Guerras y metaverso
Dos de mis amigos, Garci e Inocencio Arias, discrepan sobre las candidatas a ganar el Oscar a la mejor película. Curiosamente ambas no han sonado tan estruendosamente como Los Fabelman, Tár o Almas en pena de Inisherin. También, y como dato de coincidencia, las dos películas se pueden ver en plataformas audiovisuales más que en salas de cine, con lo que el acceso a las mismas se simplifica. Amén de ello, y si ganara cualquiera de las dos, el palo asestado a la exhibición en cine sería notable y confirmaría que la Academia hollywoodiense comienza a entregar la cuchara de su tradicional suspicacia ante las plataformas, en buena medida, en quiebra tras el triunfo de Roma, cuyo casi simultáneo estreno en sala y plataforma ya suscitó notable controversia con el propio Spielberg mostrando su disconformidad.
Las dos películas a las que me refiero son Sin novedad en el frente, la favorita de Garci, y Todo a la vez en todas partes, la que más le gusta a Inocencio Arias, buen conocedor del entramado cultural y cinematográfico argelino, ya que fue cónsul de España en Los Ángeles y se movió con inteligencia en ese hábitat tan especial. Para rematar la rareza de esas dos apuestas les anoto que Sin novedad en el frente es una nueva adaptación de la exitosa novela que Erich Maria Remarque sita en las trincheras de la ominosa Primera Guerra Mundial y Todo a la vez y en todas partes explora la nueva realidad del metaverso. Alfa y Omega.
Erich Maria Remarque es ahora mismo un nombre casi olvidado, pero su importancia y éxito entre los años 20 y 60 fue muy notable. Su vida es apasionante y muy particularmente su relación con Marlene Dietrich en los años 30 –hay algún libro que recoge su incendiada correspondencia– se convirtió en un romance de esos que merecen libros o películas. Sus novelas han sido adaptadas con frecuencia, y cierto éxito, al cine por directores de la talla de Frank Borzage, Lewis Milestone o Sidney Pollack. Milestone dirigió la adaptación cinematográfica Sin novedad en el frente, una novela que, desde su publicación en Alemania en 1929, constituyó un éxito descomunal con traducciones a cincuenta idiomas y con veinte millones de ejemplares vendidos desde entonces. Junto con Adiós a las armas, la novela de Hemingway, y la película El Gran desfile, dirigida por King Vidor, pueden ser consideradas como las obras de referencia popular sobre la terrible Primera Guerra Mundial.
A la versión de Milestone, en 1930, muy estimable, por su vigor emocional, le siguió en 1979 otra dirigida por Delbert Mann, mucho más Hollywood convencional.
Mucho se ha debatido sobre la novela de Remarque, que siempre defendió el carácter abstracto de su obra, saludada como un vigoroso y dramático alegato antibelicista centrado en los jóvenes alemanes animados por sus profesores para ir voluntarios a la guerra, en cuyo frente madurarán dramáticamente contemplando las miserias humanas, el heroísmo, la traición, la brutalidad, la cutrez física y moral, el belicismo y el desencanto, siempre contemplado desde el mirador, el horizonte inevitable, de la muerte.
Ambientación de un gran nivel
La nueva adaptación, obra de un cineasta alemán no muy conocido, Edward Berger, impacta desde sus primeras imágenes. Nos hará sumergir en la euforia del alistamiento, la sorpresa de la llegada al frente, la inmersión pavorosa, brutal en el mundo de las trincheras, los combates sin tregua, la violencia sin fin, a la vez que nos interroga sobre lo que sentimos y pensamos acerca de esa espantosa carnicería.
Dunkerke y 1917, especialmente la segunda, nos ofrecían ese escenario de desolación y devastación de las trincheras; pero ambas son películas sobre el heroísmo. En la novela de
Remarque no hay sitio para ello y en la película de Berger tampoco. Esta es muy brillante visualmente, con fotografía en tono verde frío, ambientación y vestuario junto a los combates de un gran nivel y una puesta en escena energética, excelente de ritmo y muy clara a la hora de mostrar lo que debemos ver, nos guste o no.
Con un reparto de nombres no muy conocidos pero muy compacto y notable, solo le pongo el reparo de su excesiva duración, 147 minutos, lo que la lleva a veces a repetir combates y situaciones de trinchera, con algunos baches de ritmo.
Todo a la vez en todas partes está basada en la disrupción del mundo real por una ruptura interdimensional que lleva a una inmigrante china (Michelle Yeoh, fuerte candidata al Oscar a la mejor actriz, como Cate Blanchett) a entrar en una vertiginosa carrera para salvar el planeta. Matrix, Origen, Interstellar, Reader Player One, entre otras, ya han tratado este tema, pero sus más o menos intrincados laberintos narrativos se siguen mejor o peor, lo que no sucede con esta película dirigida y escrita colectivamente –¿cómo se hace eso?–, por Daniel Kwan y Daniel Scheinert. Su estructura narrativa te deja KO, sin que puedas salir ni comprender lo que te cuenta.