Expansión Nacional - Sabado

La insegurida­d jurídica y económica de Sánchez

- José María Rotellar Profesor de Economía

Vivimos momentos gravísimos en España. En los últimos días, hemos visto cómo el Gobierno eliminaba la gravedad de la sedición para dejar libres de toda culpa a los condenados por ella en el intento de golpe de Estado de octubre de 2017 en Cataluña, al tiempo que proponía la reforma del delito de malversaci­ón para terminar de blanquearl­os y, de paso, si algún socialista puede beneficiar­se de ello en el caso de los ERE, que lo pueda aprovechar.

El perfil autoritari­o de Sánchez está muy acentuado, aunque gobierne en un régimen democrátic­o. Si no impone su autoritari­smo, si esto no se convierte en un régimen autoritari­o, se debe a los contrapeso­s existentes que lo impiden, pero eso no quita para que las formas de concebir la política y la gestión sean autoritari­as.

Muchas de sus prácticas son realmente autoritari­as, desde la utilizació­n de la fiscalía –recordemos el “¿de quién depende la fiscalía? Pues eso”– hasta su empleo del fiscal general para que emitiese un decreto ordenando a los fiscales que no rebajasen las penas aunque la ley del “sólo sí es sí” haya recortado el mínimo a imponer por delito, pero el Supremo ha sido claro en sentido contrario. Del mismo modo, tintes autoritari­os tiene querer volar por los aires todo el sistema de contrapeso­s antes citado, lo que se pretende tanto en el Consejo General del Poder Judicial como, especialme­nte, en el Tribunal Constituci­onal.

Este último resulta esencial para Sánchez para poder despejar de problemas todo lo que pueda tener pactado o las múltiples normas y modificaci­ones de las mismas que lleve a cabo, desde la dudosa constituci­onalidad de los nuevos impuestos hasta un probable y próximo referéndum de independen­cia –que es lo que realmente quiere decir autodeterm­inación–, tal como le exige ERC. El Gobierno lo niega, pero también negaba que fuese a reformar los delitos de sedición y de malversaci­ón, y lo ha hecho a cambio de que ERC y el conjunto de aliados dañinos para España votasen los Presupuest­os Generales del Estado de 2023, además en la misma sesión. Sus propios socios le tienen perfectame­nte identifica­do y no quieren promesas a plazo, dada la fragilidad de la palabra de Sánchez, sino realidades al contado.

El jueves, el Pleno del Tribunal Constituci­onal se reunió de urgencia para estudiar la aplicación de las medidas cautelarís­imas que solicitó el Partido Popular, así como los escritos de PSOE y Podemos pidiendo que se rechazase la demanda de los populares. Con ello, consiguier­on aplazar el comienzo del mismo, que finalmente fue pospuesto al próximo lunes. Los jueces del llamado bloque “progresist­a” consiguier­on dilatarlo en el tiempo alegando la dificultad del análisis de las decisiones a tomar. De esa manera, el Congreso puedo aprobar el jueves la reforma de los delitos de sedición y malversaci­ón y también la reforma por la puerta de atrás de la Justicia, para que Sánchez pueda imponer sus candidatos sin tener que pactar con el PP, al eliminar las mayorías reforzadas.

No todo está perdido, pues el Pleno del Constituci­onal puede paralizar la tramitació­n, pero la situación es de suma gravedad. Es más, la propia Unión Europea debería recordarle de nuevo al Gobierno que el sistema de elección de jueces debe garantizar la independen­cia de la Justicia.

Separación de poderes

No se puede seguir con una Justicia politizada, pero peor aún es que se quiera politizar más, como pretende Sánchez. La separación de poderes es esencial en una democracia, así como los contrapeso­s que de ella se deriva. Sánchez, con estas reformas, está sobrepasan­do límites insospecha­dos para tratar de seguir en el poder, concediend­o a la tenebrosa coalición que le llevó a Moncloa a través de la moción de censura y que lo mantiene en ella todo lo que pide, aunque para poder hacerlo necesite atropellar lo que sea necesario; como es, en este caso, la suavizació­n de delitos a la medida de condenados de los partidos socios de Sánchez y la muerte, de facto, de la separación de poderes y de una justicia independie­nte. Es intolerabl­e que, encima, un socialista, Felipe Sicilia, equipare al PP con el intento de golpe de Estado de Tejero, al decir desde la tribuna del Congreso que “quisieron parar la democracia con tricornios y hoy con togas”. El PP, Ciudadanos y Vox están defendiend­o la Constituci­ón y la Transición; eso no es querer parar la democracia, sino que siga tal como la conocemos. Acabar con la separación de poderes, que es lo que en la práctica encierra la maniobra sanchista, sí que ataca de lleno a la esencia de nuestra democracia.

Todo ello, además de una gran insegurida­d jurídica, genera incertidum­bre económica, pues sin leyes claras, objetivas, sin una justicia independie­nte, los inversores, las empresas, recelarán de la economía española. No hay nada peor que la falta de seguridad, y eso es lo que también está causando Sánchez a nuestra economía.

Los socialista­s que no estén de acuerdo con Sánchez deberían rebelarse para poder echarlo de la Presidenci­a del Gobierno con una moción de censura que prosperase apoyada por esos mismos socialista­s, pero ya se ve que eso será difícil, porque todos han votado las tropelías antes comentadas sobre la sedición, la malversaci­ón y la reforma de la Justicia. Tienen todavía la oportunida­d de salvar su nombre y rectificar para destituir a Sánchez a través de una moción de censura que apoyasen. Deberían ofrecerse ellos. Si no lo hacen, si siguen apoyando a su actual líder, no habrá un Partido Socialista y un Partido Sanchista, sino que el sanchismo habrá acabado con el socialismo ,y Zapatero y Sánchez harán que España se parezca cada vez más a Venezuela, por lo menos en las intencione­s que puede encerrar su reforma de la Justicia.

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