirse así”. Señala que no existe una receta clara para huir de ahí: “La clave es algo que conocemos desde la Grecia clásica: el autoconocimiento ¿Cómo sino podemos regular algo que no conocemos?”.
La cara B de la ira es la fuerza para actuar y reaccionar... puede ser la antesala de un cambio necesario que hasta entonces no se percibía como tal. José Manuel Chapado, experto en gestión de personas y codirector de Infova-Éthica, asegura que “supone un plus de energía física y mental. Esa pasión y fuerza la hemos de poner a trabajar en positivo, es decir, expresarla y canalizarla a futuro”. Para avanzar propone “asumir lo que ha pasado (o lo que está pasando). Eso no supone estar de acuerdo ni aprobar, pero sí pasar página. Sólo cuando se produce ese ‘clic’ mental y emocional, podremos aprovechar en positivo la ira, canalizando a futuro la fuerza que nos aporta”. Entender que la vida laboral es una carrera de obstáculos es la propuesta de Diego Fernández Requejo, especialista en estoicismo organizacional: ”No podemos enfadarnos cada vez que un obstáculo aparece, porque es consustancial al día a día”. Gustavo G. Díez, director de Nirakara Lab e investigador, propone lo que denomina consciencia granular como el método más eficaz para mitigar la irascibilidad: “Se trata de conocer al detalle aquello que está ocurriendo. Generar una reflexión en el tiempo. La ira tiene que ver con un estado de amenaza o una injusticia que uno percibe”. Explica que ante una situación incómoda, los profesionales no tienen el coraje de hablar, lo que desemboca en una ira continua que pagan con terceras personas.
¿Qué hace un equipo de trabajo cuando hay algo que provoca estrés?, se pregunta Díez, quien plantea algo tan habitual como expediente de regulación de empleo: “Los trabajadores tienen miedo y lo mejor que pueden hacer es hablar de ello con honestidad, sin refugiarse en el positivismo.
En cualquier caso, los expertos coinciden en que aunque el enfado y la ira tienen un origen, la solución no está en buscar culpables. Aunque, en algunos casos puede parecer justificado. Pardo subraya que “la ira es un sentimiento aún muy poco explorado. Está casi prohibido que sientas y explores tu ira en el lugar de trabajo. Aparte de algunas áreas y modelos comerciales más agresivos, en cualquier otro entorno, sentirse enojado puede interpretarse como falta de preparación”. Para desintoxicarse sin llegar a estos límites, propone dejar las creencias a un lado y tratar de empatizar, “colocarse en los zapatos del otro, como él, no como usted”.
Otras de las opciones para librarse de ese monstruo que puede arruinar tanto la carrera como la vida del profesional las resume Chapado. Apunta el humor, “reírse de uno mismo cuando se pierden los estribos es una excelente forma de desactivar la peor ira y recobrar cordura”. En segundo lugar “provocar distracciones que impliquen momentos de alegría”; en tercero, “intercalar prácticas de relajación y respiración que tranquilicen el espíritu”; y, por último, un clásico conocido, “desfogar, descargando la energía acumulada a través de ejercicio físico”.