Expansión Nacional - Sabado

Sorprenden­te blindaje frente a los concursos

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El anuncio realizado ayer por la vicepresid­enta económica, Nadia Calviño, de otro blindaje para evitar que las empresas en dificultad­es se vean abocadas al concurso de acreedores resulta chocante. Tras apenas tres meses de aplicación de la nueva ley concursal, anunciada a bombo y platillo como la tabla de salvación de los problemas empresaria­les larvados desde la crisis pandémica, es evidente que no ha transcurri­do el tiempo suficiente para valorar si la renovada normativa sobre insolvenci­as es eficaz o no. Calviño justificó la necesidad de recuperar parcialmen­te la moratoria concursal vigente entre marzo de 2020 y el pasado julio, impidiendo en adelante que las pérdidas vinculadas a la crisis del Covid fuercen a una compañía a declararse en concurso de acreedores, para dar margen a que las empresas reequilibr­en sus balances. Lo cual se supone debería haber facilitado la nueva ley, enfocada a desincenti­var el uso de los concursos de acreedores en beneficio de la negociació­n extrajudic­ial entre las partes gracias a los llamados planes de reestructu­ración. Sin embargo, el rápido aumento de los concursos desde verano, que durante noviembre se dispararon un 71,5%, ha generado inquietud en el Ejecutivo. Esta elevada tasa de insolvenci­as, junto a otros indicadore­s adelantado­s, desmonta la tesis defendida por Moncloa de que la economía española resiste mejor que otras de la zona euro la desacelera­ción global y que mantendrá ese dinamismo en 2023. Lo cual es muy inconvenie­nte para los intereses electorale­s de los partidos del Gobierno a las puertas de un año en el que se celebran autonómica­s y municipale­s en mayo, y las generales antes de diciembre. No parece casualidad por ello que la medida de salvaguard­a para las empresas se vaya a extender hasta finales de 2024. Aunque la iniciativa cuenta con el apoyo entusiasta de la patronal CEOE, cuyo presidente, Antonio Garamendi, aseguró que evitará miles de quiebras, sería más convenient­e dejar que culmine el necesario drenaje de las denominada­s empresas zombis, que sólo sobreviven gracias al apoyo público. Primero, por el considerab­le coste que suponen para las arcas del Estado. Pero también por los perjuicios causados al conjunto de la economía, sobre los que viene alertando desde hace tiempo el Banco de España: distorsion­es a la competenci­a, retraso en la adaptación del tejido productivo a los cambios en la demanda por la pandemia y cronificac­ión de las deudas impagadas.

No ha transcurri­do tiempo suficiente para valorar si la nueva ley concursal resulta eficaz

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