“Un apellido no garantiza la autoridad”
Por devoción a su madre, no puso punto final a una historia que iniciaron sus abuelos en 1958 con un taller de encuadernación, aunque no tiene claro si aconsejará a sus hijos que escriban el siguiente capítulo de esta herencia con mucha letra pequeña.
Luis Hedo Gómez Director general y propietario de Grupo Gómez Aparicio
La primera página de Grupo Gómez Aparicio la escriben Francisco Gómez, encargado de una encuadernación, y Luisa Aparicio, una de las cosedoras. En 1958 emprenden su propio negocio en el barrio de Usera (Madrid), en el que cosen a mano de 2.000 a 3.000 libros a la semana, los mismos que hoy realiza en una hora la compañía que dirige desde 2012 su nieto, Luis Hedo (Madrid, 1983).
Un incendio en 1977 casi acaba con el relato del matrimonio. “Sin seguro, se arruinaron. Mi madre, hija única y a punto de terminar la carrera de Farmacia, se incorpora entonces a la empresa para resucitarla con la ayuda de todo el personal, de clientes y de proveedores que, por cariño a mi abuelo, prestaron todo tipo de maquinaria... Primero la profesionaliza: crea una estructura empresarial, diseña metodologías de trabajo, informatiza gestiones...”, detalla el actual líder, que entra –formalmente– en la compañía tras estudiar Ingeniería Industrial, aunque desde niño conocía muy bien la fábrica: “Mi madre nos obligaba a controlar los procesos para reconocer el esfuerzo que requiere cada operación. Ahora, como jefe, sé lo que exigen los puestos y valoro mucho el trabajo de todos; me ha ayudado a ser más empático”.
Hoy, esta empresa de servicios integrales de artes gráficas en la fabricación de libros engloba a las marcas Gómez Aparicio (encuadernación), Gohegraf (impresión offset, de gran volumen), Liber Digital (para tiradas de menos de mil ejemplares), Liber Express (start up de impresión bajo demanda) y Huertas, una compañía de la competencia –al 50% propiedad de su padre–, que el grupo compró a finales de 2022. Con una capacidad para rematar 20 millones de ejemplares al año (no producen ediciones de bolsillo) para las editoriales La Esfera de los Libros, Penguin Random House, Planeta y Anaya, su facturación ronda los 21,5 millones.
– Antes de llegar a este punto de la historia, surge otro fuego...
En 2007, cuando ya me incorporo al 100%, trabajando de 10 a 12 horas diarias, comienza una doble crisis, la económica y la del libro. Empiezan a desaparecer los diccionarios, las enciclopedias... y este sector tan atomizado arranca una guerra de precios. Si en 2008 facturábamos 6 millones de euros, en 2012 era la mitad. Tuve que vender mi coche y mi casa, mudarme con mis hijos a la de mis padres, e hipotecar también la fábrica para poder pagar las nóminas y a los proveedores... Fue muy duro. Hasta actualicé mi currículum.
– ¿No pensó que era el momento, entonces, de escribir el final de esta historia, aunque no fuese feliz?
No lo hice por mi madre, por mi familia. Por ella no podía permitir que se hundiera la empresa. Era mi obsesión, el motor que me hizo luchar. Tenía el absoluto convencimiento de que todo remontaría el día que fuésemos una imprenta de referencia [hasta esa crisis, sólo eran una encuadernación], para combinar el proceso completo. Me surgió la oportunidad de comprar una prácticamente nueva por 500.000 euros en vez de 2 millones. Ningún banco me prestaba el dinero y mi abuela, sin saber si lo recuperaría, me prestó 150.000 euros de sus ahorros. A partir de ahí no hemos parado de crecer. – ¿Es el libro electrónico el villano de este cuento?
Parecía que sí, pero no. La gente sigue queriendo papel [según el últi
“Una empresa familiar no cuenta con un paracaídas como puede tener una compañía multinacional” “Por mi madre y por mi familia no podía permitir que se hundiera la empresa. Era mi obsesión y el motor que me hizo luchar” “Tuve que vender mi coche y mi casa, mudarme a la de mis padres e hipotecar la fábrica para poder pagar las nóminas y a los proveedores”
mo informe Hábitos de Lectura y Compra de Libros en España de la Federación de Gremios de Editores de España, el 68% de la población lee libros; sólo el 29% en soporte digital]. El principal hándicap es que las tiradas de antes, de los años 80 y 90, no tienen nada que ver con las de ahora. Hoy una media ronda los 2.8003.200 ejemplares. Imprimir 15.000 unidades es un exitazo tremendo y verdaderos bestsellers, de 100.000, no creo que haya más de una veintena al año, y estoy siendo muy generoso. La impresión offset sólo es rentable, por sus costes fijos, para tiradas superiores a mil unidades. Obsesionado con la innovación, aposté por la tecnología y por la impresión digital para tiradas pequeñas, un verdadero triunfo.
– Sin tener un colchón, ¿se duerme bien con el peso de un negocio familiar?
A veces es muy difícil. Aunque no tienes que rendir cuentas a nadie, que es una gran ventaja, eres el máximo responsable del sueldo de tus compañeros y es un gran compromiso. Una empresa familiar no cuenta con un paracaídas como puede tener una multinacional. Lo más importante es que he conseguido un equipo espectacular, la base del éxito de la compañía; me he rodeado de los mejores. Sigo trabajando con un par de empleados que comenzaron con mis abuelos y muchos se han jubilado en la empresa.
– ¿Y cómo llevan eso de que ahora les mande el nieto del primer jefe?
Al principio cuesta, porque estás elegido a dedo y tienes que ganarte su confianza. La autoridad no se consigue por ser el dueño del negocio o por llevar el apellido, sino por una buena gestión, demostrando cada día que estás el primero, que conoces todos los procesos productivos y que, cuando hay problemas, estás ahí siempre.
– La próxima generación, ¿estará dispuesta a protagonizar el siguiente capítulo de esta historia?
Mi hijo mayor [es padre de dos] tiene 18 años. A veces pienso que me haría mucha ilusión que siguiera con el legado, aunque resulte muy sacrificado. En la cima todo es maravilloso... pero el compromiso que adquieres con tu gente te hace estar mal si no salen las cuentas, trabajar infinitas horas, incluidos fines de semana... No sabría qué aconsejarles.