Comienza la gran batalla de las redes mayoristas con Vodafone como llave
LA COMPETENCIA POR LLENAR LAS NUEVAS REDES MAYORISTAS ESTÁ REBAJANDO LOS PRECIOS, LO QUE ATIZARÁ LA GUERRA COMERCIAL. LA DECISIÓN DE VODAFONE ES CRÍTICA. SI CREA UNA GRAN ‘FIBERCO’ URBANA DINAMITARÁ EL MERCADO.
La proliferación de redes mayoristas de fibra óptica o fiberco –algunas de ellas compradas con sobreprecios– está generando una batalla por los clientes. En sólo tres años, se han creado casi una decena de telecos mayoristas –prestan servicios a otras operadoras– que sumarán cerca de 12 millones de hogares pasados. Las prisas por llenarlas de usuarios está presionando a la baja los precios (ver información adjunta), lo que está bajando las barreras de entrada al sector.
Además, existe otro factor que debería rebajar aún más esas barreras de entrada: la previsible consolidación de los operadores mayoristas a medio plazo, creando un actor más grande. Y si se configura un gran actor mayorista independiente con doce millones o más de hogares cubiertos y sin una base de clientes minoristas que proteger, las barreras de entrada bajarán aún más al simplificarse para cualquiera la posibilidad de llegar a una parte muy significativa de clientes.
Vodafone, el desequilibrio Pero, además, existe una empresa con un gran potencial desequilibrante: Vodafone. La filial española del grupo británico es un verso suelto, de impacto imprevisible. Y antes o después debe tomar una decisión crítica sobre su red de banda ancha fija, porque así no puede seguir. Hay varias posibilidades, pero ninguna buena.
La más agresiva es achatarrarla y usar la red de Telefónica o la de Orange; venderla total o parcialmente para que el inversor financie el cambio de cable a fibra y se construya una fiberco mayorista sobre ella; o modernizarla sin venderla, la hipótesis menos probable.
La red de Vodafone, de 11 millones de hogares urbanos, tiene el problema de que su parte de cable HFC (7,5 millones de hogares de esos 11 millones) está cada vez más obsoleta frente a las redes de fibra FTTH. La fibra está dando ya más velocidad y llegará a niveles que el cable no puede y, además, el HFC consume muchísima energía, un verdadero problema ahora. Sin embargo, modernizar la red de HFC para convertirla en una de fibra supone invertir cientos de millones, perder clientes en el proceso y todo para facturar lo mismo o algo menos. Pero es imprescindible sólo para asegurarse poder seguir compitiendo en el futuro inmediato.
Además, al ser una red urbana, está totalmente solapada con la de Telefónica y la de Orange, por lo que es menos valiosa ya que le va a costar mucho lograr clientes al margen de los que ya tiene de Vodafone. Y las redes valen en función del ebitda que son capaces de generar.
Por eso, para lograr un inversor que financie la modernización de cable a fibra, Vodafone va a tener que comprometerse a pagar un precio por línea alto y por mucho tiempo. Y ligarse a largo plazo a la nueva fiberco supone casi matar cualquier posibilidad de fusión futura, porque una parte sustancial de las sinergias de esa fusión estarían bloqueadas por el contrato con la fiberco.
Si se crea una fiberco sobre los 11 millones de hogares de la red de Vodafone, su impacto sería sistémico. Porque casi todas las redes del resto de los mayoristas trabajan en poblaciones pequeñas. Pero la de Vodafone está toda en las grandes ciudades, donde se concentra la mayoría de los clientes y los operadores se juegan sus cuotas de mercado. El desembarco de una fiberco tan grande, independiente y sin clientes minoristas que defender, elevaría en varios grados el nivel de competencia actual.
Vodafone también podría elegir lo más traumático: achatarrar la red de cable y aprovechar las muy baratas ofertas mayoristas que le ha presentado Telefónica. En esa batalla también podría entrar Orange, con una red más pequeña, pero de casi 18 millones de hogares, que aún crecerá más tras la fusión con MásMóvil. Pero en pleno proceso de análisis de la operación, absorber la base de clientes de Vodafone y “matar” su red, sería claramente contraproducente de cara a Bruselas, por lo que supone de reducción de posibilidades competitivas. Con todo, elegir a Telefónica, supondría poner a cero el valor de la red de Ono, cuya compra en 2014 costó 7.200 millones.
Economías de escala
Si Telefónica lograse convencer a Vodafone conseguiría uno de sus mayores éxitos en las últimas dos décadas. No sólo se aseguraría un aumento sustancial de sus ingresos mayoristas, que suponen un 20% del total y son una inyección directa de ebitda. Además le devolvería la ventaja de las economías de escala a Telefónica, que la va a perder por primera vez en su historia a manos de Orange-MásMóvil. A los 6 millones de clientes de banda ancha de Movistar, Vodafone sumaría sus 3 millones, para llegar a 9 millones (más los de Digi), y se situaría, otra vez, por encima de los 7 millones que tendrán Orange y MásMóvil. Por el contrario, si Vodafone eligiese Orange, este polo, con 10 millones de clientes, casi duplicaría los 6 millones de Telefónica.
Si las ‘fiberco’ se consolidan, crearán un grupo mayorista con más de 12 millones de hogares
Si Vodafone apaga su red y usa la de Movistar, volverá a beneficiarla con las economías de escala