La fusión nuclear salta de la fantasía a la realidad
Una serie de innovaciones científicas y de inversiones privadas alumbran la esperanza de que la comercialización de la energía por fusión juegue un papel importante en la reducción de emisiones.
CIENCIA
La promesa de producir energía ilimitada mediante la fusión de átomos ha encandilado a los científicos durante decenios, pero siempre parecía inalcanzable.
Ahora, una serie de innovaciones científicas y un aluvión de inversiones privadas están alumbrando la esperanza de que la comercialización de la energía por fusión pueda desempeñar de verdad un papel importante en la reducción de las emisiones globales antes de 2050.
“No tiene sentido que esa tecnología llegue en 2048 porque sería demasiado tarde”, explica Chris Kelsall, CEO de Tokamak Energy, una de las 35 empresas privadas de fusión existentes en todo el mundo y que están convencidas de poder ofrecer energía por fusión comercialmente viable en los próximos diez años. “Nuestro objetivo es demostrar que esa tecnología se puede facilitar, y ofrecer electricidad a los hogares entre principios y mediados de la década de 2030”.
El desarrollo de la primera máquina de fusión, conocida como tokamak, fue obra de científicos soviéticos en la década de 1950. Su diseño permitía la fijación de un plasma de dos isótopos de hidrógeno –deuterio y tritio– mediante potentes imanes y su calentamiento hasta temperaturas extremas para lograr la fusión de los núcleos de átomos, con lo que se liberarían grandes cantidades de energía.
Esta misma reacción es la que se da en el sol, pero hasta la fecha ningún grupo ha conseguido alcanzar la fusión y producir más energía de la que consume el sistema, en lo que el sector denomina “ganancia energética”. “Es lo que describimos como el momento de los hermanos Wright, cuando el avión despega de verdad”, relata Melanie Windridge, física especializada en plasma que dirige la asesoría Fusion Energy Insights.
Aunque la ganancia energética sigue siendo difícil de alcanzar, hay varias razones para el optimismo. El año pasado, el Centro Nacional de Ignición del Gobierno de EEUU llegó lo más cerca que se había estado hasta la fecha de generar energía neta, concentrando la luz de 192 láseres sobre un diminuto perdigón de plasma de hidrógeno. Seis meses más tarde, científicos del centro Toro Europeo Conjunto (JET) de Oxford –financiado por el Gobierno– produjeron la cifra récord de 59 megajulios a partir de una reacción de cinco segundos de duración, es decir, una cantidad de energía suficiente como para hacer hervir unas sesenta teteras.
Aunque siguen estando lejos de lo necesario para la comercialización de esa energía, la comunidad científica consideró que ambos logros representaban importantes avances. Sin embargo, han sido las actividades del sector privado las que han captado más interés. Durante los doce meses anteriores al pasado junio, las empresas privadas de fusión captaron 283.000 millones de dólares, sobre todo en EEUU pero también en Reino Unido, según la Asociación de la Industria de la Fusión.
Estos fondos –de inversores como Bill Gates, Tiger Global Management y Chevron– superaron la suma reunida por el sector hasta ese momento, y lograron aumentar las inversiones totales del sector privado hasta casi 4.900 millones de dólares.
Kelsall asegura que, a lo largo del último año, ha habido un “punto de inflexión palpable” en las actitudes hacia el sector de la fusión, que los inversores han empezado a ver en serio como posible herramienta
La primera máquina de fusión, ‘tokamak’, la crearon científicos soviéticos en la década de los 50
En el último año ha habido un punto de inflexión en las actitudes hacia el sector de la fusión
Los inversores ya ven que el sector es una herramienta para luchar contra el cambio climático