“Pinto cada cuadro pensando que me lo voy a quedar”
EDGAR PLANS El artista es uno de los pintores españoles más cotizados a nivel internacional.
Pintor asturiano de adopción, Edgar Plans (Madrid, 1977) es hoy uno de los artistas españoles más reconocidos en todo el mundo. Tras Picasso y Miró, fue el artista nacional que más obras vendió en subasta en 2022, por un valor superior a los 5,7 millones de euros. Con un estilo “colorista, expresivo y vivaz”, con tintes de arte urbano, sus Animal Hero se han vestido con los colores de la NBA –fueron imagen de la conmemoración del 75 aniversario de la competición– y quién sabe si algún día disputarán los JJOO, “un sueño que todo artista que hace personajes querría alcanzar”.
Ratones o perros según las orejas y la interpretación del espectador, vestidos con máscara y que tanto gustan desde al más exigente colecionista asiático a su hija –a la que diariamente lleva y recoge del colegio antes de empezar su rutina como pintor , “nada ermitaña ni bohemia”, dice, “aunque los fines de semana, que es cuando no tengo que interrumpir mi jornada puedo dedicarle 14 horas en el taller”–, sus personajes han evolucionando “de animales basquianos, perros y cocodrilos muy básicos, a figuras con volumen, con brazos y piernas que les da cierta humanidad”. A través de ellos, su obra adquiere una narrativa siempre diferente. “No me gusta repetirme”.
En un principio con más textos críticos (en los que nuevamente, la influencia de Basquiat está muy presente), ahora la crítica se difumina para dar más protagonismo al espectador. Siendo el cambio climático una de sus grandes preocupaciones, en sus cuadros podemos encontrar “gente que mancha [héroes más bien] y que limpia, pero el cuadro no se titula Sobre la contaminación; hay conciencia social, pero el título ya no es directo, porque cuanto más definida está la escena, menos interpretación le das al espectador. Lo bonito es que el cuadro lo acabe quien lo ve. Compartirlo”.
Ahora bien, presente en la 42 edición de ARCO con una propuesta comisariada por Pablo Villazán, fundador de la galería Villazán, cuando llega el momento de compartir definitivamente su obra y entregarla al comprador, el paternalismo se apodera de él: “No me gustaría vender todos los cuadros. Cada uno que hago no lo vendería. Pinto muchos menos, con mucha calma, y me llevan mucho tiempo. Cada obra que empiezo la hago pensando que me la voy a quedar; por eso los hago muy bien, como si fueran para mí, y yo soy muy exigente. Tardo meses y meses en terminarlos y luego me cuesta mucho desprenderme de ellos. Lo que me gusta de estos personajes es que puedes crear mil escenas y mil momentos y nunca son iguales. Acaban siendo como un diario mío en lienzo”.
Gracias a su buen posicionamiento dentro del mercado de arte contemporáneo, puede permitirse “ser totalmente libre. Cuando empiezas estás más cohibido; ahora pinto lo que quiero. Si comienzas un cuadro pensando en venderlo ya estás viciando la obra. Tienes que empezar un cuadro para ti, como hobby. Aunque sea tu trabajo, tienes que hacerlo porque te gusta pintar. Lo llamo trabajo porque vivo de ello, pero realmente es una manera de pasar el día haciendo lo que te gusta”.
Otros artistas más jóvenes no tienen la misma suerte. “Yo mismo soy coleccionista, compro arte de gente de 20 y 30 años y lo tienen más difícil, sobre todo ahora en momentos de crisis. La cultura no cuenta con apoyo suficiente. No hay apoyo o mecenazgo y las ayudas establecidas para los jóvenes se quedan cortas”. Así,
“Lo llamo trabajo porque vivo de ello, pero realmente es una forma de pasar el día haciendo lo que me gusta”
aunque bien podría considerarse junto a otros como Javier Calleja o Cristina BanBan la punta de lanza de una nueva escuela patria de arte contemporáneo figurativo, critica que “el arte contemporáneo que tenemos aquí no se valora como se merece; cuando hay una exposición, vuelves a ver chillidas, pero hay mucha gente del siglo XXI más joven que yo a los que es importante darles la oportunidad”.
Actualmente, su ambición pasa por “poder desarrollar buenas exposiciones, no en términos de ventas, sino en espacios como museos que te permiten salir de las dimensiones del mercado galerístico, con cuadros de cinco metros que se queden en el museo”.
También avanza en otras disciplinas, como los NFT y la escultura. “Son obras que parten de un dibujo a lápiz, tradicional, pero un arte que necesita de más gente. El arte digital, por ejemplo, requiere de un programador, un diseñador... Es un arte que empiezo yo, pero que no es solo mío. Y eso me gusta; me gusta que mi arte genere trabajo”.
El año pasado se estrenó en el metaverso con la colección Lil’ Héroes de 7.777 NFT único, un mercado en el que también ha tenido mucho éxito. “Ahora puede parecer más un medio bursátil, como un juego, en el que los NFT se cambian y coleccionan como cromos digitales. Es un coleccionismo diferente, lo puedes imprimir o usar de avatar en redes sociales; un mercado muy distinto con un perfil de cliente muy diferente. El arte vive ahora un momento de tránsito con los NFT y, al igual que al principio el videoarte no se entendía bien y ahora sí, acabaremos entendiéndolo”, reconoce.
Ya sea virtual o en tela, no cabe duda de que Plans es una buena inversión.
“El arte contemporáneo español actual de jóvenes del siglo XXI no se valora lo suficiente en España”