El futuro tras Avatar
¿Innova algo la segunda entrega de Avatar: El sentido del agua? La respuesta es que nada sustancial, pero lo cierto es que guste o no la decisión de James Cameron de prolongar la saga, la nueva entrega implica, sin duda, algo más que una marketiniana apuesta para poner en marcha la máquina de hacer dinero, un fin que en todo caso siempre, en el cine al menos, no deja de ser incierto, aunque en este caso la expectación creada junto con la penuria de grandes estrenos está ayudando a que la empresa se salde con buenas taquillas.
Vayamos por partes. En primer lugar, la configuración dramática, la estructura narrativa de Avatar, apenas ha evolucionado. La razón es doble. De un lado, la mayor parte de los espectadores se enganchan con los recuerdos de la primera. Destruir ese ecosistema narrativo es una apuesta muy arriesgada y que casi siempre sale mal. El ejemplo contrario es el segundo episodio, en la cronología de Lucas el episodio 5, de Star Wars, El Imperio contrataca, en el que sobre la base del primero, la narrativa se tornaba novedosa y más compleja. Para ello tienes que contar con la colaboración de guionistas como Lawrence Kasdan, a punto de convertirse en guionista-director de éxito como Fuego en el cuerpo y Reencuentro, y la veterana Leigh Brackett, habitual guionista de Hawks en El sueño eterno, Rio Bravo o Eldorado. O contar con la ambiciosa alianza de Coppola con el escritor Mario Puzo para hacer girar todo el universo de El Padrino sobre la shakespeariana, y hamletiana, figura de Michael Corleone en la extraordinaria continuación El padrino 2.
No es el caso de Avatar en el que los movimientos de novedades narrativas implican meros desarrollos de lo que ya conocemos, de buena factura pero nada novedosos. Personalmente, creo que las reflexiones que la película de James Cameron pueda sugerir sobre un futuro humano en el que las barreras de especie, la ecología y el capitalismo corporativo depredador y sus daños, centren los problemas y debates, no dejan de ser, en mi opinión, más bien la habilidosa carcasa de la trepidante acción audiovisual que se nos presenta a la vista para nuestro disfrute. El fondo de lo que nos cuenta Avatar reposa sobre un lecho de cuentos y sagas de todo tipo con un cierto barniz, inevitable, todo está inventado, de referencias homéricas. El combate de los menos contra los poderosos, el liderazgo del héroe, la idea de la destrucción de un mundo amenazado por su marginalidad y bondad, la familia o la tribu o la especie, como vehículo para expresar todo ello. Jake Sully (Sam Worthington) se con
Desde un punto de vista visual y técnico, la película es extraordinaria y es difícil no engancharse a ella
virtió en un Na’vi, se unió con Neytiri (Zoé Saldanha) y formaron una familia, pero del pasado regresa una némesis, un malvado enemigo, que pone en peligro el paradisíaco universo de Pandora. Se convertirán, por culpa de una corporación terrícola que ambiciona sus tesoros acuáticos. Huyen, se exilian, acogidos por el clan de los Metkayina, que viven junto al océano. Créanme, sin el genio de J.R.R. Tolkien, capaz de sintetizar miles de sagas, cuentos, leyendas, libros sagrados y lenguajes en El Hobbit,y El Señor de los anillos, la mayor parte de guionistas y cineastas lo habrían tenido muy difícil.
Un paso más
Por otra parte, la configuración de Avatar es la de una superproducción, como en su tiempo lo fueron, cada uno en su estilo, Los Diez Mandamientos, La vuelta al mundo en 80 días, Cleopatra o La caída del Imperio Romano. David Lean en Lawrence de Arabia o Doctor Zhivago, jugaba en otra liga, de más clase, complejidad y ambiciones artísticas. Al apostar por la tecnología 3D, que posiblemente Cameron haya llevado casi a su límite actual, la estructura dramática y narrativa de la película se desliza y es subsidiaria del espectáculo, ciertamente fascinante y seductor, de la concepción visual, grandiosa, estéticamente muy sofisticada, que el cineasta y su equipo de técnicos, que atrapa y golpea la atención de los espectadores. Creo que una de las relativas novedades de esta segunda entrega es que Cameron y su equipo tecnovisual han profundizado en concepciones visuales cada vez más pictóricas en las que la virtualidad de los efectos visuales se deflacta hacia un mestizaje de cine, cómic, pintura y juego audiovisual. Estamos más allá de la tradición del cine. La grandiosidad de la empresa es evidente y posiblemente rinda beneficios porque resulta muy difícil no engancharse con este supercuento que es esta segunda entrega de Avatar.
Se ha hablado de George Meliès como el hilo del que tirar para encuadrar una tradición de gente del cine, mucho más que cineastas o directores capaces de concebir el cine, las películas, más allá de sus límites de contar historias con imágenes que emocionen a los espectadores. Deslumbrarles más que conmoverles, extender el concepto de magia visual que siempre subyace en el cine a una idea global de un espectáculo total que solo puede ofrecer el cine. Esa, creo, es la idea de Cameron con Avatar: El sentido del agua, y ese, y no otro es el terreno crítico en el que juzgar la película.
James Cameron ya tiene lista la tercera entrega y trabaja en una cuarta y en una quinta. No está mal que el sudor se conjugue con la imaginación y los sueños.
James Cameron ya tiene lista la tercera entrega y trabaja en una cuarta y en una quinta
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