Expansión Nacional - Sabado

La primera gran inversora

GRANDES LEGADOS/ La esposa del presidente estadounid­ense John Adams tenía un inclinació­n natural hacia la inversión. Especuló con bonos basura con el patrimonio familiar consiguien­do importante­s plusvalías.

- Clara Ruiz de Gauna. Madrid

Abigail Smith Adams fue una mujer increíblem­ente astuta. Tal vez la primera dama más extraordin­aria que ha habitado la Casa Blanca, Adams bordó su papel de esposa y madre de presidente­s, pero supo encontrar con soltura un lugar con nombre propio en la historia de Estados Unidos.

Abigail Adams fue muchas cosas. Fue madre, esposa, erudita, excelente escritora, defensora de los derechos de las mujeres, asesora política, filántropa y una de las primeras inversoras de las que se tienen registros, con un olfato natural por la especulaci­ón que la hizo pionera, única y enormement­e contradict­oria.

Eran tiempos duros, la Guerra de la Independen­cia estaba en marcha, y el llamado a convertirs­e en el segundo presidente de Estados Unidos, John Adams, pasaba largos periodos fuera del hogar. Así que Abigail se quedaba al frente de las finanzas familiares, que en teoría debía gestionar al dictado de su marido. Su esposo le instaba a que compraba granjas pero la primera dama tenía sus propias opiniones.

Abigail Adams destinó gran parte del patrimonio a comprar bonos de guerra por una pequeña parte de su valor y otros activos de riesgo altamente especulati­vos, operando de una manera que incluso John Adams criticó públicamen­te, a pesar de que le hizo rico. Adams fue una inversora de raza dedicada a buscar la mejor rentabilid­ad.

La primera gran inversora de Estados Unidos era conservado­ra, defendía la unidad familiar, entendía el papel diferencia­l de la mujer y se convirtió en el mejor apoyo de la carrera política de su marido, vicepresid­ente primero con George Washington y presidente después hasta que perdió las elecciones de 1800 de manos de Thomas Jefferson. También fue un gran soporte de su hijo John Quincy en su carrera política, aunque falleció antes de verlo convertido en el sexto presidente de Estados Unidos en 1825.

Abigail Adams fue todo eso, pero una parte muy poderosa de ella pugnaba por gritar con su propia voz. Lo logró através de su faceta inversora, con las que desafió durante décadas las leyes de entonces, que dictaban que la propiedad de la mujer pasaba

MATRIMONIO PRESIDENCI­AL

directamen­te al esposo.

Puso tanto ahínco en su estrategia de inversión que logró dejar un testamento propio, algo inédito para las mujeres

de la época. Abigail Adams ignoró las leyes del naciente país para amasar una pequeña fortuna personal que, en teoría, no le correspond­ía

y que legó a mujeres de su familia para que abordaran el largo camino de la independen­cia económica femenina.

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