El resultado de “contratar al tipo equivocado”
Corría 1996. A cada mes que pasaba, Microsoft fortalecía su posición como líder en el segmento de los ordenadores personales, mientras que Apple sufría para encontrar una fórmula que revitalizara unos ingresos descendentes y unas cuentas que en ese y el siguiente ejercicio se cerrarían con pérdidas. Ya habían transcurrido 11 años desde que Steve Jobs abandonó la compañía que cofundó junto a Steve Wozniak, pero el célebre gurú de Silicon Valley seguía molesto por todo lo que desencadenó su marcha. Su rencor estaba especialmente focalizado en John Sculley, consejero delegado de Apple entre 1983 y 1993 y a quien Jobs consideraba el principal responsable de lo ocurrido. Por ello le criticó con dureza en una entrevista en la BBC.
“¿Qué puedo decir? Contraté al tipo equivocado. Destruyó todo en lo que estuve trabajando durante 10 años”. Lo irónico de la historia es que fue el propio Jobs quien trabajó duramente para que Sculley dejara su puesto al frente de PepsiCo y fichara por la firma de la manzana. “¿Quieres pasar el resto de tu vida vendiendo agua azucarada o quieres tener la oportunidad de cambiar el mundo?”, le dijo Jobs durante las negociaciones para su incorporación. Ambos directivos acabaron enemistados por algo tan simple como trascendental para el futuro de Apple a mediados de los 80: el precio del Macintosh. Tras el fiasco que supuso el modelo Lisa –costaba 10.000 dólares– y un Apple II que dabas signos de agotamiento a nivel de ventas, la empresa necesitaba un lanzamiento exitoso. Jobs defendía un precio de 2.000 dólares, frente a los 2.500 dólares por los que abogaba Sculley y por los cuales se decantó el resto del consejo de administración. El cofundador del grupo advirtió de que, si el nuevo ordenador fracasaba en las tiendas, como así fue, sería por su precio, pero eso no fue excusa para el resto de directivos, que se acabarían decantando por reducir el