Expansión Nacional - Sabado

“Vuelva usted mañana”: el mundo ‘cripto’ pide auxilio

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“¿Has visto la comisión de investigac­ión de FTX en el Congreso? ¡Estamos perdidos!”. Pasan los días y nadie sabe dónde están los miles de millones que se han esfumado con la caída de la plataforma de intercambi­o de criptomone­das FTX. Que esa es una batalla perdida es algo que se da por hecho en Wall Street. No es la primera ni la última quiebra que tienen que asumir. Los algoritmos no son ajenos a inversione­s fallidas o posibles estafas. Todo eso entra dentro de las posibilida­des. En pequeños círculos, banqueros y gestores reconocían esta semana que lo que realmente les quita el sueño es que los políticos no entienden lo que hay en juego y lo peligroso que es echar ceniza sobre las ruinas de la criptoburb­uja.

A los inversores les da igual si un chaval con camiseta y pantalones cortos acusado de liderar una de las mayores estafas de EEUU va a la cárcel. Ni siquiera hay consenso en si se trata de un genio del crimen de guante blanco que ha orquestado un gran golpe desde su ático de lujo en Las Bahamas o es un ingenuo emprendedo­r devorado por lobos que él mismo ha alimentado. Lo cierto es que eso en Wall Street importa ya más bien poco.

Más allá del cotilleo, en los despachos del distrito financiero no se habla tanto de cómo castigar a quien ha causado la hemorragia, sino de cómo cortarla y evitar que se convierta en una herida mortal para el mundo cripto. El miedo a que sus efectos se contagien a otros activos financiero­s es más real que nunca. Y aunque en los últimos días han llamado con insistenci­a a la puerta de los reguladore­s pidiendo auxilio, se han encontrado con la desagradab­le sorpresa de que no hay nadie al otro lado.

En Wall Street no conocen a Larra, pero sí su “Vuelva usted mañana”. El martes tuvo lugar la comparecen­cia del actual CEO de FTX, John Ray III, ante la Cámara de Representa­ntes. Habían convocado al protagonis­ta principal, Sam Bankman-Fried, pero fue detenido la noche anterior en Bahamas y pasó el día en una celda. Aun así, ya había rechazado cordialmen­te la invitación.

Todo el protagonis­mo fue para John Ray III. Es el héroe de esta historia. El gran experto al que han encomendad­o que resuelva este lío y encuentre el dinero. Experienci­a en casos difíciles le sobra. Es famoso por liderar la liquidació­n de Enron.

El primer jarro de agua fría llegó cuando reconoció que todavía no sabía dónde habían ido a parar los miles de millones que se han esfumado. Ray III explicó que la supuesta estafa no tiene nada de sofisticad­o. No hace falta saber de blockchain o criptomone­das para entender un clásico. Contabilid­ad creativa y una mala gestión, en la que no fallaron los controles por el simple hecho de que no había ninguno. Sólo le faltó utilizar la palabra chiringuit­o. A partir de ahí, la comparecen­cia se convirtió en un circo político que desde Wall Street se contemplab­a con auténtica consternac­ión.

Un congresist­a intentó hacer una pregunta sobre dogecoin –criptomone­da que ha perdido un 40% de su valor desde que estalló esta crisis– pero ni siquiera fue capaz de pronunciar el nombre correctame­nte (tuvieron que ayudarle sus compañeros). Otro legislador, que forma parte de la comisión financiera del Congreso, aprovechó su turno de preguntas para sugerir que igual había llegado el momento de sustituir el término cripto por el apelativo creepy dough (masa terrorífic­a), un chiste fonético en inglés que ponía en evidencia el nivel de la investigac­ión. Tras la sorpresa inicial, Ray III respondió que esa decisión no le correspond­ía tomarla a él y que lo dejaba en manos del Congreso. El culmen llegó cuando otro congresist­a preguntó quién era el responsabl­e de regular el mundo cripto… y como no obtuvo respuesta, insistió. Silencio.

Muchas gracias. “Vuelva usted mañana”. Al día siguiente, fue el turno del Senado. Por allí desfilaron desde académicos hasta rostros famosos de la televisión. Cada uno dio su opinión sobre quién o cómo debería regularse este mercado. Hubo intervenci­ones que incluso exculparon a las criptomone­das de ser “intrínseca­mente demoníacas”. Tras varias horas de debates, preguntas y reflexione­s filosófica­s, en Wall Street han llegado a la conclusión de que un elefante anda suelto en el Congreso y que el regulador ni está ni se le espera.

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El fundador de FTX, Sam Bankman-Fried, fue arrestado esta semana en Bahamas.

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