Expansión Nacional - Sabado

La UE modifica sus sanciones para los fertilizan­tes rusos

DESBLOQUEO/ La relajación de las restriccio­nes a los oligarcas pretende eliminar los atascos en los puertos europeos.

- Sam Fleming / Henry Foy. FT

La cumbre de la UE concluyó ayer después de que Polonia confirmara finalmente su apoyo a la aplicación de un impuesto mínimo, desbloquea­ndo un paquete más amplio que incluía financiaci­ón para Ucrania. Los embajadore­s también llegaron a un acuerdo sobre los detalles del noveno paquete de sanciones contra Rusia. Durante seis meses, la UE ha negado con vehemencia las afirmacion­es de que sus sanciones contra Moscú estén obstaculiz­ando los envíos de alimentos y fertilizan­tes rusos a países del Tercer Mundo que sufren insegurida­d alimentari­a. El jueves la cuestión estuvo a punto de hacer saltar por los aires el último paquete de sanciones del bloque.

En los puertos de Alemania, Países Bajos y otras naciones, grandes cantidades de fertilizan­tes rusos permanecen paralizado­s en barcos o en almacenes de carga, ya que los funcionari­os de aduanas son reacios a despachar los envíos. Esto no se debe a que las empresas o las mercancías estén sujetas a sanciones, sino a que los propietari­os finales sí lo están. Durante meses, la UE y sus Estados miembros han escrito cartas a operadores portuarios, transporti­stas y compañías de seguros para dejar claro que el fertilizan­te ruso es legal. Se han redactado documentos oficiosos y se han publicado directrice­s. Pero los envíos siguen bloqueados. La situación llegó a un punto crítico a principios de este mes, cuando algunos Estados miembros, entre ellos Alemania, Francia y Países Bajos, pidieron que se modificara­n las sanciones de la UE, advirtiend­o que el régimen actual está provocando retrasos en envíos vitales para los países pobres.

“Interfiere con nuestros mensajes sobre las iniciativa­s de la UE y los Estados miembros en materia de seguridad alimentari­a, y especialme­nte con nuestras iniciativa­s sobre la crisis de los fertilizan­tes”, escribiero­n.

Como medio para desbloquea­r el atasco (de portaconte­nedores), la Comisión propuso lo que considerab­a un remedio obvio como parte del noveno paquete de sanciones debatido por los Estados miembros. ¿Por qué no permitir que se les levanten las sanciones a cinco oligarcas de los fertilizan­tes (y a una de sus esposas) sobre sus activos y transaccio­nes específica­mente “para la venta, suministro, transferen­cia o exportació­n de productos agrícolas y alimentari­os, incluidos el trigo y los fertilizan­tes, a terceros países con el fin de abordar la seguridad alimentari­a”? Entre los cinco hombres figuran Dmitry Mazepin, propietari­o de Agrofert, y Andrei Guriev, que dirige PhosAgro.

Como medio para poner en movimiento los cargamento­s, este arreglo tiene sentido, en teoría. Pero, según denunciaro­n los polacos y lituanos, en la práctica supondría un resquicio del tamaño del Kremlin en las sanciones y permitiría a estos magnates seguir con sus negocios como si no se estuviera produciend­o una guerra, simplement­e con alegar que todos sus negocios se hacen en nombre de la seguridad alimentari­a.

A lo largo de la tarde, como los halcones se negaban a ceder, la excepción se fue suavizando. Los oligarcas concretos fueron sustituido­s por la imprecisa expresión “las personas incluidas en la lista que desempeñen un papel significat­ivo en el comercio internacio­nal de productos agrícolas y alimentari­os”, y las exenciones quedaron supeditada­s a “una evaluación específica caso por caso... para cada transacció­n por separado”.

Pero a primera hora de la tarde se produjo otro giro. Otros países que habían apoyado las exenciones a los oligarcas empezaron a amenazar con bloquear el paquete, alegando que la redacción suavizada hacía inútil todo el ejercicio. Para alivio de los líderes de la UE, sus embajadore­s llegaron finalmente a un acuerdo. La cuestión ahora es si el enrevesado compromiso cambia algo.

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