La primera gran inversora
GRANDES LEGADOS/ La esposa del presidente estadounidense John Adams tenía un inclinación natural hacia la inversión. Especuló con bonos basura con el patrimonio familiar consiguiendo importantes plusvalías.
Abigail Smith Adams fue una mujer increíblemente astuta. Tal vez la primera dama más extraordinaria que ha habitado la Casa Blanca, Adams bordó su papel de esposa y madre de presidentes, pero supo encontrar con soltura un lugar con nombre propio en la historia de Estados Unidos.
Abigail Adams fue muchas cosas. Fue madre, esposa, erudita, excelente escritora, defensora de los derechos de las mujeres, asesora política, filántropa y una de las primeras inversoras de las que se tienen registros, con un olfato natural por la especulación que la hizo pionera, única y enormemente contradictoria.
Eran tiempos duros, la Guerra de la Independencia estaba en marcha, y el llamado a convertirse en el segundo presidente de Estados Unidos, John Adams, pasaba largos periodos fuera del hogar. Así que Abigail se quedaba al frente de las finanzas familiares, que en teoría debía gestionar al dictado de su marido. Su esposo le instaba a que compraba granjas pero la primera dama tenía sus propias opiniones.
Abigail Adams destinó gran parte del patrimonio a comprar bonos de guerra por una pequeña parte de su valor y otros activos de riesgo altamente especulativos, operando de una manera que incluso John Adams criticó públicamente, a pesar de que le hizo rico. Adams fue una inversora de raza dedicada a buscar la mejor rentabilidad.
La primera gran inversora de Estados Unidos era conservadora, defendía la unidad familiar, entendía el papel diferencial de la mujer y se convirtió en el mejor apoyo de la carrera política de su marido, vicepresidente primero con George Washington y presidente después hasta que perdió las elecciones de 1800 de manos de Thomas Jefferson. También fue un gran soporte de su hijo John Quincy en su carrera política, aunque falleció antes de verlo convertido en el sexto presidente de Estados Unidos en 1825.
Abigail Adams fue todo eso, pero una parte muy poderosa de ella pugnaba por gritar con su propia voz. Lo logró através de su faceta inversora, con las que desafió durante décadas las leyes de entonces, que dictaban que la propiedad de la mujer pasaba
MATRIMONIO PRESIDENCIAL
directamente al esposo.
Puso tanto ahínco en su estrategia de inversión que logró dejar un testamento propio, algo inédito para las mujeres
de la época. Abigail Adams ignoró las leyes del naciente país para amasar una pequeña fortuna personal que, en teoría, no le correspondía
y que legó a mujeres de su familia para que abordaran el largo camino de la independencia económica femenina.