El esfuerzo también tiene límites
TEST DE ESTRÉS El examen médico que valora la respuesta del organismo ante el ejercicio, paso ‘obligado’ para deportistas.
Hacer deporte no es tan sencillo como calzarse unas zapatillas y echar a correr o subirse a una bici a escalar montañas. O, al menos, no debería serlo. Centros deportivos de todo el mundo, de los más básicos a los más exclusivos, coinciden en un requisito previo para lanzarse a hacer ejercicio: someterse a una prueba de esfuerzo que valore la respuesta del organismo al esfuerzo físico. Un test de estrés cardíaco. En algunos casos se considera tan relevante que no se permite participar en eventos deportivos sin haber superado ese particular examen, como es el caso del maratón de París, que exige un certificado médico para obtener el dorsal. Son muchas las carreras que ya han estudiado esta opción.
Razones no les faltan si se tiene en cuenta que la muerte de corredores en pruebas de atletismo con una clara vertiente popular, como la Behobia de San Sebastián o en el maratón nocturno de Bilbao, han vuelto a poner sobre la mesa en los últimos años la importancia de este examen que muchos creen que debería ser obligatorio a partir de los 45 años.
Motivos
“El chequeo deportivo permite descartar posibles patologías que contraindiquen la práctica deportiva para realizarla sin riesgos y evitar lesiones que se deriven de una práctica inadecuada”, señala Juan Bertó Botella, responsable del área de medicina deportiva de la Universidad de Navarra. Como explican desde este centro, se trata de determinar el umbral anaeróbico de cada individuo, que ocurre a una determinada frecuencia cardiaca (latidos por minuto). Una vez superado ese umbral, “los músculos del deportista no son capaces de seguir consumiendo glucosa y comienzan a sintetizar ácido láctico”. Se facilitan, por tanto, dos objetivos. El básico es determinar la seguridad de realizar ejercicio físico y, en este caso, determinar el nivel de esfuerzo máximo y apropiado para cada persona, lo que permite una prescripción individualizada de ejercicio y alcanzar la intensidad ideal a la hora de entrenar.
Además, la prueba permite detectar problemas de salud, aunque no se haga a priori con este objetivo. En Clínica Mayo destacan su utilidad para diagnosticar la enfermedad de las arterias coronarias, generalmente debido a la acumulación de depósitos que contienen colesterol y otras sustancias (placas) o problemas en el ritmo cardíaco, las conocidas como arritmias, que suceden cuando los impulsos eléctricos que coordinan los latidos cardíacos no funcionan adecuadamente. “Una arritmia puede hacer que el corazón lata demasiado rápido, demasiado lento o de manera irregular”, aclaran.
Juan Antonio Corbalán, director de la Unidad de Salud Deportiva de Vithas Internacional y jugador del Real Madrid de baloncesto entre 1971 y 1988, resume: “Mediante una historia clínica detallada y un electrocardiograma podemos descartar determinadas patologías que podrían contraindicar la práctica deportiva”. Este chequeo se hace imprescindible en cualquier rango de edad, pero el experto va más allá y se fija en los más pequeños, pues entiende que “debería ser obligatorio para los niños que se inicien en el deporte federado”, apunta Corbalán.
Para realizarla, lo normal suele ser que el paciente camine sobre una cinta o pedalee en una bicicleta estática y vaya narrando cómo se siente mientras se le controla el ritmo cardiaco, la presión arterial y la respiración, pues se va registrando el electrocardiograma y la tensión. “En ocasiones, sólo las pruebas dinámicas, en las que el paciente es sometido a un ejercicio máximo o submáximo, de suficiente intensidad, pueden dar luz en el diagnóstico de las enfermedades que cursan latentes y que sólo se manifiestan en condiciones de estrés”, alertan desde Vithas Internacional.
Pruebas como el maratón de París exigen ya un certificado médico para obtener un dorsal
La medicina deportiva permite descartar patologías que contraindiquen la actividad física